-¡No, papá! -suplico a sus pies, un río de lágrimas dificultándome la visión.
-¿Qué me has llamado, estúpida niña? ¿¡Cuántas veces quieres que te diga que no soy tu padre, joder!? -grita antes de darme una fuerte patada en el estómago.
No contesto, no hablo, no hago nada. Simplemente me quedo inmóvil recibiendo los golpes de mi padre.
(...)
-¡Abre la puta puerta, Talía! -escucho los gritos de mi hermano Ismael.
-¿Qué coño haces tanto tiempo ahí, jodida niña? -dice ahora Roberto.
Mis manos tiemblan y la cuchilla cae al suelo. La sangre cubre la bañera y abro el grifo de esta rápidamente, permitiendo que las lágrimas salgan a la superficie. Paso una toalla por mis cortes y me bajo las mangas de mi sudadera, antes de abrir la puerta y enfrentarme a mis dos hermanos.