Dos Copas Para Nosotros

CAPÍTULO 5

Cuando amaneció, seguía en la cama. No podía ponerme de pie, ni quería hacerlo. Los rayos de sol se colaban por la ventana, pero no lograban disipar la pesadez que sentía en el pecho. Mi teléfono mostraba signos de fallas después de la caída, pero eso tampoco me importaba.

Decidí quedarme allí, inmóvil, permitiendo que mis pensamientos me consumieran sin luchar. Las horas pasaban lentas, marcadas por las canciones melancólicas que dejaba sonar sin interrupción. Apenas comía; unas pocas frutas y vasos de jugo eran lo único que mi cuerpo recibía.

Tres días transcurrieron así, en un letargo de tristeza que parecía interminable. Me hundía más en los recuerdos de lo que había sido con Harper, recordando su risa, su voz, el calor de sus brazos cuando todo parecía estar bien. Mi mente repetía una y otra vez las palabras de Marcus, como si fueran una condena que no podía evitar.

No cuestionaba nada, no planeaba nada. Solo existía, atrapada en un bucle de dolor que no sabía cómo romper.

La tarde del cuarto día, un golpe en la puerta rompió el silencio que había envuelto la casa. Al principio lo ignoré, pero los golpes continuaron hasta que finalmente me arrastré hacia la entrada. Al abrir, me encontré con Kno, de pie frente a mí. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y determinación.

—Ellie... —Su voz era baja, como si temiera romperme con sus palabras.— Tuve que preguntar a tus compañeros de trabajo para saber dónde vivías. ¿Estás bien?

No respondí. En lugar de eso, me dejé caer en sus brazos, como si todo el peso que había estado cargando finalmente encontrara un lugar donde descansar. Kno me sostuvo con fuerza, acariciando mi espalda mientras yo lloraba sin control, como una niña que busca consuelo en la seguridad de alguien que conoce.

Pasamos así toda la tarde, en silencio. Kno no dijo nada más, y yo tampoco tenía fuerzas para hablar. Cuando finalmente llegó la noche, mis ojos estaban hinchados y mi cuerpo exhausto, pero la tristeza seguía allí, como una sombra que no podía sacudirme.

Kno se sentó junto a mí en el borde de la cama. Con movimientos suaves, apartó un mechón de cabello que caía sobre mi rostro.

—Tapa tus ojos hermosos —dijo, con una sonrisa tenue que no alcanzaba sus ojos—. No malinterpretes mi acción, Ellie. No quiero que pienses que estoy abusando de tu confianza o de cómo te sientes ahora.

Sus palabras eran sinceras, pero yo no sabía cómo responder. Solo asentí levemente, sintiendo el calor de su mano en mi mejilla por un breve instante antes de que la apartara. Era como si tratara de ser un faro en medio de mi tormenta, pero yo no estaba lista para encontrar el camino de regreso.

...

Desde aquella noche, Kno comenzó a visitarme con frecuencia. Se aseguraba de que comiera, que saliera a caminar aunque fuera por un rato, y poco a poco, me ayudó a acomodarme en un lugar mejor. Durante ese tiempo, aprendí a llorar menos, a valorar las pequeñas cosas y, sobre todo, a pensar primero en mí. La vida no se acababa, aunque a veces pareciera que sí.

Pasó un año en el que mi enfoque estuvo en reconstruirme. Kno respetó mi espacio, permitiéndome el tiempo que necesitaba para entenderme a mí misma. No frecuentábamos tanto, más allá de encuentros ocasionales en el trabajo o en la plaza. Pero eso estaba bien. Necesitaba ese distanciamiento para reencontrarme.

Un día, sin embargo, Kno vino a visitarme. Había escuchado que me estaba mudando a un nuevo hogar y quiso ayudarme con la mudanza. Lo recibí con una sonrisa sincera, una que no había mostrado en mucho tiempo.

—¡Vaya! Esto sí que es un lugar bonito, Ellie —comentó mientras cargaba una caja. —Estoy orgulloso de ti, ¿lo sabías?

Sus palabras me llenaron de calidez. Mientras organizábamos las cosas, conversamos y reímos. Chismeamos sobre una compañera del trabajo, Laura, que al parecer estaba interesada en Kno. Cuando terminamos de acomodar todo, nos sentamos en el pequeño sofá que había colocado frente a la ventana. El sol de la tarde bañaba la habitación con una luz cálida, y por un momento, todo se sintió sencillo.

—Entonces, ¿te han invitado a la fiesta de fin de temporada? —preguntó Kno, rompiendo el silencio.

—Sí, pero no estoy segura de ir. Ya sabes cómo me siento con esas cosas —respondí, mientras jugueteaba con el borde de mi camiseta.

—Oh, claro, tú siempre tan seria —bromeó, empujándome ligeramente con el hombro. —Además, ¿qué importa? Laura estará allí. Me lo dejó claro cuando preguntó si iría.

—¿Laura? —pregunté, arqueando una ceja.

—Sí, esa misma. No sé qué tiene conmigo, pero insiste en hacer que todo parezca más dramático de lo que es —respondió, rodando los ojos.

No pude evitar reírme, y Kno se unió. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía reírme sin que el peso de mis problemas arruinara el momento.

—Bueno, parece que Laura está decidida a robarte el corazón —dije, bromeando.

—Tendría que encontrarlo primero —respondió, llevándose la mano al pecho con exageración. Ambos reímos de nuevo, y por un instante, me permití sentirme ligera.

La conversación continuó mientras empacábamos algunas cosas más y Kno se ofreció a llevarme a la tienda de la esquina para comprar algo de comida. Caminamos juntos, hablando sobre los pequeños cambios que habíamos notado en la ciudad, el trabajo, y sobre cómo ambos estábamos intentando avanzar. Kno no mencionó a Harper, y yo no mencioné mi dolor. Era como si ambos supiéramos que había una línea invisible que ninguno quería cruzar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.