Dos Balas Para Claire

CAPÍTULO 7 —DETECTIVE

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1

 

Trevor McKenzie se había ubicado con mucha comodidad en el sillón de la habitación de Hayes, pero no por eso dejaba de apuntarlo con su revólver. Incluso hasta le había aceptado un trago del botellón de whisky que los Bentley dejaban en cada cuarto. A pesar de la situación desventajosa Enoch pidió permiso para sentarse frente a él para poder dialogar. A lo largo de su vida había desarrollado por intuición la habilidad de interpretar el lenguaje corporal de sus interlocutores. Y así fue como de inmediato supo que McKenzie, si bien era una bomba a punto de estallar, en esas instancias todavía mostraba curiosidad por saber las motivaciones de su presa eventual, es decir, de las suyas.

—No soy un hombre paciente, señor Hayes. Mi valor más preciado es el tiempo. Y cuando lo pierdo sufro. Y luego me desquito trasladando ese sufrimiento a los demás. Quizás pueda evitármelo. ¿Me dirá que es exactamente lo que hace aquí y que quería de la chica?

—Con gusto, no tengo por qué mentirle. Trabajo con la agencia Pinkerton —McKenzie se puso en alerta y aferró más la empuñadura de su arma, pero Enoch sabía que con la verdad ganaría tiempo y confianza—. Sé que lo primero que debe pensar es que soy un espía o que trabajo para el gobierno, pero nada más alejado de la realidad. Si me permite… —hizo el gesto de meter la mano en su bolsillo.

— ¡Cuidado, forastero!

—Solo quiero darle mi tarjeta.

El viejo asintió y tomó el cartón que le extendía Hayes. Lo leyó sin bajar su arma.

— ¿Científico? Y bien, sigo sin entender por qué está aquí.

—A eso voy. Naturalmente, he sido puesto al tanto de lo que sucedió con Claire Higgins y su presunta resurrección.

— ¿Puesto al tanto por quién?

—Mi agencia, claro. Ellos me encomendaron la investigación. No sé quién sea el cliente — esa fue su primera mentira, sabía que el interesado era el gobernador de Texas—, pero quiere una explicación lógica sobre lo que le pasó a Claire. ¿Usted la tiene? Me ahorraría mucho tiempo en mi trabajo.

—Soy yo quien hace las preguntas, patán. No me creo eso de que no sabe quién lo contrató, ¿acaso trabaja para cualquiera?

—No señor, solo para la agencia y ellos se cuidan de no trasladarme esa información para evitar que establezca vínculos con el cliente y sea demasiado subjetivo, ¿me sigue?

—Me está hablando muy difícil, no me gusta que me enreden con palabras. Y tampoco me gusta saber que alguien investiga a mi nieta y no tener su nombre para coserlo a balazos.

—Pues, aquí me tiene señor. Pero si me mata enviarán a alguien más, solamente contribuirá a agrandar el misterio y a que se extienda la persecución. En cambio… —hizo un silencio dramático. Solía causar efecto en la mayoría de la gente, aunque el criminal que tenía en frente parecía bastante difícil de manipular.

— ¿En cambio, qué?

—Podría ayudarle a usted, antes que a nadie a saber qué es lo que sucedió con la chica. Si es su nieta y usted permitió hasta ahora que la acompañe, sin dudas el vínculo es fuerte.

Personalmente, no creo en la resurrección ni soy religioso. Mucho menos en brujerías. Por eso mismo tengo una teoría sobre lo que pudo haber pasado con Claire.

—No necesito ayuda de nadie. Tampoco Claire. ¿Acaso lo manda su padre o ese sheriff bobo que no supo tenernos entre rejas?

—Señor McKenzie, créame que desconozco la historia y no he tenido contacto con el padre de la chica. De hecho, creí que el mismo podía ser el cliente en principio, pero no es un hombre adinerado y los servicios de la agencia son costosos. A usted, en cambio, mi investigación le saldría gratis.

— ¿Me ve cara de querer pagarle?

—Si viera lo que soy capaz de hacer, ¿por qué no?

McKenzie sonrió. Pensó que ese tipo era intrigante, pero demostraba tener bolas.

—Le daré una oportunidad, quizás me pueda decir lo que está pasando. Cuando apareció no sabía que ella era mi nieta; se metió en donde no debía, parecía una niña asustadiza a pesar de que ya no tiene edad para comportarse así. Nos espiaba mientras interrogábamos a alguien. Cuando le disparé a nuestro prisionero su conejo saltó y también le di un tiro. Ella gritó y al revelarse la capturamos. Intenté que razonara para que no nos delate, pero insistía en que diría exactamente lo que vio. No era que me importara demasiado, mi cabeza ya tenía precio, pero no quería ser manejado por una chiquilla. Tampoco quería matarla. No dejaba de forcejear, uno de mis hombres quiso tomarme del brazo y mi arma se disparó. Le di en la cabeza y cayó desplomada a mis pies, en medio de un charco de sangre. Le tomamos el pulso, no lo tenía. Mientras decidíamos que hacer, llegó el sheriff y nos capturó. —hizo silencio, se veía concentrado en el recuerdo y había bajado el arma.

— ¿La bala dejó orificio de salida en la cabeza de Claire?

—No lo creo —McKenzie lo miró a los ojos, tenía los suyos brillosos—, pero no puedo asegurárselo. Luego estuvimos unos seis días en prisión, en la oficina del sheriff, un lugar incómodo, pero de tránsito breve porque él había pedido un juicio abreviado para colgarme junto a mis hombres. El asesinato de la chica era lo suficientemente serio para que fuese aprobado. Y así se dispuso. Al día siguiente seríamos ejecutados, pero ese momento nunca llegó: una pistolera enmascarada nos liberó de prisión con un par de cartuchos de dinamita y sin matar a nadie. Al salir me mostró su rostro. Me llamaba “abuelo” y se comportaba como si siempre hubiese sido una forajida, nada tenía en común con la chica muerta a excepción de su rostro. Mi confusión fue tan grande que solo atiné a cabalgar con ella y hacer caso a sus requerimientos.

— ¿Le dio alguna explicación?

—No, dice no saber que le ocurrió, pero piensa que ha regresado “por algo superior”. No creo en esas idioteces, pero tampoco puedo contradecirla demasiado, no tengo como. —Quizás allí pueda ayudarle. ¿Ha escuchado alguna vez sobre la catalepsia?



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En el texto hay: mistica, personajes sobrenatulares, weird western

Editado: 30.07.2022

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