Dos: Fuego

La capital

Los cinco estaban sentados formando un círculo. Dorn observaba al hombre y a la mujer mientras le servían una bebida que ignoraba cuál era. El hombre tenía la barba corta y castaña al igual que el pelo. La ropa era de lana suave tintada de azul. Era grande en todos los aspectos. Alto, con ojos grandes, cejas grandes y extremidades largas y grandes. Parecía casi un pastor fuerte que alguien que se dedicara al estudio. La mujer tenía una ropa de una sola pieza de lino que parecía también muy suave. Las extremidades eran delicadas y llevaba en la muñeca izquierda un aro plateado un poco ajustado. A diferencia del hombre, el pelo era largo, negro y rizado. — Espero que tu viaje haya sido agradable. Me presento, soy Aurora. Te noto sorprendido. Normalmente la gente lo suele hacer pues no tenéis noticias de nosotros la mayoría de veces. Normalmente los gremios de magia ya nos facilitan mucho el trabajo y nosotros realmente recibimos dinero y vivimos cómodamente leyendo libros. Yo soy la jefa por así decirlo de todo esto. Ellos tres son mis adorables consejeros — se le acercó al oído izquierdo, — a veces son un poco tontos pero son graciosos —. Los otros de la sala esquivaron las miradas. Probablemente ya lo había dicho antes y sin discreción. — Te hemos traído aquí para que te quedes y aprendas con nosotros. Tendrás una habitación ya mismo… — dijo Miñano. Los ojos de Quéveras invocaban al perdón y Aldo se hacía el despistado con un libro. — He de rechazarlo — interrumpió Dorn. — Me esperan en la Llama Roja. Espero no se me malinterprete, pero mi palabra y honor vale más que todo el conocimiento de este lugar —. Aurora tenía una cara entre sorprendida y enfadada. — No era un ofrecimiento chico. Solo aceptamos a unos pocos aprendices cada década y contigo estamos haciendo una excepción — la cara era ahora orgullosa y altiva. — Aun así me temo no puedo quedarme — dijo Dorn mientras se levantaba. — ¡Quieto! No estás en condiciones de negociar y no tengo intención de que te vayas. Vas a quedarte quieras o no — sonaba histérica mientras señalaba a la silla. Quéveras parecía ahora aterrado. Aldo tenía la nariz dentro del libro y Miñano giraba la cabeza de un lado a otro. Dorn no quería pelear pues necesitaba todas sus energías para volver y plantar batalla. — Creo que no me he expresado correctamente. Ahora mismo no puedo quedarme. He de marchar urgentemente pero no he descartado unirme. — Pero había rechazado… — He rechazado la habitación. Volveré cuando el asunto esté zanjado — dijo Dorn mientras se dirigía a las escaleras. — Nosotros le acompañaremos — dijo Aldo en un momento de lucidez. Quéveras asintió y les siguió. La magister estaba confusa y dejó escapar un pequeño sonido agudo. Miñano se pasaba las manos por la cara y suspiraba. — Lo ha conseguido, salvar e irse, increíble — dijo Aldo ya abajo. Dorn estaba furioso y junto con sus hombres salió a caballo rápidamente. Los dos magos fueron corriendo hacia sus caballos y chocaron pues estaban en direcciones opuestas. — ¡Vámonos ya! — djio Quéveras que no quería discutir. 

 

Todos les estaban esperando cuando llegaron. Dorn dió la orden de capturar a los archimagos si volvían a aparecer. Aún tenía su huevo pues Quéveras había llevado el suyo a su habitación al llegar. Ya era por la tarde pero el sol brillaba con fuerza aun. Dorn les pidió que fueran de noche aun sin descansar para llegar cuanto antes y Sis consideró que era lo mejor. Había que organizarse con el rey y estar frescos para presentar batalla. Con los últimos rayos de sol pudieron ver las Torres Azules. Realmente no eran azules sino blancas y su nombre venía del Lago Azul, que si era azul. El lago se alimentaba de pequeños riachuelos que venían de las montañas. Eran tres las torres principales pero en total se podían contar diecisiete. En su origen era un castillo que bordeaba con el lago de donde sacaban el agua pero con el paso del tiempo cada señor añadía una torre. La más vieja era la más grande y la segunda más grande se había construido hacía pocos años. El tamaño de estas decía el poder y la riqueza por la que pasaba el señor. Sis mandó un hombre con el mensaje para que les dejaran pasar de largo. El hombre después se les uniría en la capital. [...]

 

Llegaron a la Llama Roja pasada la medianoche exhaustos y hambrientos. Fueron recibidos con discreción por el mayordomo del rey. Él les indicó el alojamiento aunque la comida la tuvieron que costearsela ellos. La armería estaba abierta para todos ellos y muchos se equiparon correctamente. Tras la comida y preparar bien todo, se fueron a dormir. Algunos se mantuvieron un rato más despiertos visitando la ciudad y Dorn y Sis fueron ante la reina madre y el rey. [...]

 

— ¿Dónde están el resto? — preguntó un hombre mayor sentado junto a la reina. Pese a estar en la sala del trono, una gran mesa en el centro con sillas eran los lugares del joven rey y su madre. El chaval no aparentaba ni diez años y casi toda la mesa estaba llena de gente muy mayor. — Disculpad a Roner. Él es el primo de mi hijo. Yo soy Kias Malmon, es un placer teneros aquí. Tomad asiento —. [...] Largo rato estuvieron hablando. La reina era la viva imagen de su padre, honorable y sensata pero el resto no eran de la misma opinión para Dorn. — Somos el reino más al oeste del mundo. Los reinos de Astorco y Kilham quieren poner a sus candidatos. Debemos acabar ya con esto, planteamos batalla. Esa es lo mejor —. — No podemos pelear, somos menos — . — Acaban de llegar a la ciudad dos magos del Magisterio diciendo que vienen a apoyarnos. Además, el salvador de Kaigan aunque la chusma que le sigue no haya combatido nunca. Saldremos a luchar —  la mirada de un hombre viejo y con expresión dura y tiesa buscaba la aprobación de la reina. Dorn estaba más preocupado que Sis del insulto a su gente pues si los magos estaban aquí estaría forzado a cumplir lo que dijo. — En ese caso, haremos lo que dices. Ya llevaste a un rey a la victoria. Confío en tu criterio Boji — . — Bien, nos situaremos hacia el sur con nuestras tropas. Las tropas reales se quedaran en el flanco izquierdo y los últimos se uniran al grueso de las Torres Azules en el derecho. El centro lo compondremos mi hueste y los magos. Eso te incluye a tí. Que tu comandante y tus tropas vayan allí y tú los otros magos vendrán conmigo — dijo mientras miraba a Dorn y Sis. El rey no prestaba demasiada atención y la reina llamó a unos criados que le llevaron a su alcoba. Dorn también quería dormir pero no podía mostrarse débil. Con la reunión concluida, se fue a otra sala que seguía siendo grande, pero menos que la sala del trono. Allí Quéveras y Aldo le esperaban y Boji le invitó a sentarse. — Bueno señores, vuestra misión es clara —.



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En el texto hay: magia, epica, criaturas magicas fantasia y poderes

Editado: 21.02.2022

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