Dos corazones de hielo

7.1; Malas pulgas

::Talía's POV::

La mirada de aquel atractivo chico se clava en mí, provocándome escalofríos. Conozco esa mirada de algo... Oh, no. En cuanto el pensamiento cruza mi mente, sé que Conor lo ha oído. Sin esperar ni un segundo, el vampiro saca sus colmillos y se abalanza hacia el muchacho.

-¡Tú eres el maldito hijo de puta que la mordió! -gruñe mientras tira al hombre lobo al suelo.

Me acurruco contra el sofá y Rosaly se sienta a mi lado, colocando una mano sobre mi espalda. No soy muy fan de la violencia, y me tapo los ojos cuando Conor le asesta un puñetazo en el rostro al chico. Entonces, los dos empiezan a gritar llevándose las manos a la cabeza. Miro a Venia, a sabiendas de que les está haciendo lo mismo que me hizo a mí el día que llegué, provocando que mi cabeza casi explotara.

Solo cuando los dos se han separado varios metros, Venia cesa sus poderes.

-Venimos de parte de Magda -en cuanto el hombre lobo pronuncia el nombre de mi supuesta madre biológica, Venia clava los ojos en él.

-¿Dónde están los otros? -pregunta Marco furioso.

-Me esperan afuera. No dudarán en venir y llevarse a la chica por la fuerza si me atacáis de nuevo -contesta aún con la respiración entrecortada, y observo cómo su ojo derecho empieza a adquirir un tono púrpura.

Todos clavan sus miradas en mí.

-Quiero conocer a la que decís que es mi madre -afirmo.

Marco y Conor se miran durante algunos segundos.

-Ella no está preparada aún -dice Venia-. No sabe nada acerca de la magia y apenas acaba de sufrir la transición. Todavía está muy débil.

-Por tu culpa casi muere... maldita bola de pelo -masculla Marco.

-Me llamo Héctor -rechista mirando a Marco-, y lo siento, pero no puedo controlarme en luna llena -me mira a mí ahora un poco culpable.

Yo simplemente lo miro. Es realmente guapo. Dios mío, ¿hay alguna criatura sobrenatural que no sea hermosa? Entonces noto que Conor me asesina con la mirada y poso mis ojos en el suelo. Si las miradas mataran, ya estaría más que muerta.

Y me pregunto: ¿por qué Conor puede oír lo que pienso y yo no? Tal vez yo solo puedo indagar en sus recuerdos, mientras que él puede escuchar mis pensamientos. Definitivamente tengo que aprender a no pensar tan fuerte.

-Magda quiere ver a su hija -rompe el silencio Héctor.

-¿Y por qué ahora? Quiero decir, me abandonó cuando era un bebé y ni siquiera se ha preocupado por mí hasta ahora. ¿Qué ha cambiado? -pregunto con rabia notando cómo mis ojos se cristalizan.

-Has descubierto el mundo de la noche, pequeña Talía. Justo lo que tu madre quería que no ocurriese. Tan solo espero que no me mate por haber activado tu transición -murmura mirando al suelo.

-Eso si no te mato yo antes -contesta Conor con una sonrisa cínica.

"Conor", pienso, sabiendo que me escucha. Efectivamente, al instante me mira y baja la cabeza.

-Debemos partir ya -dice Héctor mirándome.

Los vampiros y la bruja se miran entre sí, y esta última asiente con la cabeza. Yo solo miro confusa de un lado a otro, intentando descifrar sus serias miradas.

-Talía, cámbiate de ropa y coge tu mochila, nos vamos -me ordena Conor.

Yo asiento y me levanto, pero en cuanto hago esto me mareo y vuelvo a caer en el sofá, con las manos sobre mis ojos.

-¿Estás bien? -me pregunta Rosaly.

-Sí, solo me he mareado, eso es todo -contesto y la vampiresa mira con preocupación a Conor.

Me levanto de nuevo y esta vez camino hasta las escaleras sin problemas. Llego a la habitación verde y me arrodillo ante mi desgastada mochila que se encuentra en un rincón de esta. La abro y comienzo a buscar dentro de ella la poca ropa que me eché. Saco mis shorts favoritos, una camiseta celeste de mangas cortas y una sudadera holgada rosa chicle, y me los cuelgo en el brazo. No llevo mucha más ropa, así que tendré que cuidar bien la que tengo. A continuación, cojo mis deportivas, que se encontraban debajo de la cama, y busco el baño por el pasillo.

Tras entrar en varias habitaciones lo encuentro y entro en él, cerrando la puerta. Me miro al espejo y me asusto de mí misma. Ojeras enmarcan mi rostro y mi sedoso cabello naranja se encuentra enmarañado y sin brillo, cayendo sin forma por mi espalda. Normal que esté así, llevo sin apenas asearme no sé cuantos días. Sin pensarlo dos veces, deposito las cosas sobre el inodoro y abro el grifo de la ducha. Me desprendo del camisón blanco y observo mi silueta en el espejo. Mi tripa casi se une con mi espalda, de lo delgada que estoy. La razón por la que no como no es porque me vea gorda o algo así, es mucho más complicado que eso. Simplemente no me quedan fuerzas para vivir. Aunque eso es ahora, mi época de bulímica fue otra cosa.

De la mordedura solo queda una apenas visible cicatriz, que palpo sin cuidado para comprobar que ya no me duele. Finalmente, me quito la ropa interior y me meto en la ducha, bajo el chorro de agua caliente que hace que las heridas de mis muñecas comiencen a escocer. Por una parte se siente jodidamente bien, el agua me reconforta y a la vez me alivia. Vierto champú del único bote que hay en mi mano, y me froto el pelo y el cuerpo.




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