PLANES Y TENSIONES

Después del hilarante "baile de respeto", Rodrigo y Agustín se acomodaron junto al fuego, algo agotados pero agradecidos por la oferta de la tribu. Aunque las risas aún resonaban entre los miembros de la tribu, la atmósfera se fue tranquilizando. El chimpancé, por su parte, ya había encontrado un rincón para dormir, ignorando completamente lo que acababa de suceder.
—Bueno, supongo que todos hemos visto lo peor de mí… —dijo Rodrigo, tirándose en el suelo sobre una manta, mirando al cielo estrellado.
—¡Sin duda! —respondió Agustín, todavía con una sonrisa traviesa en el rostro—. Pero por lo menos te aseguraste de ser el centro de atención, ¿eh?
Rodrigo le lanzó una mirada de advertencia, pero no pudo evitar reír también. Después de todo, nada de esto había sido lo que esperaban, y sin embargo, se sentían más aliviados que antes.
—¿Crees que esto será suficiente para ganarnos la ayuda de la tribu? —preguntó Rodrigo, que aún no terminaba de asimilar lo que acababa de pasar.
—No lo sé —respondió Agustín, encogiéndose de hombros—. Pero al menos sabemos que destruir el laboratorio es nuestro siguiente paso. Además, si esa es nuestra única forma de ganar tiempo, creo que no tenemos muchas opciones.
Mientras ellos hablaban, Vanina y Raquel se sentaron a un costado, cerca del fuego. Vanina no podía evitar notar que algo en el aire había cambiado. Estaba claro que su hermano Rodrigo estaba agotado, pero Agustín… Agustín se veía diferente. Había algo en él que había cambiado desde que llegaron a la jungla. Algo más serio, más responsable, aunque todavía con ese aire de bromista que la irritaba un poco.
Vanina era un enigma para Agustín. Al principio, todo había sido bromas, pero en los últimos días, se había dado cuenta de que había algo en ella que lo atraía, algo que lo mantenía cautivo. Quizá fuera su forma de pensar, tan crítica y analítica, o su independencia que no se dejaba llevar por la primera sonrisa bonita. Pero Agustín sabía que no podía ser tan directo. No lo lograría así.
—Vanina —dijo, mirando a la mujer que estaba a su lado—, ¿qué opinas de todo esto? ¿Deberíamos ir a destruir el laboratorio mañana?
Vanina lo miró de reojo antes de responder, con una ceja levantada.
—Bueno, Agustín, no es como si tuviéramos muchas opciones. Pero también tienes que recordar que este lugar no es un picnic. Si lo que dice la tribu es cierto, este laboratorio tiene implicaciones mucho más grandes de lo que imaginamos. Y no creo que podamos simplemente ir y destruirlo como si fuera una simple fábrica. Necesitamos un plan.
Agustín la observó en silencio. Había algo en su forma de hablar que lo cautivaba, como si estuviera evaluando cada palabra antes de pronunciarla. Aunque su actitud a veces era un tanto fría, Agustín no podía negar que eso solo lo hacía más intrigante.
—Tienes razón, pero no podemos esperar demasiado. La tribu tiene razón, si no hacemos algo pronto, esa amenaza será aún más grande. Y nosotros... no sabemos si tendremos una oportunidad como esta otra vez —dijo él, con seriedad. Pero entonces, con una sonrisa juguetona, añadió—: Aunque un poco de descanso tampoco vendría mal. Mi cuerpo aún está procesando el "baile".
Vanina le dio una mirada fulminante, aunque no pudo evitar reírse un poco por lo que acababa de decir.
—Vas a pagar por eso, Agustín. No lo olvides.
—Yo pensaba que ibas a decirme que deberíamos practicar para la próxima vez... —replicó Agustín, sin poder evitar otra sonrisa traviesa.
Vanina se cruzó de brazos, claramente desafiándolo.
—No me hagas bailar, o te prometo que lo haré peor que tú.
Agustín rió, pero en su mente estaba claro que, más allá de la broma, algo empezaba a cambiar. Había una conexión entre ellos, algo que, aunque no lo admitiera, comenzaba a hacer que la jungla pareciera menos aterradora.