Dos corazones de hielo

9.1; Recuerdos

::Talía's POV::

Sus ojos me miran queriendo decir algo, pero no logro descifrarlo y, frustrada, salgo de la habitación dejándolo solo.

Necesito un momento de soledad, para poder meditar sobre las palabras de Magda, a la que difícilmente puedo llamar madre aún.

Salgo al pasillo y ando hasta que una puerta llama mi atención. El mango es de oro, y lo abro, dejando frente a mí una escalera bastante empinada. La curiosidad se apodera de mi cuerpo y subo peldaño por peldaño, provocando que estos rechinen bajo mis pies. Cuando llego arriba, me sorprendo al ver cajas que contienen de todo un poco: plantas con olores extraños, utensilios que nunca antes había visto y muchas más cosas cuyos nombres desconozco.

Paseo entre las cajas, y me siento en un viejo sillón rojo. Apoyo la cabeza en el sucio respaldo, sin importarme si lleno de polvo mi pelo. Por el rabillo del ojo atisbo un pequeño objeto afilado encima de una mesita, lo cojo, y vuelvo al sillón. Lo paso de una mano a otra, jugando con él. Entonces lo sostengo entre dos de mis dedos, y lo presiono contra el índice de la otra mano. Una burbuja de sangre surge de la yema de mi dedo, y me lo llevo a la boca, dejando un sabor metálico en esta. La verdad, no sé que sabor le encontrarán los vampiros a mi sangre, porque para mí sabe asquerosa. Paso el utensilio despacio por mi muñeca izquierda, pero no llego a rajar la piel del todo, solo lo suficiente como para que me escueza un poco, y lanzo el objeto lejos de mí. Soy tan cobarde.

¿Qué se supone que voy a hacer ahora? ¿Quedarme aquí, durante cuánto tiempo? No sé si voy a soportar más. Lo que sé es que este horrible vínculo tiene que ser eliminado lo antes posible.

Me levanto del sillón con determinación y bajo las escaleras, cerrando la puerta detrás de mí. Bajo, otra vez, pero esta vez al salón, donde espero encontrar a mi madre, pero no hay nadie. Agudizo el oído y sigo el sonido de su voz hasta la cocina, que es grande y espaciosa. En esta se encuentran ella, Conor y Marco. Todos me miran cuando entro, y odio eso, detesto ser el maldito centro de atención.

-Quiero romper el vínculo, ahora.

Magda mira a Conor con determinación, y este clava sus ojos en los míos. Marco tose ligeramente y sale de la habitación.

-No es tan fácil cómo crees, Talía -dice mi madre.

-Tampoco creo que sea tan difícil cómo insinúas -replico.

-Talía, para romper el vínculo hay que drenarte la sangre hasta que quede limpia, sin ningún resto de la mía -habla Conor con voz ronca.

Una imperceptible sonrisa se forma en mi rostro, pero no una de felicidad, sino de conformidad. Que hagan conmigo lo que les dé la gana, no quiero estar conectada mentalmente a nadie, y menos a un vampiro tan hosco como Conor. Y, si por casualidad, la cosa sale mal y muero, eso que me ahorran.

-¿Por qué Venia no mencionó nada de esto? -pregunto.

-Romper un vínculo no debe suponer mucho trabajo cuando no lleva mucho tiempo, pero en vuestro caso, ese tiempo se ha alargado demasiado, y vuestras mentes se han ido conectando cada vez más. Ahora es más duro separarlas -explica la bruja, mirándome con sus grandes ojos negros.

Me pregunto si habré sacado los ojos de mi padre, ya que mi pelo es igualito que el de Magda.

-Quiero hacerlo -afirmo convencida.

Mi madre suspira y deja caer su mirada al suelo. Conor, cruzado de brazos y apoyado en la encimera de la cocina, sólo me mira fijamente.

-Seguidme -suspira y comienza a andar hacia el jardín. Saca una silla de madera del trastero y me hace un gesto para que me siente. Lo hago y seguidamente entra en la casa sin decir palabra, dejándome sola con Conor. Su fría mirada hace que me estremezca, y miro hacia otro lado. Al cabo de algunos minutos aparece la bruja con algo en la mano que reconozco al instante: se trata del objeto afilado que encontré en la buhardilla. Trago despacio cuando se acerca a mí.

-Magda, voy a irme -afirma Conor.

-Si te vas, no funcionará el hechizo.

La bruja se saca un botecito del bolsillo y comienza a hacer un círculo en el suelo con su contenido, que es un polvo grisáceo, rodeándonos a mí y a Conor.

-Toma -le tiende Magda el objeto a Conor, pero este no lo coge.

-Magda...

-Es la única manera, Conor. Cuanto más lo prolonguéis, más duro será separar vuestras mentes después, hasta que llegue a un punto de no retorno. ¿Quieres eso?

Noto como aprieta la mandíbula y coge la especie de cuchilla, sin vacilar. Entonces clava sus ojos en los míos, pero rápidamente los aparta, seguramente, no queriendo que me vuelva a colar en sus recuerdos.

-Corta verticalmente cada uno de sus antebrazos.

-¿Verticalmente? -pregunto, tragando saliva.

-Es más eficaz así. Aparte, sanará rápido.

Asiento, notando cómo mi cuerpo se enfría. Retiro todo lo dicho anteriormente, por muchas ganas que tenga de desaparecer, no estoy preparada para hacerlo. Es ahora cuando me doy cuenta de que apenas acabo de encontrar a mi verdadera madre, de que puede que haya llegado el momento de que empiece una nueva vida aquí, con ella. Quizá al final no sea tan malo...

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando Conor se arrodilla a mi lado. Empiezo a respirar entrecortadamente. ¿Y si no puede controlarse? Lo miro a los ojos y me sorprendo al encontrar fuerza en ellos. Me coge un brazo con cuidado, y sostiene el objeto contra este, sin ejercer mucha fuerza aún.




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