Dos corazones de hielo

4.2; La pesadilla y el bosque

::Talía's POV::

Caigo en los brazos de Morfeo casi instantáneamente, y empiezo a tener una pesadilla en la que mi padre me golpea mientras mi madre observa tranquila, casi se podría decir que una sonrisita adorna su rostro. Pero, cuando este va a asestarme un puñetazo en el estómago, me despierto jadeando. Salgo de la cama y empiezo a dar vueltas en la habitación vacía. Necesito aire, desprenderme de esta sensación de agobio que me asfixia. Intentando no hacer ningún ruido, abro la puerta y, trás comprobar que nadie me ha visto, bajo las escaleras y busco la puerta principal. Pero en vez de esta, llego a la cocina, donde también hay una puerta. La abro con mucho cuidado, extrañada de que nadie me haya notado. Delante de mí, un bosque de pinos se extiende a lo largo. Sin pensarlo ni un segundo, salgo de la casa y comienzo a caminar entre los árboles, sintiendo el aire fresco de la noche inundar mis pulmones. Cuando era pequeña solía tenerle miedo a la oscuridad, pero me sorprendo al notar que esta ya no es un problema para mis ojos.

No sé cuánto tiempo llevo andando cuando oigo un ruido, algo así como hojas secas crujiendo. Me paralizo al instante.

-¿Conor? ¿Marco? -se hace el silencio de nuevo-. ¿Rosaly? -trago despacio.

Me dispongo a volver a la casa, pero me doy cuenta de que me he perdido. Por más que ando no logro salir del espeso bosque. Entonces otro ruido llega a mis oídos, y dejo de andar. Esta vez escucho pasos, pisadas que se acercan cada vez más a mí. Echo a correr todo lo rápido que mis piernas me permiten, pero tropiezo con una raíz y caigo al suelo. Noto la presencia de la criatura más cercana, y me acurruco contra un árbol, maldiciéndome a mí misma por haber salido de la casa. Entonces atisbo, en la oscuridad, un par de ojos anaranjados, demasiado rasgados y grandes como para ser humanos o vampíricos. Me quedo muy quieta, aguantando la respiración, pero no sirve de nada, puesto que ya me ha visto. Me levanto apoyándome en el árbol y, cuando finalmente me doy cuenta de lo que se trata, el miedo se apodera de mí. El lobo de pelajes pardos me mira intensamente, mientras saliva cuelga de su mandíbula entreabierta, que me deja ver los afilados colmillos que guarda dentro de ella.

-No te acerques -murmuro casi sin voz.

El animal ladea la cabeza y emite un gruñido que me deja helada. Empiezo a andar hacia atrás en el momento en el que el lobo comienza a acercarse a mí lentamente, acechándome con sus ojos naranjas que brillan en la oscuridad. Entonces salta hacia mí y doy un respingo, echando a correr tan rápido como puedo. Corro y corro entre la oscuridad de este bosque, pero nada puedo hacer. La criatura da un brinco más y me tira al suelo, antes de morder con fuerza mi costado. Suelto un grito desgarrador de dolor y de miedo, que hace eco en mis oídos. Voy a revolverme del lobo pero ha desaparecido, estoy sola y malherida, en mitad de un bosque y de madrugada.

El dolor se extiende por todo mi abdomen, y me llevo una mano hacia la herida. La sangre fluye y se cuela entre mis dedos, y entonces pienso que tal vez ha llegado la hora de que me despida del mundo que sólo ha sabido burlarse de mí. Empiezo a perder el conocimiento, siento como si la oscuridad me llamara con voz dulce. Pero otra voz, no tan dulce, consigue espabilarme un poco. Alguien dice mi nombre, y me coge la cara. Unos ojos azules inundan mi campo de visión.

-¿Conor? -logro pronunciar.

El vampiro me levanta del húmedo suelo y me acurruca contra su pecho. Lo último que veo antes de ser arrastrada hacia las sombras son los ojos de Conor, que me miran con una mezcla de furia y preocupación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.