El pasillo era estrecho y húmedo, con un olor a tierra rancia y metal oxidado. Guille avanzaba con pasos cautelosos, asegurándose de no hacer demasiado ruido. El grupo lo seguía de cerca, susurrando maldiciones cada vez que pisaban algo crujiente.
Rodrigo sintió un escalofrío en la nuca y miró hacia atrás.
—¿Alguien más siente que nos están observando?
—Shhh… —Guille se llevó un dedo a los labios.
—No me digas "shhh", dime que no hay nada detrás de mí.
El chimpancé miró por encima del hombro de Rodrigo y frunció el ceño.
—Si eso te tranquiliza… no hay nada visible detrás de ti.
Rodrigo palideció.
—¡Eso no me tranquiliza en absoluto!
Clank. Clank. Clank.
El sonido metálico volvió a escucharse, resonando en las paredes del pasillo.
—Mierda, mierda, mierda… —susurró Agustín, acelerando el paso.
Vanina se detuvo de golpe.
—Esperen… ¿lo escuchan?
El grupo se congeló.
Silencio absoluto.
El sonido metálico se había detenido.
Raquel tragó saliva.
—Eso es malo, ¿verdad?
—Depende… —susurró Guille—. Si se detuvo porque se fue, es bueno. Si se detuvo porque nos está esperando adelante… entonces estamos jodidos.
Rodrigo suspiró.
—Dale, Guille, anímame un poco.
—Bien, aquí va: tal vez nos mate rápido.
—¡Gracias, eso es justo lo que necesitaba!
De pronto, una ráfaga de aire helado recorrió el pasillo.
El chimpancé se erizó y giró la cabeza bruscamente.
—Algo está detrás de nosotros.
Toro desenfundó su machete en un movimiento rápido.
—¡Corran!
El grupo no lo pensó dos veces. Se lanzaron hacia adelante, corriendo por el pasillo mientras el sonido metálico volvía a sonar, más fuerte, más cercano.
Clank. Clank. Clank.
Las sombras se alargaban tras ellos. Algo venía. Algo grande.
Guille los llevó hasta una puerta de metal oxidada y comenzó a forcejear con la manija.
—¡Vamos, carajo, ábrete!
El chimpancé saltó y agarró la manija con ambas manos.
—¡MUEVAN EL CULO, ESTÁ CERCA!
Rodrigo y Agustín empujaron la puerta con todas sus fuerzas hasta que, con un chirrido agónico, se abrió de golpe. Todos entraron a tropiezos y Guille cerró de un portazo.
BOOM.
Algo golpeó la puerta desde el otro lado.
BOOM. BOOM.
—Oh, no… —susurró Vanina.
El grupo se giró lentamente.
La linterna del Piloto iluminó la habitación en la que estaban.
Y entonces lo vieron.
Las paredes estaban llenas de marcas de garras. Cadáveres de animales yacían esparcidos por el suelo, como si algo hubiera estado usándolos para alimentarse. Pero lo peor era el mensaje escrito con algo oscuro y pegajoso en la pared del fondo.
"NO MIRES ATRÁS."
El grupo tragó saliva.
Y entonces, justo detrás de ellos, algo respiró.