Dos corazones de hielo

8.1; ¿Qué ha cambiado?

::Conor's POV::

Me tapo los oídos cuando un aullido desgarrador surge de la garganta de Talía. A partir de este momento todo es un caos. Magda empieza a pronunciar algunas palabras en latín mientras que los demás permanecemos con las manos en las orejas. Pero ya no reconozco a Talía. Sus ojos están completamente amarillos y salvajes, sus colmillos se han alargado, al igual que sus uñas, y su cabello luce revuelto. Sigue aullando y aullando, pero cada vez los aullidos son menos audibles, hasta que se convierten en un sollozo constante.

-Mierda, Conor, haz algo -dice Rosaly, al ver que Talía no se tranquiliza.

-¿Por qué yo? -protesto.

-Porque tú tienes el maldito vínculo, haz que sirva para algo -gruñe Marco.

-¿Bebió tu sangre? -dice Magda furiosa.

-¡Tuvo que hacerlo, o habría muerto! -exclama Rosaly, y veo cómo Héctor agacha la cabeza.

Todos me observan mientras camino despacio hasta la chica, que yace a un lado del sofá.

¿Y ahora qué hago? Piensa, Conor, piensa.

Me siento a su lado y, cogiéndola de la barbilla, la obligo a que me mire. Sé que cuando lo haga, probablemente viaje a algún recóndito lugar de mis recuerdos, así que esta vez elijo yo cuál va a ser. En cuanto nuestros ojos establecen el contacto, visualizo uno de los pocos buenos recuerdos que mi mente alberga.

Ese dulce día de primavera, demasiado caluroso para lo acostumbrado en Inglaterra, corría con Phil, mi hermano pequeño, por un verde prado salpicado de florecillas de vivos colores. Jugábamos al pilla-pilla, justo como lo que éramos: críos. El sol brillaba y tostaba nuestras blancas pieles, no hechas para estar al sol, y el cielo estaba tan azul como mis ojos y los de mi hermano. Me divertía alborotando los rizos rubios de Phil, mientras que él no llegaba a mi cabeza, y se enfadaba. Me hacía pucheros y después se reía cuando me agachaba y le dejaba que removiera mi cabello.

Cuando vuelvo al presente observo que Talía se ha calmado. Me mira e inexplicablemente un escalofrío recorre mi espalda. Sus ojos vuelven a ser del más brillante verde, y su expresión se ha dulcificado. Es realmente hermosa...

Entonces escucho sus pensamientos. Mi cercanía la asusta, piensa que voy a morderla como la primera vez que lo hice, pero me he jurado no volver a hacerlo. Necesito hacerle saber que no voy a herirla, sólo que no encuentro la manera. Cada vez que hablo con ella intento parecer calmado, pero en realidad no sé que me pasa, que mis labios se secan y mi respiración se acelera. Con trabajo, consigo mantenerme fuera de su cabeza. Miro alrededor y todos tienen sus miradas fijas en mí, en nosotros.

-¿Qué? -suelto secamente.

-¿Cómo lo has hecho? -pregunta el alfa.

-No te incumbe.

Y con esto, salgo de la casa. A un lado de esta, se encuentran todos los hombres lobo, pero los ignoro y me dirijo hacia el pueblo. Necesito terriblemente alimentarme, no sé cuanto tiempo llevo sin hacerlo. No suelo atrapar a mis víctimas de día, pero esta vez no me queda más remedio. Justo cuando atravieso una larga calle, atisbo a una chica de unos quince años cruzando un paso de peatones. Sonrío. Aprovecho que no hay nadie y me acerco hasta la muchacha a una velocidad sobrehumana, de manera que da un salto cuando me planto delante de ella.

-¿Quién eres? -pregunta frunciendo el ceño.

-Un vampiro -digo sonriendo y observo su reacción.

Su expresión se suaviza y suelta una carcajada.

-Y yo qué soy, ¿un hada? -esas palabras me recuerdan a Talía, pero aparto rápidamente el pensamiento de mi cabeza.

-Vas a obedecer todo lo que te diga, sweetie -le ordeno mirándola a los ojos castaños directamente y ella asiente despacio.

La cojo y, en dos segundos, estamos en el bosque. Se ve asustada, y su miedo me relaja. Doy un paso al frente al mismo tiempo que ella lo da hacia atrás, chocándose con el tronco de un árbol.

-Pase lo que pase, no grites. ¿Cómo te llamas? -pregunto repitiendo lo mismo de siempre.

Me gusta saber sus nombres. Algunos se quedan en mi cabeza, como el de aquella chica... Nora. Me satisface la sensación de poder que me da cuando mato a alguien. Te sientes superior, y por un momento, invencible.

-Ana -murmura, mirándome.

-Ana... Bonito nombre -le sonrío, mostrándole mis caninos, y su expresión se vuelve pálida al instante-. Ahora no te muevas.

Entonces, ávidamente, me inclino y clavo mis colmillos en el cuello de la chica, que se queda paralizada. El sabor de su sangre es exquisito, pero el dulzor de la sangre de Talía es incomparable. Cuando noto que se tambalea, me separo y la miro a los ojos.

Pero no debí hacerlo. No entiendo. Algo crece dentro de mí que me impide volver a morderle, acabar con su dulce pero corta vida. Sentimientos que yo mismo enterré en el fondo de mi cabeza, están resurgiendo sin permiso, haciéndome sentir cosas por las que ya había renunciado mucho tiempo atrás.

-Por favor -murmura débilmente, con el rostro empapado y sangre derramándose por su cuello.

"Ya has tomado lo que necesitabas, ahora, déjala marchar", dice mi subconsciente.

Me quedo confuso, sin saber qué hacer. Esto nunca me había pasado antes. Trago despacio, aún con el sabor de la sangre en la boca. Su inocente expresión me recuerda tanto a la pelirroja...




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