Dos corazones de hielo

6.2; Deseo y culpabilidad

::Conor's POV::

Sus pensamientos invaden mi cabeza y salgo de la habitación, procesando algunas cosas que he oído de la mente de Talía. Marco ha ido a echar un vistazo por los alrededores, a ver si ve algo fuera de lo normal, Rosaly simplemente se arregla su sedoso pelo rubio y Venia está sumergida en libros de hombres lobo. Me dirijo al bosque y rápidamente encuentro a un conejo que intenta huir cuando me ve, pero no le sirve de nada. Con un movimiento rápido, le corto el cuello.

Cuando entro a la casa me doy cuenta de que Marco ya ha vuelto, y que se encuentra con Talía y Rosaly en el sofá charlando tranquilamente. En el momento en que me ven con el conejo muerto en la mano, se callan inmediatamente, y los ojos de Talía se abren con una expresión de deseo y asco a la misma vez. Me acerco a ella y su hambre me golpea.

-N-no voy a comérmelo así -murmura.

-Me temo que es lo que hay, o lo tomas o lo dejas -digo tendiéndole al animal.

La chica traga despacio. Su nuevo instinto lobuno la empuja a cogerlo, pero en cuanto lo tiene entre sus manos, empieza a temblar ligeramente. No quiere hacerlo, es más, siente lástima por el pequeño animal. Pero también desea comérselo, su estómago se lo pide. Con asco, retira la piel del conejo y lo muerde, sus caninos notablemente afilados, aunque no tanto como los de un vampiro. En cuanto lo prueba, se llena de lujuria y lo devora en un minuto, tan sólo dejando los huesos. Rosaly y Marco me miran asombrados. Cojo los restos del mamífero y los arrojo por la ventana. De repente Talía empieza a llorar, y Rosaly le limpia la boca con un pañuelo.

-Soy un monstruo -masculla.

-Eres una bruja-mujer lobo, que es distinto -salta Rosaly.

"Vaya manera de consolarla", me digo, y una risa suave se escapa de mis labios, haciendo que Marco me mire de mala manera.

-Eres un maldito insensible -me reprende.

-Te aseguro que sé mejor que nadie cómo se siente, porque yo mismo puedo sentirlo. Puedo, si me lo propongo, saber lo que piensa, Marco, cosa a la que tú no tienes acceso debido a la barrera que hay en su mente.

-Vaya, cosa del vínculo, que Venia eliminará en cuanto ella esté estable -comenta Rosaly.

Marco agacha la cabeza y mira a Talía, que sigue llorando en silencio. Culpabilidad y remordimiento provenientes de la cabeza de la muchacha se cuelan entre mis sentimientos.

-Quiero volver a Aguas de Cristal -lloriquea.

Aguas de Cristal es el pueblo donde la encontré, situado a las afueras de Madrid y medianamente cerca de mi casa.

-¿Quieres que tu padre vuelva a pegarte y que tus hermanos te humillen? -pregunto sin recordar que esa información la extraje de su cabeza.

Me lanza una mirada llena de odio y temor, y aprieta los puños, clavándose las uñas en las palmas de las manos y provocando que un hilillo de sangre salga de cada corte. Mis colmillos se afilan al instante, y me pasó la lengua por estos.

-Conor -me llama Venia, que ha aparecido de la nada-. Vas a tener que controlarte, si no quieres que me arrepienta de haberle dado tu sangre.

Haciendo todo el esfuerzo del mundo, me alejo varios metros de Talía y retraigo mis caninos.

-He averiguado algo -dice la anciana, consiguiendo la atención de todos-. Sólo la poderosa bruja Magda, madre de Talía, y algunas brujas de su aquelarre son conscientes de la existencia de esta. Su padre no sabe que tiene una hija.

Al oír esto, los ojos de Talía se abren y se posan en Venia.

-¿Quién es el padre? -pregunta Rosaly.

-No lo sé todavía. Solo espero que no sea de la manada del lobo que la mordió. Supongo que tendréis que llegar hasta Magda para averiguarlo. Pero antes de ir a ningún sitio, debo enseñarle a Talía algunas cosas.

-Pues, ahora que lo dices, cuando he salido al bosque no he encontrado ningún rastro de hombres lobo -dice Marco.

De repente, un ruido hace que nos alertemos todos, y, agudizando mi oído, logro captar el sonido de un corazón que late fuera de la casa. El pulso es fuerte y constante, y se acerca cada vez más a la puerta. Entonces, de un golpe, esta se abre y, al otro lado del umbral, un muchacho fornido de largos cabellos castaños y ojos del mismo color nos observa.

-Venimos buscando a la chica.




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