Después de clases iba caminando por el pasillo con la esperanza de encontrar a esa bella chica, cuando vi que unos de sus compañeros estaba jugando con su libro, me enfadé demasiado al ver que no tenía un poco de cuidado e inmediatamente fui a su encuentro.
- ¿Qué haces con el libro de Alondra?. - con el ceño fruncido me dirijo a él.
- Lo encontré en su mesa pero ella se había ido ya. - mostró despreocupación ante la situación.
- Dámelo, yo se lo entregaré. - el chico parecía debatir en si debería darme el libro o no, lo cual hacía que me desespere.
- Bueno, esta bien... Ten, pero si no se lo entregas le diré que te lo llevaste. - respondió con recelo entregándome el libro.
- Claro, no te preocupes. - Le dije sonriendo para mi mismo, la idea de tener una excusa para poder ver a Alondra me hace feliz.
Con el libro ya en mi poder, tomé una hoja de papel para poder escribir una nota que decía:
Por mucho tiempo solo pude verte a la distancia, sintiendo no ser digno de ti, o no ser tu tipo, pero sabes... Tan solo una sonrisa tuya alegra mi día, aunque seas una engreída, eres preciosa aun cuando estas enfadada y ojo que eso es constantemente.
PD: Se que mi manera de acercarme a ti fue patética, no obstante valió la pena tener el privilegio de ver tus hermosos ojos y tus expresiones al leer tu libro favorito.
Al terminar la nota la doblé, luego la puse entre una página del libro y me dispuse a buscar a su dueña deseando que no se haya ido ya. Tuve que recorrer varios pasillos hasta poder encontrarla; ella iba saliendo de la clase de cálculo, algo distraída. Me acerqué para poder hablar y la noté nerviosa si mi intuición no me falla.
Me esquivó la mirada, lo cual no me gustó pero nadie dijo que sería fácil conquistar a aquella linda chica; era bastante complicado, los chicos la tachaban de presumida. Sin embargo soy fiel creyente de no juzgar a un libro por su portada, y ahora que la voy conociendo confirmo que ella es un libro que me encantaría leer.
Al notar que empezaba a ponerse más nerviosa y se dirigía en dirección a la salida le entregué su libro, se sorprendió ante lo ocurrido, al parecer ella no se percató de que no lo llevaba consigo y para dejarla seguir su camino le dije que me debía una.
Luego desaparecí en la multitud, estaba embobado por Alondra, no cabe duda, tan solo recordar su sonrisa, sus ojos, cómo se acomodaba el cabello detrás de la oreja, me hace sonreír.
Al llegar a casa como siempre no hay nadie, mi mamá es enfermera, sale a trabajar muy temprano y llega tarde, así que estoy solo, mi hermano mayor Mateo ya tiene su familia propia y mi padre falleció cuando yo tenía ocho años porque estaba enfermo del corazón.
Me hace falta hablar con alguien, así que llamo a Eduardo, m único amigo en realidad, el cual está al tanto de mis sentimientos hacia Alondra, aunque el es algo pesimista en que pueda fijarse en mí, eso no me desanimará a intentar acercarme más a ella.
Después de media hora ya se encontraba tocando el timbre de la casa pero como estoy en mi habitación con la música a todo volumen no escucho nada excepto la letra de la canción hasta que veo encendida la pantalla de mi celular con varias llamadas perdidas de Eduardo, salgo de mi habitación y bajo corriendo del segundo piso para abrir la puerta a mi amigo.
- ¿Así es cómo recibes a tu amigo?, estuve esperando diez minutos fuera. - me dio un codazo y con una mueca en el rostro iba entrando a casa.
- Que tal, disculpa... No escuché el timbre. - dije mientras cerraba la puerta.
- ¿Cómo vas a escuchar el timbre si tienes la música a todo volumen?, como sea, ¿qué es lo que me tienes que contar?. - dijo, caminando en dirección a la sala.
- Hoy tuve oportunidad de hablar con Alondra, estuve cerca, pude ver sus hermosos ojos azules, sus expresiones al leer, me enamora; escucharla hablar con cierta hostilidad no evitó que me fuera, quizá a otros llega a intimidar o enfadar pero a mí no; simplemente es preciosa tal cual.
- ¡Oh! Vaya Nick, quien lo diría... Estas cautivado por esa chica que lo más probable es que no te haga caso. - dijo, sentándose en el sofá.
- Eso no lo sabes, deja de ser tan pesimista. - estaba cansado de escuchar eso, pero en cierta forma es verdad.
- No es pesimismo, solo soy realista. Alondra es una de las mejores estudiantes de Trinity School, ¿cuántos quisieron andar con ella y solo fueron rechazados?, tú mismo lo dijiste. - respondió mirándome con seriedad.
- Okay, hay más que contar. Uno de sus compañeros tenía su libro en manos porque ella se había olvidado del mismo en la clase de Biología y me ofrecí a entregárselo... Aproveché para escribirle una nota y se lo devolví. - esta vez lo miré expectante a la espera de un comentario.
- Vaya, si que estas poniendo mucho empeño en acercarte, además te noto alegre y muy sonriente; si tenerla cerca te hace feliz pues me da gusto. - en esta ocasión no recibí una respuesta pesimista y me alegró escuchar eso.
- Sabes, además noté que se pone nerviosa ante mi presencia, ¿crees que sea una buena señal?. - pregunté con curiosidad.
- No lo sé, su nerviosismo pudo haber sido por diversas causas y eso te toca a ti averiguarlo. - al final de cuentas Eduardo es un buen amigo, se preocupa por mí, pero ante todo quiere mi felicidad.
- Gracias por escucharme y pues veamos que sucede. - le dije desde mi lugar, al otro lado del sofá.
- Y bien, vamos a jugar baloncesto por la noche en la cancha de siempre, ¿vendrás cierto?. - me preguntó emocionado.
- No creo poder, debo ponerme al día en Historia sino quiero reprobar. - dije una pequeña mentira porque necesito pensar en todo lo sucedido, que aún no termino de asimilar.
- El amor te está pegando fuerte. - dijo entre carcajadas. - Pero si al menos de esa manera te interesas por el estudio, sirve que ya no haces enfadar tanto a tu madre. - se levantó del sofá para dirigirse a la salida.