El grupo se adentró en la cueva, empapados, agotados y con los nervios destrozados.
Rodrigo suspiró dramáticamente.
—Bueno, lo importante es que seguimos vivos.
Vanina lo fulminó con la mirada.
—Todavía.
Raquel miró a su futuro marido.
—Rodri, dime la verdad… ¿Alguna vez soñaste con arrastrarnos a la jungla para morir de forma absurda?
Rodrigo levantó una ceja.
—¿Crees que esto es un plan mío?
—¡Claro que sí!
Vanina levantó la mano.
—Yo también lo creo.
Toro también levantó la mano.
Rodrigo abrió los brazos.
—¡¿En serio, hasta tú, chimpancé?!
Toro se encogió de hombros.
—Solo quería participar.
Raquel suspiró.
—Bien, ahora en serio, ¿qué hacemos?
Toro se acercó a la entrada y olió el aire.
—Los cazadores no nos han seguido. Por ahora.
Vanina se estremeció.
—Dijiste “por ahora” de una forma que no me gustó.
Rodrigo se sentó en una roca y sacó su teléfono.
—Bueno, voy a llamar a la policía, la embajada, el ejército o al menos a una pizzería…
Miró la pantalla.
0% de batería.
—…No puedo creerlo.
Raquel lo miró con horror.
—No me digas que…
—Sí.
—¡¿CERO POR CIENTO?!
Vanina lo miró con una mezcla de asco y decepción.
—Hermano, eres una vergüenza para la humanidad.
Rodrigo se llevó la mano al pecho.
—Eso dolió.
Agustín se asomó por la entrada de la cueva.
—Bueno, tenemos dos opciones: quedarnos aquí y esperar a que esos tipos nos encuentren…
Raquel se cruzó de brazos.
—Opción descartada.
—…O salir de aquí y buscar ayuda.
Toro interrumpió.
—Hay una tercera opción.
Todos lo miraron.
—¿Cuál? —preguntó Rodrigo.
—Esperar al piloto.
Rodrigo frunció el ceño.
—¿Qué piloto?
Toro lo miró como si fuera estúpido.
—El piloto del avión.
Hubo un silencio.
Vanina lo rompió.
—Espera… ¿TÚ SABES DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?
Toro asintió con tranquilidad.
—Sí. Está con una tribu amiga mía.
Rodrigo se levantó de golpe.
—¡¿Y POR QUÉ NO NOS LLEVASTE ALLÍ DESDE EL PRINCIPIO?!
Toro sonrió.
—Porque primero teníamos que hacer esto más interesante.
Vanina lo miró incrédula.
—¿En serio? ¿Nos trajiste a esta jungla por diversión?
Rodrigo suspiró.
—Estamos perdiendo el tiempo aquí, hay que buscar al piloto y salir de esta pesadilla.
Raquel suspiró también.
—Bien, ¿dónde está esa tribu?
Toro señaló un túnel oscuro al fondo de la cueva.
Rodrigo se puso pálido.
—Dime que no tenemos que meternos allí…
Toro sonrió de nuevo.
—¡Pues claro que sí!
Agustín dio una palmada.
—Bueno, al menos vamos a conocer más de la cultura local antes de morir.
Vanina lo empujó.
—¡Camina, imbécil!
Y así, con el terror en los ojos y la desesperación en el alma, el grupo se adentró en el túnel.
Sin saber que…
Algo los estaba esperando al otro lado.