El balcón ya estaba helado bajo mis pies descalzos, pero no me moví. Me quedé allí un poco más, apoyada en la baranda, con los brazos cruzados sobre el pecho, como si pudiera protegerme de algo que ya se había instalado adentro.
Adentro... no hacía frío. Pero yo sí tenía frío.
La brisa arrastraba los sonidos de la ciudad en la noche: un claxon lejano, la risa de algún grupo caminando, el eco breve de pasos sobre la acera. Todo parecía seguir su curso mientras yo me sentía suspendida, varada en una pausa emocional.
Cuando finalmente me decidí a entrar, lo hice sin pensar mucho. Cerré la puerta del balcón y caminé despacio por el departamento en penumbra. Y entonces, escuché mi nombre.
—Ellie...
Me detuve. No por sorpresa, sino por costumbre. Por el reflejo de responder cuando alguien que has amado dice tu nombre, incluso cuando ya no estás segura de qué sientes.
Me giré apenas, y lo vi. Kno, de pie, despeinado y con la expresión cansada de quien no ha dormido bien en días. Se acercó con pasos lentos, como tanteando el terreno.
Y de pronto, me abrazó.
Lo hizo sin aviso, con fuerza, como si temiera que me disolviera si no me sostenía en ese momento. Su pecho contra el mío, su respiración agitada cerca de mi cuello. Sus manos presionando suavemente mi espalda, como si buscara encajarme otra vez en su vida desde ese contacto físico.
No supe qué hacer. No levanté los brazos. No lo rechacé. Me quedé quieta, sintiendo su cuerpo contra el mío, pero sin lograr sentir algo real en mí.
—Perdón —susurró, su voz temblando un poco, como si le costara decirlo—. No sé qué me pasa, Ellie.
Cerré los ojos. No por emoción. Por cansancio.
—He estado distante, seco, raro. Y no está bien —continuó—. No está bien para ti. Y tú... tú no mereces esto.
Su tono era honesto. Lo supe por cómo le tembló la voz, por cómo bajó la cabeza hasta apoyar su frente contra mi hombro.
—Creo que... empecé a sentir celos —dijo de pronto, con una risa seca, rota—. Es ridículo. Como un niño estúpido. No sé por qué.
Hizo una pausa. La clase de pausa donde uno espera una respuesta, una reacción, una palabra.
No se la di.
—Me molestó ese tipo que te llamó. No por él. Por cómo me sentí yo. Me vi a mí mismo actuando como alguien que no reconozco. Como si no supiera confiar. Como si te tuviera, pero al mismo tiempo no pudiera tenerte del todo.
Se apartó un poco. Lo suficiente para verme a los ojos.
—Pero ya estoy bien —dijo, con una sonrisa que buscaba la mía—. Ya lo entendí. Es eso, solo fue eso. Quiero que estemos bien, Ellie. De verdad.
Me miraba con la esperanza desesperada de quien cree que acaba de arreglar algo, sin notar que el daño no está en la superficie.
Pero yo no sentía nada.
Nada que se pareciera al alivio.
Nada que se pareciera al amor.
Solo recordaba la imagen de Harper, su mano entrelazada con la de otra mujer, en nuestro lugar. Su risa en el viento de aquel mirador. Y yo aquí, con Kno frente a mí, tan sincero, tan dispuesto... y tan lejano de lo que necesito.
Lo miré. No con rabia. No con tristeza. Sino con un vacío tan grande que dolía más que cualquier reproche.
No dije nada.
Ni un "está bien".
Ni un "gracias".
Ni un "yo también".
Solo silencio.
Y ese silencio fue como una grieta. Como si el suelo comenzara a abrirse debajo de nosotros y él no supiera si saltar o quedarse quieto.
Kno me buscó un segundo más con los ojos. Yo no le di nada.
Entonces su expresión cambió, muy sutilmente. Fue como ver una vela apagarse por una ráfaga invisible. Bajó los brazos, dio un paso atrás. Asintió como si entendiera algo aunque no sé si de verdad lo hizo, y sin decir nada más, se giró y caminó hacia la cocina.
Escuché el agua del grifo. El sonido del vaso contra la encimera. Y luego nada.
Me quedé allí, en el cuarto, como si mi cuerpo necesitara más tiempo para procesar lo que acababa de pasar.
No era rechazo lo que sentía. Era... desconexión. Como si él hubiera llegado a tiempo para una versión de mí que ya no estaba.
Como si él viniera con una disculpa para una herida que ya no duele no porque sanó, sino porque ya no se siente.
Y en ese instante lo supe, de forma clara y cruel:
No me rompí por Kno.
Me apagué con él.
Y no sé qué es peor.
No sé por qué, no sé en qu momento, pero mi cuerpo y mi mente ya no estaban en Barcelona, ya no estaban con kno… recordaba a Harper y todo lo que había vivido con él. Lo extrañaba quizás, en verdad sentía eso y no me gustaba la idea de que él ahora, esté feliz con otra persona… persona que no sé cómo es que me parece conocida.
Un golpe en la puerta me hizo salir de mis pensamientos, era Kno, quien estaba con ojos rojos, sentí su mirada en mí, pero no sentía lo mismo, era como si algo en mí evitaba o había cortado todo lazo con él y me dolía de cierta manera.
Se sentó en la cama, con el baso de agua que se trajo de la cocina, m miró nuevamente. —No entiendo cual es el maldito problema que tienes ahora Ellie. —soltó en tonos muy elevados.
—Yo no entiendo que pretendes ahora al disculparte, ¿quieres que nuevamente te perdone? —me acerqué.