Pero él todavía estaba aquí.
—¿Puedes caminar? —preguntó, su voz tensa.
Asentí con dificultad, aunque la realidad era que mis piernas temblaban tanto que apenas sentía el suelo bajo mis pies.
Un crujido en la oscuridad nos alertó. Kno giró bruscamente, su cuerpo poniéndose frente al mío en un intento por protegerme.
—No creas que esto acaba aquí —la voz rasposa de mi captor retumbó en las paredes.
Sentí el aire escaparse de mis pulmones.
—Vaya, que sorpresa tener acá joven Kno. Me presentaría formalmente, pero no hay formalidades cuando te estas robando a mi mujer — Él se movía entre las sombras, pero sus ojos brillaban con un destello enfermizo.
—Corre, Ellie... —susurró—. Quiero verte correr como aquella vez.
La sangre se me heló.
No. No otra vez.
Kno no esperó más. Tomó mi mano y tiró de mí con fuerza, obligándome a reaccionar.
Corrimos.
Los pasos de mi captor nos siguieron, el eco de sus pisadas se mezclaba con el sonido frenético de mi respiración.
La salida estaba cerca.
Podía ver una puerta entreabierta al final del pasillo. Un pasillo estrecho, de paredes frías y mohosas.
Pero entonces... Un disparo. El estruendo nos paralizó. Un dolor agudo rasgó el aire.
—¡Kno! —grité, sintiendo su cuerpo tambalearse.
Mi corazón se detuvo. Kno se llevó una mano al costado. La sangre se filtraba entre sus dedos.
No... no podía ser...
—Sigue corriendo —gruñó, obligándome a seguir avanzando.
Pero yo no iba a dejarlo.
—No sin ti —murmuré con los ojos vidriosos.
Él me miró con furia, con desesperación.
—¡Ellie, vete ya!
No lo haría. No esta vez.
Me giré con una rapidez que ni yo sabía que tenía y busqué algo, lo que fuera, para defendernos.
Mi mirada se posó en un tubo de metal en el suelo.
Lo agarré con ambas manos y lo levanté. Él no iba a ganarme esta vez. No iba a volver a tocarme.
—Ven por mí, desgraciado.
Pero en eso, llegaron mis compañeros, atraparon al maldito quien no paraba de decir que todo era una equivocación y que nuevamente estaban roban a su mujer.
Volví a mirar a Kno, me acerqué de inmediato. Mis manos temblaban, la sangre que recorría su cuerpo me paralizó por un instante. Él sonreía, me decía que estaba bien, que odia que no le hiciera caso. Sostuve su mano y como si se tratase de una caricia apaga cayó en mi pierna.
—¡AYUDA!, por favor ayuden a Kno — tres compañeros lo sacaron del lugar cargando y sentí mi cuerpo descansar.
***
El constante pitido de las máquinas monitoreando los signos vitales de Kno era lo único que rompía el silencio en la habitación del hospital. Un sonido monótono, mecánico, pero que significaba que él estaba con vida. No recuerdo como llegué, pero sí de que no estaba tan herida.
Mis ojos ardían de cansancio. No recordaba cuándo fue la última vez que había dormido de verdad. Después de todo lo que pasó, después del terror de aquella noche, de la desesperación de correr, de la sangre, del disparo... no había espacio para el descanso.
Pero ahora, aquí estaba. A salvo.
Lo observé en la cama, con el rostro pálido y las vendas cubriendo su costado. Su respiración era pausada, como si su cuerpo aún procesara el dolor de la herida. A pesar de todo, había salido del peligro. La bala no había dañado órganos vitales, y los médicos aseguraron que, con reposo, se recuperaría por completo.
Mis dedos, temblorosos, se aferraban a su mano. No me atrevía a soltarlo.
No quería soltarlo.
El hospital estaba en penumbra. La tenue luz azulada de los monitores dibujaba sombras en las paredes blancas. El ambiente olía a desinfectante y a medicamento. Afuera, la noche seguía su curso, indiferente a todo lo que había pasado.
Bostecé sin darme cuenta. Mis párpados pesaban, pero me resistía al sueño. Por suerte llevaron al hombre lejos de mí, cumpliendo su condena. Pero no debía dormirme.
¿Qué tal si despertaba y Kno ya no estaba?
¿Qué tal si todo esto era solo un frágil momento de calma antes de que algo peor sucediera?
Pero mi cuerpo no resistió más.
El cansancio me venció lentamente, arrastrándome a un sueño inquieto, aún sosteniendo la mano de Kno.
En medio del miedo y la incertidumbre, me sentí un poco menos sola.
***
—En verdad que hermosa — unas palabras suyas fueron suficientes para despertarme de golpe. Lo abracé con mucha fuerza.
—No saldré si me sigues apretando la herida Ellie. — murmuró de dolor y pedí disculpas. Estaba muy contenta de que abriera los ojos.