Dos Balas Para Claire

CAPÍTULO 8 — COMUNIÓN

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1

 

Nick Dolan se encontraba incómodo e inquieto en el campamento indio. Siempre había considerado hostiles a los apaches y esta suerte de convivencia no lo dejaba muy tranquilo, aunque confiara en Bennet, y María parecía hacerlo también. No obstante, ella notaba su rechazo a confraternizar con los indios e intentaba limar las asperezas. Se acercó una vez más a él para chequear como evolucionaba su pierna herida.

—La verdad es que ya casi no duele. Tampoco la siento, creo que se ha convertido en madera.

—Eres un tonto, ¿todo sea por no agradecerle favores al chamán?

— ¿Por qué lo dices? —María sonrió, por esos días más allá de ese beso intempestivo que se dieran el día anterior ambos parecían estar conectados a un nivel de conocimiento que los hacía entenderse sin palabras—. Está bien, sé que no soy el mejor amigo de los apaches, no puedo disimularlo, pero a ellos también les sucede, ¿no notaste sus caras? Cuando decidieron que

Duncan fuese el líder casi comienzan a matarnos a flechazos a todos.

María largó una carcajada breve y luego un suspiro.

—Estoy preocupada, Nick. No sé cómo saldremos de esta.

— ¿Nosotros dos?

—No, suelo ver un poco más allá de mi ombligo —dijo en tono de reproche—. Hablo de El Charco, de nuestra gente. Y de la tribu, no veo que podamos resistir a semejante poderío bélico.

—Yo tampoco, a decir verdad. Ni siquiera tenemos la garantía de que el gobernador acepte la jefatura de Bennet cuando destrone a Morrow. Podría mandar a diez más como él y terminar con el problema de una vez, luego instalar las minas que quiera y fundar otros pueblos fantasmas como El Charco que funcionen con trabajadores esclavos que simulen una vida feliz y guarden la esperanza de convertirse en millonarios si los dejaran sus propios dueños avariciosos.

—Y creía que yo era la pesimista.

—Es la cruda verdad, primor. No la tenemos fácil, estamos sentados sobre un barril de pólvora. O unos cuantos, en breve.

— ¿Qué hay de ese dibujo del cristal? ¿Lograste entender algo más?

—No, por ahora lo único fue ese sueño extraño en el que Claire era una especie de monstruo. Como sea, resulta menos esperanzador. No creo que ella sea una salvadora, quizás todo lo contrario. A todo esto, vi salir a Charlie temprano, ¿sabes dónde iría?

—Supongo que a su granja. No tiene empleados y debe ir cada tanto a atender a sus animales.

—Ya debería haber regresado, ¿quieres que vayamos a ver? No me aguanto mucho más por aquí y su granja no está lejos.

—Está bien, le diré a Bennet. Por otra parte, necesitas moverte y cabalgar para recuperarte del todo.

En unos minutos estuvieron montando sus caballos y en camino a la granja de Higgins. No apuraron el tranco para que Dolan pudiese mantener el ritmo, decidieron dejar los rifles y llevar solo un revólver cada uno. A lo largo del camino se toparon con varios indios apostados en lo alto de los riscos, esperando el paso de algún cargamento militar de armas o de pólvora. Dolan saludaba siempre con el mismo movimiento leve de cabeza. En el cuarto puesto de vigilancia uno de ellos llamó su atención lanzando una flecha al suelo por delante de su paso. Miraron hacia arriba y el apache que parecía un mono ejecutando una coreografía extraña intentaba avisarles de algo, señalando en el sentido en el que se dirigían.

—Creo que están diciendo que se aproxima un transporte —dijo María, no porque entendiera el idioma mescal sino por aplicar el sentido común a lo que parecían decir aquellos hombres. Salieron del camino y escondieron como pudieron sus caballos tras los árboles. Se ocultaron, pero sin dejar de apuntar con sus armas hacia el lado del camino en el que aparecería el vehículo. No dispararían ni intervendrían a menos que fuesen vistos.

Comenzó a escucharse el ruido de los cascos hasta que unos ocho caballos montados por soldados aparecieron abriendo la caravana. Detrás venía una carreta de lona blanca en la que casi con seguridad iría el preciado cargamento. Dolan quedó sorprendido cuando vio como cuatro flechas, que partieron de lo alto casi en simultáneo, atravesaron a los primeros hombres de la fila. Uno la recibió en el cuello, otro en el pecho, el tercero en la espalda y el último en la rodilla. De pronto el apache pequeño que había dado el aviso saltó sobre el soldado con la flecha en la pierna y colgándose de sus hombros lo degolló. Pero el grito que llegó a emitir la víctima antes de morir alertó a los hombres dentro del coche y tres de ellos salieron disparando hacia arriba, presumiendo que sus atacantes estaban apostados allí. El error les costó demasiado caro, ya que la misma cantidad de apaches salió por debajo de ellos y los apuñalaron o cortaron sus gargantas casi en el mismo momento. El último soldado de la caravana permanecía dentro con su rifle levantado y sentado junto a los barriles de pólvora. El indio más pequeño volvió a actuar y tomando una lanza, la arrojó desde una distancia considerable y se la incrustó en el pecho. En menos de un minuto, los apaches habían acabado con ocho hombres armados sin necesidad de disparar armas de fuego. Los cuatro aborígenes saltaron y danzaron en franco festejo, sobre la sangre caliente que aún derramaban los cadáveres de sus enemigos.

— ¿Te parece que aún no tenemos posibilidades de vencer al ejército de Morrow? — preguntó María, sin dejar de mostrarse impresionada.

—No lo sé, pero estoy seguro de que quiero a estos de mi lado. Volvamos al campamento, no quiero ver más sorpresas.

 

***

 

2

 

Morrow permanecía frente a sus soldados con las manos detrás, con una expresión que parecía neutra, pero en realidad era de las más severas que podía exhibir. A sus espaldas se había emplazado un cadalso del cual colgaban cinco hombres con sogas alrededor de sus cuellos. El sexto hombre ubicado en la plataforma sobrepasaba a todos en altura, llevaba una capucha de cuero y tenía la mano sobre la palanca, preparado para moverla ni bien recibiese la orden.



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En el texto hay: mistica, personajes sobrenatulares, weird western

Editado: 30.07.2022

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