Dos Copas Para Nosotros

CAPÍTULO 11

El tono del teléfono sonó una vez. Luego otra.

—Vamos... contesten —murmuré para mí misma.

Justo cuando iba a colgar, una voz familiar me respondió del otro lado.

—¿Ellie?

Era Lara, una de las empleadas de la tienda. Sonaba nerviosa.

—Lara, ¿cómo está todo?

Hubo un silencio breve antes de que hablara.

—Algo raro pasó hoy.

Me tensé de inmediato.

—¿Qué pasó?

—Recibimos un pedido grande esta tarde, pero... —hizo una pausa—. Venía con una nota para ti.

Mi agarre sobre el teléfono se endureció.

—¿Una nota?

—Sí. Pensé que era una instrucción del cliente, pero cuando la leí... Ellie, era extraña.

Mi corazón latía con fuerza.

—¿Qué decía?

Lara tragó saliva antes de responder.

"Tú sigues siendo la copa más dulce de todas."

Un escalofrío recorrió mi columna.

Esa frase, de él.

Las palabras se clavaron en mi mente como un dardo envenenado. Recuerdo como sus manos pasaban por mi cuerpo a cada instante.

—Ellie... ¿sigues ahí?

Mi boca estaba seca, pero me obligué a responder.

—Sí... Sí, Lara, gracias por decirme. ¿Hicieron el pedido?

—No. Algo no se sentía bien, así que lo cancelamos.

Asentí lentamente, aunque ella no podía verme.

—Bien hecho. Cierren temprano y váyanse a casa. Si ven algo extraño, llámenme.

—Lo haremos. Cuídate, Ellie.

Colgué.

Mis manos temblaban.

Sentí la presencia de Kno antes de verlo.

—¿Qué pasó? —su voz era seria, preocupada.

Me giré lentamente.

—Él estuvo en la tienda.

Los ojos de Kno se endurecieron.

—¿Él?

Asentí.

—Me dejó un mensaje.

Kno dio un paso hacia mí, pero yo ya había cerrado la distancia entre nosotros, aferrándome a su brazo antes de que pudiera reaccionar.

Necesitaba sostenerme de algo. De él.

Kno se quedó inmóvil por un segundo.

Kno me sostuvo firmemente por los hombros, sus ojos buscando los míos con urgencia.

—Ellie, respira —su voz era un ancla en medio de la tormenta que sentía dentro de mí—. Esta noche te quedas aquí. Es peligroso salir ahora.

Yo apenas podía pensar con claridad. Todo lo que había ocurrido en el día me tenía al borde del colapso. La nota. La presencia de él tan cerca. Mis recuerdos enterrados tratando de abrirse paso otra vez.

—Pero la tienda...

—La tienda puede esperar —dijo sin soltarme—. No voy a dejar que nada malo te pase.

Quise discutir, decirle que no necesitaba protección, pero las palabras no salieron. En el fondo, sabía que tenía razón. Asentí en silencio.

***

La noche cayó con un manto pesado sobre la casa de Kno. Me acosté en su habitación, en la cama que él insistió en que usara. Él se quedó en el sillón, a pocos metros de distancia, en completo silencio. Pero dormir no fue fácil. Los recuerdos atacaron en cuanto cerré los ojos. Me vi a mí misma, años atrás, atrapada en la oscuridad. Las manos ásperas sujetándome con fuerza. La sensación de ahogo. El miedo paralizante. No podía moverme. No podía gritar. Mi propio cuerpo me traicionaba. Los susurros en mi oído, la presión contra mi piel, el dolor.

—Eres la copa más dulce de todas...

Un jadeo desgarrado escapó de mi garganta cuando desperté de golpe, empapada en sudor. Mi pecho subía y bajaba descontrolado, y el temblor en mis manos era imposible de detener.

—Ellie.

La voz de Kno me hizo levantar la vista.Estaba junto a mí, sus cejas fruncidas en preocupación. No supe en qué momento se había acercado. Sus manos rodearon mis mejillas con una suavidad que me rompió.

—Fue solo un sueño —dijo en un susurro—. No voy a dejar que nada te pase.

No podía responder. Un sollozo escapó de mis labios y Kno me abrazó sin dudarlo. Su calor fue lo único que me mantuvo anclada a la realidad.

—Nada va a salir mal —repitió.

Yo quería creerlo. Y entonces, Kno hizo algo que no esperaba. Se apartó apenas unos centímetros, lo suficiente para que nuestros ojos se encontraran. En su mirada no había prisa ni duda, solo una determinación suave, casi dolorosa.

—Ellie...

No dijo más. No necesitó hacerlo. Antes de que pudiera reaccionar, sus labios se encontraron con los míos. Fue un beso lento, sin exigencias, sin presión. Solo un instante de refugio en medio del caos. Pero incluso en la calidez de ese momento, una verdad se aferraba a mi mente. El pasado no se desvanecía con un beso. Y el peligro seguía acechando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.