Dos corazones de hielo

10.2; Historias

::Talía's POV::

Miro la vela concentrada.

-Unus, duo, tres, inflammet -pronuncio despacio, sin resultado.

La llama sigue sin encenderse.

-Visualízalo, Talía -me ordena Magda.

Trago saliva y lo vuelvo a intentar, imaginándome a la vela encenciéndose sola.

-Unus, duo, tres, ¡inflammet! -digo, esta vez con más énfasis, y una pequeña llama surge en el centro de la vela.

Sonrío emocionada por mi avance en la magia.

-Bien -me apremia mi madre-. Creo que ha sido suficiente por hoy, bajemos al salón.

La sigo por las escaleras y, cuando llegamos al salón, nos topamos con Héctor.

-¿Has descubierto algo más? -le pregunta mi madre.

No había visto al alfa desde que perdí el control de mí misma cuando vi a mis padrastros por primera vez en la televisión.

-Mi manada y yo nos hemos recorrido toda la periferia de Madrid y, efectivamente, hay coches patrulla dispersos. Debemos tener cuidado, nadie puede verte, Talía -dice ahora mirándome con sus ojos castaños bien abiertos- ¿Tu... pelo? -pregunta confuso.

-Lo corté -contesto con simpleza y entro al salón, dejando a los dos solos.

Una pregunta lleva rondando mi cabeza desde que conocí a Magda: ¿quién es mi padre, y por qué nadie menciona nada de él? Me da miedo preguntar, porque me asusta tener un padre de verdad, uno que realmente podría tratarme como a una hija aunque, seguramente, eso nunca pase.

Atisbo a Marco en el sofá, aparentemente meditando. Me acerco a él y me siento a su lado, haciendo que me mire y esboce una sonrisa.

-Quiero que me cuentes tu historia -le digo.

-¿Qué...qué historia? -pregunta sabiendo perfectamente a lo que me refiero.

-Un día me dijiste que cambiaste debido a una larga historia -contesto evocando nostálgicamente nuestra primera conversación.

Sus labios se crispan en una sonrisa que no alcanza a sus bonitos ojos de ese color tan peculiar.

-Todo sucedió diez años después de que me convirtieran en vampiro, dos años después de conocer a Conor, exactamente en el año mil novecientos doce. Ella frecuentaba un bar poco conocido para los humanos, pero bastante usual para los vampiros. Era ingenua, y no era consciente de donde se metía. Ni siquiera sabía del mundo de la noche hasta que nos conocimos una tarde de primavera. Su nombre era Celeste, y emanaba feminidad y dulzura, ella era única -relata mirando a un punto fijo de la habitación-, pero entonces ocurrió: caí profundamente en las garras del amor, y lo mismo le pasó a ella. Ambos nos veíamos durante noches clandestinas, ya que el día me debilitaba, y yo necesitaba toda mi energía para verla a ella, para fundirla con ella. Desde ese momento en el que la conocí, supe que debía dejar de alimentarme de humanos tan a menudo, y pasé a beber sangre animal como dieta básica, aunque de vez en cuando mordía a alguna persona para reforzarla, pero nunca llegando a matarla. Todo iba perfecto, según lo planeado, pero, un día algo frío de invierno, me quedé esperándola en aquel árbol tan especial para nosotros durante más tiempo de lo normal, ansioso. No aparecía, y eso me preocupó, así que, buscándola por todas partes, finalmente la encontré, inmóvil, sobre el frío pavimento de un callejón cercano con mordeduras en el cuello y hematomas en las muñecas. La habían forzado y después se habían alimentado de ella, matándola junto con mi alma. Toda la ilusión que llevaba esperando durante semanas se desvaneció, y mi corazón quedó roto en mil pedazos. Esa noche la iba a convertir; esa noche iba a marcar el principio de nuestra vida juntos, cosa que nunca sucedió.

Una lágrima se desliza por mi mejilla, que seco rápidamente con mi puño.

-L-lo siento... -susurro.

-Y yo... Todavía lo siento tanto. Creo que sigo enamorado de ella... -confiesa muy bajito.

-Siempre quedará algo en tu corazón, por mucho tiempo que pase. Sólo tienes que aprender a vivir con el recuerdo -digo.

-Su recuerdo me lleva persiguiendo más de cien años, es agotador.

-Eso es porque no la has dejado marchar, te sigues aferrando a ella. Tienes que despedirte definitivamente de Celeste.

Cuando pronuncio su nombre, Marco aprieta la mandíbula.

-Supongo que tienes razón. Me sorprende que reflexiones así sobre algunos aspectos de la vida, eres tan joven... ¿Sabes? Una parte de ti me recuerda a ella.

Desvío la mirada al suelo sin saber qué decir. Entonces aparece Rosaly en el umbral de la puerta, y Marco se marcha. La vampiresa se acerca y se sienta a mi lado.

-Marco ha pasado por mucho, ahora ya sabes su historia -dice esbozando una sonrisa triste.

-Me da la sensación de que aquí todos hemos pasado por algo, incluso tú -repongo mirándola directamente a los ojos.

-Bueno... es algo de lo que prefiero no hablar.

-Comprendo, a mí tampoco me gusta hablar de... ya sabes, mis padrastros.

-Sí, es complicado... Pero lo mío fue también culpa mía.

-¿A qué te refieres? -digo no entendiéndola del todo.

-La decisión de convertirme en vampiro la tomé yo, no como Conor y Marco.




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