Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

ENTRE RUEDAS Y PESADILLAS

El sonido metálico retumbó en el aire, cada clank era como un martillazo en la mente de los protagonistas. Algo enorme se movía entre los árboles, su silueta apenas visible bajo la luna que se filtraba entre la maleza.
—Díganme que es un tractor perdido… —susurró Agustín.
—No sé en qué selvas creciste, pero aquí no hay tractores, hermano —murmuró Toro, con la mandíbula apretada.
De entre la oscuridad surgió la criatura. Media más de dos metros, su piel parecía hecha de un material metálico y orgánico a la vez, y sus ojos brillaban con un rojo siniestro. Tenía garras afiladas y una serie de tubos incrustados en su espalda, de los que salía un vapor denso. Pero lo más aterrador era su mandíbula… alargada y mecánica, como si fuera un híbrido entre máquina y bestia.
—Oye, chimpancé, ¿esto es uno de tus amiguitos del laboratorio? —preguntó Rodrigo, sin despegar la vista de la criatura.
El chimpancé tragó saliva y negó lentamente.
—No… esto es algo peor.
La criatura soltó un rugido gutural y avanzó hacia ellos, dejando huellas profundas en el barro. Cada paso hacía temblar el suelo.
—¡Encendé el jeep, encendé el jeep! —gritó Raquel, golpeando al Piloto en el brazo.
—¿Y cómo querés que lo encienda si está atorado? —exclamó el Piloto, girando la llave sin éxito.
—¡Pues haz algo! —gritó Vanina.
Toro sacó su machete y escupió a un lado.
—Yo me encargo.
—¡No, no, no, no, no! ¡A ver, Rambo, bájale! —Agustín lo jaló del brazo—. Esa cosa tiene cuchillas por manos, ¿qué vas a hacer, afeitarle las patas?
La criatura rugió de nuevo y cargó hacia ellos.
—¡A LA MIERDA, CORRAN! —chilló Rodrigo.
Todos saltaron del jeep en diferentes direcciones justo cuando la criatura embistió el vehículo con una fuerza brutal, partiéndolo en dos como si fuera de cartón.
—¡Ese era nuestro único medio de escape! —gritó el Piloto.
—¿En serio? ¿Eso es lo que te preocupa? —bufó Raquel.
El chimpancé trepó a un árbol y gritó:
—¡Por aquí, rápido!
No hubo tiempo para discutir. Todos corrieron, zigzagueando entre los árboles mientras la criatura los perseguía. Podían escuchar el clank clank de sus pasos, cada vez más cerca.
—¡Esto es oficialmente la peor despedida de soltero de la historia! —gritó Agustín.
—¡Agradecé que sigues soltero! —replicó Rodrigo.
En ese momento, la selva se abrió en un claro… y al fondo, una estructura abandonada se alzaba entre la maleza. Parecía un antiguo refugio.
—¡Allí! —gritó Vanina—. ¡Si llegamos, podremos encerrarnos!
La criatura rugió detrás de ellos. Tenían que correr más rápido…



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Editado: 05.03.2025

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