El ambiente en "Shart" era inquietante. No era solo la muerte lo que nos pesaba encima, sino la extraña sensación de que algo más nos observaba. Desde el momento en que pusimos un pie dentro del restaurante, una especie de tensión invisible nos envolvió. Los empleados se movían con cautela, como si temieran hablar de más. Algunos incluso evitaban cruzar miradas con nosotros.
La iluminación del lugar parecía más tenue de lo normal, y aunque la temperatura era agradable, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
—Hablemos con el gerente —sugerí en voz baja a Kno, quien asintió sin decir palabra.
Nos dirigimos a la oficina del gerente, un hombre de mediana edad con ojeras profundas y manos inquietas que jugueteaban con un bolígrafo. Parecía agotado, como si apenas hubiera dormido en días.
—Ustedes son los investigadores, ¿cierto? —dijo sin rodeos. Su voz tenía un temblor casi imperceptible.
—Sí —respondí—. Necesitamos que nos cuente cualquier cosa extraña que haya ocurrido en el local antes y después de la muerte del cliente.
El gerente soltó un suspiro pesado y se pasó una mano por el rostro.
—Miren, les seré sincero... No sé qué está pasando aquí. "Shart" siempre ha sido un restaurante tranquilo. Pero desde hace un mes han ocurrido cosas... raras. Cosas que no tienen explicación.
Kno frunció el ceño.
—¿A qué se refiere con "cosas raras"?
El gerente se inclinó hacia adelante y nos miró fijamente.
—Luces que parpadean sin razón. Voces en los baños cuando no hay nadie. Clientes que dicen haber visto a alguien parado en la esquina del comedor, pero cuando miran de nuevo, ya no hay nadie. Y lo peor... los empleados han comenzado a renunciar. Dicen que sienten que algo los observa. Algunos incluso han asegurado que vieron una sombra moviéndose por el pasillo del personal.
La piel se me erizó. Miré a Kno, y él compartía la misma expresión tensa que yo.
—¿Y la víctima? ¿Alguna vez mencionó haber notado algo extraño? —pregunté.
El gerente dudó por un momento, luego asintió lentamente.
—Un par de días antes de su muerte, me dijo que sentía que lo seguían. Creí que era paranoia, estrés... No le di importancia.
Las palabras del gerente hicieron que mi mente viajara a lo desconocido. Una muerte sin explicación, un ambiente cargado de tensión y una presencia que nadie podía ver, pero todos sentían.
Kno tomó aire y cerró su libreta.
—Queremos ver las grabaciones de seguridad. Necesitamos encontrar lo que ocurrió esa noche.
El gerente se puso de pie y nos guió hasta la sala de monitoreo. Cuando la pantalla mostró el pasillo que llevaba a los baños, sentí un nudo formarse en mi estómago. La grabación avanzaba con normalidad, mostrando al hombre caminando hacia los lavabos.
Entonces, algo pasó.
El video comenzó a distorsionarse. Líneas estáticas cruzaban la pantalla y, por un instante, solo hubo ruido blanco. Cuando la imagen regresó, el pasillo estaba vacío.
El hombre había desaparecido.
Mi corazón se aceleró. Miré a Kno, que se había quedado completamente quieto.
—Esto... esto no es posible —murmuré.
El gerente se pasó una mano temblorosa por el cabello.
—Nadie salió de los baños. No hay otra salida. Simplemente... se esfumó.
Un silencio helado se instaló en la sala de monitoreo. Sentí que el aire se volvía más pesado, como si algo invisible nos estuviera observando.
No estaba segura de qué habíamos descubierto, pero una cosa era segura: aquello no era un simple caso de homicidio.
Era algo mucho peor.
Cuando salimos del restaurante, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué con el ceño fruncido y desbloqueé la pantalla. Un mensaje anónimo apareció en la parte superior: "Aléjate de esa investigación. No estás en mis planes". Sentí un escalofrío recorrer mi columna. Miré a Kno, que notó mi reacción.
—¿Todo bien? —preguntó.
En lugar de responder, le mostré la pantalla. Su expresión se endureció.
—¿Número desconocido?
Asentí. Intenté rastrear el remitente, pero el mensaje no tenía origen claro. Como si hubiera sido enviado desde la nada. Un sudor frío cubrió mi frente. Algo o alguien sabía que estábamos investigando, y no quería que siguiéramos adelante.
El día transcurrió en una especie de neblina inquietante. Desde el mensaje anónimo hasta el silencio pesado entre Kno y yo, todo parecía estar fuera de lugar. Habíamos avanzado con la investigación, pero en vez de respuestas, solo conseguíamos más preguntas.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, Kno me envió un mensaje pidiéndome que nos viéramos. No mencionó la investigación ni el caso. Solo dijo que era importante.
Nos encontramos en una cafetería pequeña, alejada del bullicio del centro. Kno ya estaba sentado en una mesa cerca de la ventana, con un café frente a él. Su expresión era indescifrable.