Dos motivos para amarte

Capítulo 6: ¿La amas?

Gabriela

Una casa es gracioso que Santiago le llame a esto una casa, en fin, es lo más pequeño y feo que he visto en mi vida, tiene cero divisiones, desde el baño, que es donde estoy puedo ver claramente la cama que está a pocos pasos y una cocina extremadamente pequeña, me pregunto cómo es que alguien podría vivir aquí y de solo pensarlo mi piel se eriza. Suspiro cuando el agua se acaba, pero luego sonrío, al fin he podido bañarme y se ha sentido realmente bien, luego miro la ropa que traía y bufo, esa ropa realmente apesta, si vuelvo a usarla el baño será en vano así que solo me envuelvo en una toalla.

—¿Santiago? —pronuncio el nombre sujetando fuerte la toalla —Santia —la puerta se abre, él aparece y su mirada me recorre por completo, luego simplemente se da la vuelta y claro, la toalla que me ha dado es bastante pequeña. —Necesito ropa —suelto mirando su enorme espalda.

—La buscaré en tu habitación

—Pero necesito ropa limpia —me apresuro a hablar —traje poca ropa, casi toda la que tenía tuve que venderla y no tengo ropa limpia.

—¿No has lavado?

—No sé lavar —la frase sale bastante bajito y Santiago se da la vuelta, su forma ahora de mirarme me molesta porque realmente me deja claro con solo una mirada lo inútil que soy, un nudo se forma en mi garganta.

—Debí saberlo —susurra para luego pasar por mi lado rápido y luego le veo sacar de un clóset una de sus enormes camisas, sin decir nada la deja en mis manos —Te espero fuera, no tarde, la comida que serví ya se enfría —agrega sin mirarme y luego solo sale de la casa, aún no me creo que me haya ofrecido un baño y que me vaya a dar comida, es realmente sorprendente.

En otras condiciones habría dicho que la comida era una porquería y ahora estoy sonando la cuchara en el plato de lo rápido que estoy comiendo, todos mis modales se han ido al infierno con el hambre que tenía y simplemente no quiero dejar de comer, cuando levanto la mirada y esta se topa con la de Santiago es entonces que siento vergüenza y dejo el plato a un lado.

—Muchas gracias —susurro sin apartar mi mirada de la suya.

—Dijiste que tus palabras habían sido mentiras —expresa mirándome atento —que de verdad te arrepentías ¿pero de qué? No te dejé acabar

—¿De verdad te importa? —él suspira y niega para luego dejar de mirarme —mi mayor error fue dejarte aquel día Santiago —suelto sin poder aguantarlo más —luego tuve que casarme con Alonso, el cual durante años tuvo que soportar escucharme hablando de ti —su intensa mirada vuelve a caer sobre mí, está tenso y parece estar apretando sus dientes.

—¿Y por qué me dejaste? —abro la boca dispuesta a hablar, seguir callando y estar en guerra no es lo que quiero.

—¿Es en serio Santiago? —la voz femenina que llega hasta mí me hace levantar la mirada, Santiago rápido se pone de pie y voltea, frente a nosotros hay una chica bastante bonita que le mira enfadada.

—¿Magda qué haces aquí? —Santiago da un paso hacia ella —te dije que

—Sé lo que dijiste y ahora lo entiendo —ella se acerca —¿ha sido para estar con esta zorra verdad? —me señala, mis cejas se alzan

—No soy ninguna zorra —su mirada viene a mí —cuidado como hablas

—Voy a —ella se acerca, Santiago se pone en medio de ambas

—No es lo que crees —sus manos van al rostro de ella y mi ceño se frunce aun sin poder imaginar nada —Gabriela es la nuera de Alondra y necesitaba usar mi baño.

—¿Gabriela? —su pregunta llega con incomodidad mirando a Santiago, ¿acaso le ha hablado de mí? Luego ella me mira y Santiago también lo hace.

—Gabriela, ella es Magda, es mi novia —las palabras llegan como puñaladas —y necesito hablar con ella —agrega solo mirando mis ojos y son claras sus palabras, tanto que sin poder decir nada comienzo a ir hacia la casa y al voltear noto que ellos han entrado a casa de Santiago, es su novia y acaba de entrar a su casa, sin saber por qué un horrible nudo se forma en mi estómago y la comida que acabo de ingerir sube hasta mi garganta, apenas puedo llegar a la casa antes de vomitar todo y luego simplemente dejo salir las lágrimas, lágrimas de rabia.

Observo el desayuno sin muchas ganas de comer, a esta hora nadie tiene hambre y aún tengo sueño, no sé cómo mis hijos soportan esto, pero ellos ya se han ido a ver a los caballos y a recoger huevos mientras yo solo quisiera estar en una cama.

—¿No te gustó el desayuno Gabriela? —miro a Alondra cuando habla

—Ayer tuve que bañarme con una cubeta de agua en casa de Santiago —una de sus cejas se alza cuando me escucha —y no tenía ropa limpia, me prestó una camisa, en eso llegó su novia —hago una mueca —creo que rompí una relación —Alondra ríe

—No te preocupes, Magda es una buena chica que entiende las cosas

—Estaba celosa —sus ojos siguen mirándome como si me estudiara

—¿Y estás así porque crees que has roto una relación o por algo más? —se pone de pie

—¿De qué hablas? —Alondra sonríe

—Debes trabajar, Santiago pronto saldrá de su casa —ella mira el reloj —y créeme, no has roto nada —sigue sonriendo y luego solo se aleja, bufo alejando el desayuno de mí y luego también voy a la salida, mala hora para salir definitivamente porque veo cuando Santiago sale de la casa acompañado de la chica que es claro que durmió ahí con él en esa choza y luego solo se despiden con un apasionado beso que me hace bajar la mirada y tensar mi mandíbula.

—Veo que hoy si estás lista para el trabajo —lo miro cuando escucho su voz

—Veo que sigues teniendo novia —miro hacia la chica que ha subido a un auto

—Disculpa a Magda ayer, cuando la conozcas mejor verás que es una muy buena persona —sigo mirando sus ojos —lo de ayer solo fue por celos —sonríe un poco —pero es educada.

—¿La amas? —La sonrisa de Santiago se borra de su boca —¿le has hablado de mí? —sigue serio —ayer cuando mencionaste mi nombre ella

—No somos amigos, Gabriela —se acerca más a mí —aquí soy tu jefe y no quiero hablar nada personal contigo




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