Por fin estaba en casa,
Al cerrar la puerta detrás de mí, solté un suspiro, apoyando la espalda contra la pared. El ambiente era familiar, pero al mismo tiempo sentía que algo en mí había cambiado. Me llevé una mano a los labios, tocándolos con suavidad.
El beso.
No podía sacarlo de mi cabeza.
No era solo el hecho de que había sucedido nuevamente, este beso quizás no fue el primero, sino que significaba algo mucho más. ¿Acaso estaba realmente avanzando? ¿Permitirme sentir algo nuevo? Había pasado tanto tiempo desde que Harper dejó de ser parte de mi vida que, por un instante, la idea de volver a enamorarme me parecía extraña.
Di unos pasos hacia la sala, sintiendo el eco de mis propios pensamientos golpearme.
A pesar de todo, de haberme convencido de que ya no quedaba nada entre nosotros, una sombra de su presencia todavía rondaba en mi mente. No porque lo extrañara, sino porque el dolor de lo que había hecho seguía tatuado en mi pie.
Exhalé despacio y cerré los ojos, dejando que las palabras surgieran en mi interior, como si pudiera decírselas a él, aunque nunca las escuchara.
"A pesar de que ha pasado tanto tiempo, aún recuerdo el olor de tu perfume y los cálidos momentos que compartimos. Pero creo que es hora de soltarte. Mientras yo me rompía en pedazos, tú ya habías comenzado una nueva vida, incluso antes de que yo me enterara. Y si algún día se te ocurre reclamarme por seguir adelante, por atreverme a vivir, recuerda que no tienes derecho. No hay prueba, excusa ni justificación que pueda cambiar el hecho de que fuiste tú quien destruyó lo nuestro."
Abrí los ojos.
Sentí un pequeño nudo en la garganta, pero al mismo tiempo, algo en mi interior se sintió más ligero. Tal vez era eso lo que necesitaba decir, lo que necesitaba admitir.
Miré alrededor de mi casa, tratando de encontrar en cada rincón la sensación de hogar. No sabía qué pasaría ahora, no sabía si lo que sentía por Kno era el inicio de algo o solo una ilusión pasajera. Pero, la idea de intentarlo no me asustaba tanto ahora. Sonreí para mí misma y me dirigí a mi habitación.
Era un nuevo comienzo. Y esta vez, sería solo para mí.
***
Los días pasaron más rápido de lo que imaginé.
Las llamadas con Kno se habían vuelto parte de mi rutina. A veces eran conversaciones cortas, solo para asegurarnos de que todo estaba bien. Otras, hablábamos hasta que el cansancio nos vencía. No volví a escuchar de sus labios una declaración como aquella vez en su casa, pero tampoco era necesario. Lo nuestro iba más allá de las palabras.
Se sentía diferente. Más natural.
Nos encontramos varias veces en la plaza donde el destino nos había reunido después de tanto tiempo. No importaba qué tan ocupados estuviéramos, siempre buscábamos ese momento para vernos, incluso si solo era para caminar en silencio o tomar un café mientras hablábamos de cualquier cosa.
Quizás Kno no había vuelto a pedirme que fuera su novia, pero la forma en que me miraba, la manera en que sostenía mi mano sin necesidad de preguntar, lo decía todo. Tampoco recuerdo que di una aclaración de mi respuesta, pero creo que ya la deduce.
Era más que obvio.
Algunas veces, cuando el trabajo lo permitía, me acompañaba al negocio. Se había vuelto una cara familiar para las empleadas y los clientes. Lo saludaban con la misma calidez con la que lo hacían conmigo, como si siempre hubiera formado parte de ese lugar. Y, en cierta manera, así lo sentía yo también.
Nos iba bien.
En lo personal. En lo profesional. En todo.
La estabilidad no parecía una ilusión lejana. No había rastros de temor ni de incertidumbre. Solo el presente, el ahora. Y eso era suficiente.
***
—Deberíamos vivir juntos.
La frase de Kno cayó en la habitación como un relámpago en medio de una noche tranquila. Levanté la mirada de mi taza de café y me encontré con sus ojos fijos en mí, sin titubeos, sin un atisbo de duda.
—¿Vivir juntos? —repetí, como si necesitara confirmar que había escuchado bien.
Él asintió.
—Sí. Tiene sentido, ¿no? Pasamos la mayor parte del tiempo juntos, ya sea en tu negocio, en mi casa o en la plaza. A veces termino durmiéndome en tu sofá y tú en el mío. ¿No crees que sería más fácil si simplemente compartiéramos un solo espacio?
—¿Más fácil? —arqueé una ceja.
—Más lógico. Más cómodo. Más... nosotros.
El "nosotros" me golpeó de una manera extraña. No era una palabra desconocida entre nosotros, pero en este contexto, sonaba más fuerte. Más definitiva.
—Kno, esto no es algo que se decide de la noche a la mañana.
—Lo sé. —Se apoyó en la mesa y entrelazó sus dedos—. No te estoy pidiendo que hagas las maletas ahora mismo. Pero quiero que lo pienses. Quiero que lo consideres, porque yo ya lo hice.
Suspiré.
—No sé si estoy lista para...
—Para compartir tu vida con alguien otra vez. —Completó mi frase con una voz suave. No era un reproche, era un hecho.