Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

EL ATAJO DEL DESASTRE

Justo cuando se disponían a seguir el camino que el chamán les había indicado, el chimpancé, con su habitual entusiasmo, saltó al frente y comenzó a hacer señas frenéticas.
—Creo que nos quiere mostrar algo —dijo Raquel con curiosidad.
—O nos quiere llevar directo a una trampa —murmuró Agustín, desconfiado.
El chimpancé, ignorando los comentarios, comenzó a correr por la selva, obligándolos a seguirlo a toda prisa. Se movía con una velocidad impresionante, saltando de árbol en árbol, mientras el grupo intentaba no quedarse atrás. Rodrigo, quien todavía sufría los estragos del banquete nocturno, iba a la zaga, sujetándose el estómago.
—¡Este bicho es más rápido que mi internet en casa! —se quejó, tropezando con una raíz.
Vanina, siempre alerta, se dio cuenta de que el chimpancé se había detenido bruscamente. Estaba colgado de una rama, mirando fijamente al suelo. Algo no andaba bien. Cuando se acercaron, lo vieron agitando los brazos frenéticamente, como si estuviera pidiendo ayuda.
—¿Y ahora qué pasa? —preguntó Raquel.
Entonces lo vieron: el chimpancé estaba atrapado en una red colgante, perfectamente camuflada con la vegetación. Había caído en una trampa de los cazadores.
—¡Nos guió directo a una emboscada! —dijo Agustín, agitando los brazos.
—¡O nos salvó de caer nosotros! —dijo Vanina, con una sonrisa irónica.
—Menos charla, más rescate —interrumpió Rodrigo, sacando su cuchillo de bolsillo.
El grupo intentó liberar al chimpancé con cuidado, pero en el proceso, Rodrigo, en su torpeza habitual, jaló la cuerda equivocada. Un mecanismo oculto se activó y de pronto una lluvia de lanzas de madera se disparó a su alrededor.
—¡AHHHH! ¡Nos van a hacer brochetas! —gritó Agustín, esquivando por poco una lanza.
Raquel rodó por el suelo y Vanina se aferró a un árbol, mientras Rodrigo se lanzaba de panza detrás de un tronco. Finalmente, después de una serie de torpezas y malabares ridículos, lograron cortar la red y el chimpancé cayó encima de Rodrigo, dejándolo sin aire.
—Creo que prefiero las lanzas… —jadeó Rodrigo desde el suelo.
Con el peligro inmediato superado, el chimpancé, aparentemente ileso y muy divertido con la situación, comenzó a hacer señas de nuevo. Esta vez los llevó por un camino diferente, alejándolos del sendero principal. Cuando finalmente se detuvieron, descubrieron algo impresionante: un túnel oculto en la espesura de la selva.
—Debe ser un atajo al laboratorio… —susurró Raquel.
—O la entrada a una trampa peor —añadió Agustín.
—Sea lo que sea, no vinimos hasta aquí para echarnos atrás —dijo Vanina, tomando la delantera.
El grupo se miró entre sí, respiró hondo y, con el chimpancé liderando la marcha, se adentraron en el túnel, sin saber que el verdadero caos apenas comenzaba…



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Editado: 05.03.2025

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