Dos Copas Para Nosotros

CAPÍTULO 1

La noche de la fiesta de graduación fue mágica. Los focos brillaban sobre nosotros mientras Harper y yo disfrutábamos de cada momento. La música nos envolvía y las risas resonaban en el aire. Harper me abrazaba con ternura, y sentía la felicidad fluyendo en cada parte de mi ser.

A medida que la música vibraba y la pista de baile se llenaba de energía, no pude evitar notar a una mujer, que parecía tener un interés peculiar en Harper. Sus miradas sugerentes y coqueteo descarado no pasaron desapercibidos para mí. Era como si estuviera tratando de eclipsar la magia de la noche con sus insinuaciones. Sin embargo, elegí confiar en Harper. Conocía su lealtad y amor por mí, y no iba a dejar que las acciones de alguien más empañaran nuestro momento de celebración. Opté por no arruinar la fiesta con confrontaciones innecesarias, prefiriendo centrarme en la alegría que compartíamos con amigos y seres queridos.

A lo largo de la noche, la trabajadora continuó con sus intentos de llamar la atención de Harper, pero él permaneció completamente ajeno a sus insinuaciones. Su única atención estaba dirigida hacia mí, y esa complicidad entre nosotros fortaleció aún más mi confianza en nuestra relación. La pista de baile se convirtió en nuestro escenario, y mientras disfrutábamos de cada paso juntos, la conexión entre Harper y yo se volvía más fuerte. Aunque aquella trabajadora persistía en sus intentos, optamos por ignorarla.

Entre risas y brindis, mi teléfono vibró con mensajes de felicitaciones. Extrañamente, uno de ellos era de un número que no reconocía. Al principio, lo ignoré, pensando que era algún amigo con el que no tenía el número registrado. Mis amigas me llamaron para bailar y cantar, y decidí dejar de lado esos mensajes misteriosos. La noche avanzaba, y ya en las primeras horas de la madrugada, Harper y yo llegamos a casa. Un poco de mareos, pero la felicidad no dejaba de iluminar mi rostro. Nos acostamos, y antes de cerrar los ojos, miré a Harper y le dije con una sonrisa y mareada: "Te amo mucho, Harper."

Fue un final perfecto para un día tan especial. Sin embargo, recordaba los mensajes, pero con tan poca voluntad que tenía, me quedé dormida.

Al despertar Harper ya tenía una noticia para mí.

_Creo que... ¡Tengo empleo!.- me levantó entre sus brazos y sus besos muy cálidos; amo sus besos.

Me quedé sorprendida por la intensidad de sus primeros días en el hospital. Aunque sabía que el camino de estudiante a médico; que supongo que en eso va trabajar, seguro será desafiante, ver a Harper enfrentar esa transición fue revelador.

...

Vamos una semana desde que Harper tiene ese empleo y no es que no me guste como van las cosas, pero, lo tenía más cerca que nunca. A pesar de nuestros estudios, siempre tuvimos tiempo para los dos y ahora... no lo sé. Suele llegar a casa con manchas de tinta en su bata blanca, la evidencia tangible de horas invertidas en estudios y diagnósticos, supongo. Sus ojos reflejaban la fatiga, pero también brillaban con una pasión innegable. No fue fácil para él, pero su determinación no conocía límites. Cuando le pregunté cómo se sentía al respecto, su respuesta fue una mezcla de agotamiento y emoción. La magnitud de la responsabilidad lo abrumaba a veces, pero la gratificación de aprender y marcar la diferencia en la vida de las personas lo mantenía motivado.

Los mentores que había encontrado en el hospital desempeñaron un papel crucial en su adaptación. Hablaba de ellos con un respeto profundo, como si cada consejo fuera un faro que lo guiaba a través de las aguas tumultuosas de la práctica médica. Su transición no fue solo sobre aprender procedimientos y diagnósticos; también fue sobre la empatía y la comprensión. Compartía historias de pacientes que lo impactaron profundamente, y podía ver cómo esos encuentros lo cambiaban, cómo se volvía más sensible y conectado con la humanidad detrás de cada caso.

A medida que los días avanzaban, Harper se convirtió en una versión más pulida de sí mismo. Desarrolló una confianza que irradiaba en su forma de hablar y actuar. Sus habilidades prácticas se afilaron, y la responsabilidad de cuidar de otros lo llevó a una madurez que iba más allá de los años. Aunque su agenda estaba repleta y sus horas de sueño escaseaban, pocas veces encontraba tiempo para contarme sus experiencias. Podía ver cómo se iluminaba al hablar de un diagnóstico acertado o de la gratitud en los ojos de un paciente. En medio de este torbellino, también noté cómo Harper enfrentaba desafíos con una calma aparente. Sus palabras revelaban el estrés, pero su determinación no se desvanecía. Los desafíos no lo quebrantaban; lo moldeaban en un médico más fuerte y resiliente.

Mi admiración por él creció día a día. Ver a Harper enfrentar la complejidad de la medicina con tanta valentía me hizo comprender la verdadera magnitud de su dedicación. No solo estaba siguiendo un sueño, estaba abrazando un llamado: el llamado de sanar y hacer la diferencia en la vida de las personas.

...

_Hola mi amor.- le entregué un beso tan suave en su mejilla, una que expresaba mi anhelo por tenerlo cerca. Tarde me di cuenta que mi hombre, estaba distraído. Lo dejé pasar y lo llamé a la mesa para cenar. Han pasado varios días desde que empozó con su trabajo y hay cierto momento en las que lo siento ausente; creo que es obvio. Con decir que una vez no llegó a dormir en la casa, a veces salgo a ver los negocios; que por cierto todo marcha bien. Pronto ejerceré mi profesión, no sé como pasaremos todo esto.




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