Dos corazones de hielo

8.2; A mí sí me importas

::Conor's POV::

Necesito romper el vínculo con Talía, es lo que me está transformando, ¿no? Eso es lo que quiero creer.

Llego a la casa y entro sin llamar, encontrándome a mis fieles compañeros en el sofá del salón. Tanto Rosaly como Marco me miran con desaprobación en sus rostros pálidos. Busco el servicio por el pasillo y entro en él para enjuagarme la cara. Cuando me veo en el espejo, un destello de mi hermano Phil recorre mis ojos. No debería haber recordado eso, ahora se quedará en mi cabeza durante días. Mi cara está llena de sangre, que recorre mi cuello y mancha mi camiseta. Abro el grifo y me froto con las manos, agua rojiza cayendo por el desagüe. Cuando termino, vuelvo a enfocar mi mirada en el espejo, concretamente en el chico rubio de aparentemente diecinueve años. Mi pelo está revuelto, y mi mirada es oscura, peligrosa y malvada. Antes solía ser atemorizada, pero eso ya pasó, hace mucho que cambié, y no para bien. Aprieto la mandíbula al recordar lo que era, al recordar a mi padre. Aparto el pensamiento de mi mente y salgo del baño, dirigiéndome de nuevo al salón.

-Conor... -murmura Rosaly, mirándome a los ojos.

-Sé lo que hago, Rosaly. Por cierto, ¿dónde están? -pregunto refiriéndome a Talía y Magda.

-Arriba, Magda le está explicando todo a Talía -habla ahora Marco.

Ando hasta el inicio de las escaleras, y afino el oído. La voz de Magda llega claramente a mis oídos.

-Yo nunca quise abandonarte, Talía. Eras un bebé tan bonito... cuando abriste los ojos y me miraste, yo... me sentí tan orgullosa... Pero entonces vinieron y te arrancaron de mis brazos. Ya me habían dicho antes del parto que, o bien te mataba, o me deshacía de ti. Yo les dije lo segundo, pero nunca pensé en hacerlo. Mi intención era escaparme contigo, pero antes de que pudiera poner un pie en el suelo me arrebataron a mi bebé...

Mi mente toca la de Talía por un segundo, y todos sus sentimientos se agolpan en mi pecho como un torrente. Se siente engañada, miserable y sin ganas de vivir más. Esto último hace que me preocupe de verdad. Necesito hacerle saber que es especial, no sé por qué, pero lo es, aunque tampoco quiero mostrar ningún tipo de sensibilidad, eso podría destruirme.

-No me buscaste -murmura dolida la pelirroja.

-Claro que lo hice, sólo que en el lugar equivocado. Hasta que Héctor te encontró en un pueblo cercano, concretamente en Aguas de Cristal.

-¿Por qué no me sacaste de allí? ¿No sabías, acaso, lo que me hacían mis padres y mis hermanos? -oigo un sollozo escapar de los labios de Talía.

-¿Qué? -pregunta estupefacta la bruja.

-Claro que no lo sabías, nadie lo sabía, sólo yo. Me pegaban todos los días, tengo marcas por todo el cuerpo de las palizas de mi padre. Y tú, mi supuesta madre de verdad, no me sacaste de allí, sino que prolongaste mi sufrimiento. ¿Sabes qué? Debería haberlo hecho, pero no fui lo suficientemente fuerte.

-¿De... qué hablas... hija? -dice Magda con voz quebrada.

Yo sé de qué está hablando; su pensamiento, fuerte y decidido, se cuela entre los míos. No fue lo suficientemente fuerte como para dejar de existir. Puedo sentir la angustia de Talía expandirse por su cuerpo conforme su corazón se acelera. Si no se calma, volverá a perder el control, y tengo que evitar eso. Subo la escaleras de un salto y entro en la habitación en la que se encuentran. Magda me mira con lágrimas en los ojos, y Talía simplemente clava la mirada en un punto fijo de la pared color crema.

-¿Qué haces tú aquí? -Magda se levanta de la silla, dispuesta a usar su magia contra mí.

-Magda, no quiero hacerle daño. Si hubiera tenido esa intención ya estaría muerta, ¿no crees?

-Lo único que creo es que como no salgas de esta habitación te vas a arrepentir de haber entrado.

-Mírala -le digo, refiriéndome a su hija-. Va a perder el control de un momento a otro, puedo sentirlo.

La bruja desvía la mirada a la pelirroja, que se clava las uñas en las palmas de las manos, abriendo las cicatrices de las veces anteriores que ha hecho lo mismo. Entonces me mira y sale de la habitación.

-Talía -saboreo su nombre.

La chica sale de la especie de trance en el que estaba y fija su mirada en mis ojos. Los suyos están ligeramente amarillentos, mala señal. Me acerco lentamente a la silla en la que está sentada, y me muestra sus colmillos de lobo.

-Talía -vuelvo a repetir-. Tranquilízate. No voy a tocarte, te lo prometo. Ahora respira.

La chica suelta aire y mira perdida alrededor. Una lágrima se escapa de sus ojos.

-Conor, quiero romper el vínculo, por favor -suplica, y noto la desesperación en su voz.

La miro a los ojos y me rasco la barbilla.

-Yo también. Créeme, no sabes las ganas que tengo de librarme de tus estúpidos pensamientos.

En cuanto las palabras salen por mi boca me arrepiento de haberlas dicho. Talía baja la cabeza y observo sus mejillas humedecerse, seguido de una sonrisa forzada.

-Por supuesto, mis estúpidos pensamientos. Tranquilo que, si lo que tengo en mente sale bien, no volverás a escucharlos. Ni tú, ni nadie.




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