Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

LA MISIÓN TÓXICA

El grupo se preparaba para la misión. El líder de la tribu les había dado indicaciones claras: debían destruir el laboratorio que tanto daño había causado. Vanina, con su actitud de líder natural, trazó el plan con la ayuda de Agustín, mientras Rodrigo seguía recuperándose de la vergüenza de la noche anterior.
"Bueno, chicos, esta es la ruta," dijo Vanina, señalando un mapa rudimentario en la arena. "El laboratorio está al otro lado de la colina, pero el problema es que el camino está lleno de trampas."
"¿Trampas? ¿Qué clase de trampas?" preguntó Rodrigo, tragando saliva.
"Desde fosos con estacas hasta trampas de animales salvajes… y si llegamos vivos, están los guardias del laboratorio." Agustín lo dijo con una sonrisa, disfrutando de la cara pálida de su amigo.
"¡Fantástico! ¡Justo lo que quería para mi despedida de soltero!" refunfuñó Rodrigo.
La tribu les proporcionó armas rudimentarias: lanzas, cuchillos de piedra y un arco con flechas. Aunque Rodrigo intentó insistir en conseguir un lanzallamas improvisado, nadie le hizo caso.
"Muy bien, movámonos en silencio y con cuidado," ordenó Vanina. "No queremos que nos descubran antes de tiempo."
Comenzaron su avance por la jungla guiado por el chimpancé. Al principio, todo parecía ir bien, hasta que Rodrigo pisó un lazo y terminó colgado boca abajo de un árbol.
"¡Ahhh! ¡No es gracioso! ¡Bájenme!" gritó mientras Agustín y Vanina y el chimpancé se doblaban de la risa.
"Tranquilo, vamos a salvarte," dijo Vanina, pero justo cuando iba a cortar la cuerda, una rata le robó el cuchillo.
"¡Oye, rata ladrón! ¡Devuélvelo!" gritó Vanina, corriendo detrás del animal.
Después de mucho esfuerzo y un forcejeo digno de una película de acción barata, lograron liberar a Rodrigo, aunque con nuevos rasguños y hojas enredadas en su cabello.
"Bueno, ya tenemos nuestro primer obstáculo superado," dijo Agustín, secándose las lágrimas de la risa. "Sigamos adelante antes de que Rodrigo active otra trampa mortal, o peor que tire otro gas tóxico."
Siguieron avanzando hasta un riachuelo, donde descubrieron que el único puente de troncos había sido destruido. La única opción era nadar.
"¿Qué tal si buscamos otra ruta?" sugirió Rodrigo, sintiendo algo moverse en el agua.
"¿Miedo al agua? Vamos, es solo un chapuzón," dijo Agustín, empujándolo sin previo aviso.
Rodrigo cayó al agua con un gran chapoteo, pero justo cuando emergió, vio algo moverse en el fondo.
"¡Caimanes! ¡Me vengaré de ti, Agustín!" gritó, nadando como un loco hacia la orilla.
Tras varios minutos de caos y un Rodrigo lleno de barro, lograron cruzar el riachuelo sin más bajas.
"Esto recién comienza," dijo Vanina con una sonrisa. "Ahora nos acercamos al verdadero peligro."
Mientras tanto, desde la distancia, alguien los observaba con unos binoculares oscuros.
"Prepárense, los tenemos justo donde los queremos…"



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Editado: 05.03.2025

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