Dos Copas Para Nosotros

CAPÍTULO 7

A la mañana siguiente, el sol se filtraba tímidamente por las cortinas de mi habitación, obligándome a abrir los ojos. Sentía la pesadez del sueño mezclada con los pensamientos que habían rondado mi mente durante la noche. Me senté en la cama y suspiré. Marcus. Su repentina aparición en la fiesta aún me inquietaba. No podía ignorar la sensación de que había algo más detrás de su presencia en Barcelona.

Decidí sacudir esos pensamientos por el momento y concentrarme en mi rutina. Me levanté y me dirigí al baño para darme una ducha rápida. El agua caliente me ayudó a despejar la mente, aunque la incertidumbre seguía ahí, como una sombra persistente.

Después de vestirme con algo cómodo, tomé una taza de café y revisé mi agenda mentalmente. Tenía un par de pendientes importantes. Desde que había tomado la decisión de darle un giro a mi vida, había estado buscando un nuevo espacio para trasladar mi negocio. No podía quedarme estancada, y expandirme significaba un nuevo comienzo en muchos sentidos.

Salí de casa con un propósito claro: encontrar un lugar adecuado para mi pastelería. Mientras caminaba por las calles de Barcelona, observaba los locales vacíos con atención. Algunos eran demasiado pequeños, otros estaban fuera de mi presupuesto, pero después de unas horas de búsqueda, encontré un sitio que llamó mi atención. La ubicación era ideal, con una fachada amplia y un interior acogedor. Podía imaginar perfectamente mi negocio allí.

Entré y hablé con el agente inmobiliario. Me explicó los detalles del alquiler y me permitió recorrer el espacio. Mientras caminaba por el lugar, sentí un pequeño destello de emoción. Podía verlo: las vitrinas llenas de postres, el aroma del café recién hecho, la calidez de un sitio que sería mío. Me permití sonreír, algo que no hacía con tanta facilidad últimamente.

Después de tomar algunas fotos y anotar información, me dirigí a una boutique cercana. La fiesta había sido solo el principio de mi intento de recuperar parte de mí misma, y aunque aún me sentía insegura, quería continuar con ello. Me probé algunos vestidos, pero cada vez que me miraba al espejo, la duda volvía. "No eres la misma", me decía a mí misma. "Tal vez esto no es para ti". Pero luego sacudí esos pensamientos. No iba a permitirme retroceder ahora.

Finalmente, elegí un vestido sencillo pero elegante, algo que me hiciera sentir cómoda. Al salir de la tienda, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Era un mensaje de Kno.

"¿Cómo va tu día? ¿Ya encontraste un nuevo lugar para tu imperio de pasteles?"

Reí suavemente al leerlo. Me alegraba saber que aún tenía su apoyo incondicional. Le respondí con una foto del local que había visitado y un simple "Creo que este podría ser el indicado".

Caminé de regreso a casa con una extraña mezcla de emociones. Había pasado tanto tiempo sintiéndome atrapada en el pasado que el simple hecho de hacer planes para el futuro se sentía como un acto de valentía. Pero en algún rincón de mi mente, la imagen de Marcus seguía ahí, como una pieza de un rompecabezas que aún no encajaba del todo.

Y sabía que tarde o temprano, tendría que enfrentar esa incógnita. Pero al llegar a casa, me llevé una sorpresa: Marcus estaba esperándome en la entrada, con las manos en los bolsillos y una expresión difícil de descifrar.

—¿Puedo pasar? —preguntó con voz cautelosa.

Lo dudé por un momento, pero al final asentí y abrí la puerta. Una vez dentro, Marcus observó el lugar con una mirada curiosa antes de dirigirme la atención.

—Hay cosas que no sabes sobre Harper, Ellie —dijo, su tono serio, casi como si llevara un peso sobre los hombros.

Un escalofrío recorrió mi espalda. No quería hablar de él. No ahora, no nunca. Exhalé con impaciencia y crucé los brazos.

—Si vienes a hablar de Harper, mejor márchate —respondí con frialdad.

Marcus frunció el ceño, pero no se movió.

—Ellie, es importante.

—No quiero saberlo. —Mi voz salió firme, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones. Lo último que necesitaba era más recuerdos de alguien que me había roto.

Marcus suspiró, pasándose una mano por el cabello. Por un momento, pareció debatirse entre insistir o rendirse. Finalmente, asintió con resignación.

—Está bien. Pero cuando estés lista para escuchar, sabes dónde encontrarme.

Dicho eso, se encaminó hacia la puerta y salió sin decir nada más. Cuando la cerré detrás de él, sentí el eco de su presencia aún pesando en el ambiente. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarlo, pero hoy no sería ese día.

Me reí con incertidumbre, sacudiendo la cabeza. "Además, ni siquiera sé dónde vive. No lo voy a encontrar", murmuré para mí misma, sin poder evitar soltar una pequeña risa.

Me puse a escuchar música, intentando distraerme con la melodía mientras mi mente seguía procesando todo lo ocurrido. Por una parte, me sentía emocionada por el local que había encontrado, pero por otra, la conversación con Marcus seguía rondando en mi cabeza.

Me dejé caer en el sofá con un suspiro de alivio. Por primera vez en días, sentía que podía relajarme sin que mi mente estuviera en constante conflicto. La casa estaba en silencio, salvo por el leve zumbido del refrigerador y el murmullo lejano del tráfico nocturno.




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