Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

DEL HELICÓPTERO AL INFIERNO

El helicóptero descendió lentamente, iluminando la cueva con su foco gigante.
—¡Nos rescataron! —exclamó Agustín con alivio.
—O nos van a disparar —murmuró Vanina.
—¡PREFIERO LO PRIMERO! —gritó Rodrigo, agitando los brazos—. ¡AQUÍ, AQUÍ, SOMOS LOS BUENOS!
El foco se fijó en ellos.
Por unos segundos, hubo silencio.
Luego…
BZZZZZZZZZZZZZT.
Un taser gigante cayó desde el helicóptero y los electrocutó a todos.
—¡AAAAAHHHHHH! —gritaron en perfecta sincronía, retorciéndose en el aire.
ZAP.
Se apagaron como focos fundidos.
Despertando en el Laboratorio de los Psicópatas
Rodrigo abrió los ojos lentamente.
Tenía la boca más seca que un chiste malo y la cabeza le zumbaba.
—Ugh… siento que me pasó encima un camión…
—A mí me pasó encima un gorila robótico —murmuró Agustín a su lado—. Créeme, es peor.
Estaban atados a unas sillas de metal.
La habitación era blanca, fría y estaba llena de pantallas.
Frente a ellos, una mujer con una bata de laboratorio sonreía con malicia.
—Vaya, vaya… miren qué tenemos aquí.
—Si nos va a matar, que sea rápido —gruñó Raquel.
—O tráiganos café primero —murmuró Vanina—. No puedo morir sin cafeína.
La mujer rió suavemente.
—No los vamos a matar. Aún.
Las pantallas se encendieron.
En ellas, apareció una grabación de la selva…
Y el chimpancé.
Pero no era el mismo chimpancé que los había guiado.
Era otro. Un clon.
—No puede ser… —susurró Rodrigo—. ¡Hay más como él!
—Exactamente —dijo la científica—. Y ustedes… nos ayudarán a recuperarlos.
El grupo se miró, incrédulo.
—Jajajaja, no —dijo Agustín.
—Jajajaja, sí —respondió la científica, sacando una jeringa del tamaño de un palo de golf.
Rodrigo trató de tragar saliva, pero ya no tenía.
—Miren… podemos hablar de esto, ¿no?
—Oh, no hay nada que hablar —dijo la científica, acercándose lentamente—. Solo hay…
¡BOOOOOOOOM!
Una explosión sacudió la habitación.
La puerta voló en mil pedazos.
Y en la entrada…
Allí estaban.
El piloto.
El Toro.
Y lo más importante…
UNA MALDITA AVESTRUZ ROBÓTICA.
—¡ENTREN, PERDEDORES, VAMOS A ROMPER COSAS! —gritó el piloto, blandiendo un lanzallamas casero.
—¡HOY SE COME VENGANZA! —rugió "El Toro", con una ametralladora llena de patatas explosivas.
La avestruz corrió en círculos, completamente inútil.
La científica los miró en estado de shock.
—… ¿Qué… carajos…?
Rodrigo sonrió, sintiendo que la locura regresaba.
—Ahora sí… se armó la fiesta.



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Editado: 05.03.2025

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