Santiago
El silencio ha sido el protagonista desde mis duras palabras a Gabriela, ella no se ha quejado de nada, prácticamente no me ha mirado y tengo un horrible dolor en mi pecho debido a eso. No sabía ayer que Magda vendría y tampoco podía echarla, comencé una relación con esta unos meses después de llegar al rancho y no mentí cuando dije que no se parecía en nada a Gabriela, son muy diferentes y quizás por esa razón comencé a sentir algo por ella, no quería ver ningún detalle que me recordara a Gabriela y ella nunca me hizo recordar mi pasado, solo que el pasado ahora está aquí, caminando justo frente a mí, con toda la elegancia que la caracteriza a pesar de la ropa que trae y los zapatos, pero aun así, no deja de ser hermosa y eso es justo lo que más me molesta.
—Diablos —susurra deteniendo sus pasos y solo paso por su lado —odio este lugar —detengo mis pasos cuando refunfuña y me doy la vuelta
—Debemos seguir Gabriela
—Algo ha caído en mi ojo —dice tocando este con desespero, miro al cielo, luego a ella, tiene sus ojos rojos y no deja de tocar este, bufo volviendo en mis pasos y cuando estoy justo frente a ella sin pensarlo mucho tomo su rostro en mis manos.
—Es algo pequeño —digo demasiado cerca y soplo un poco en su ojo, sus manos van a mis brazos —¿mejor? —ella cierra los ojos y luego vuelve a abrirlos, la cercanía me está matando y mi corazón comienza a latir con furia en mi pecho mientras miro sus ojos grises.
—Santiago —escucho la voz y sin soltar a Gabriela levanto la mirada, a unos metros de nosotros está Magda de brazos cruzados y ni idea de que hace aquí —te traje algo de comer —dice ella levantando una bolsa, Gabriela es quien reacciona y se aleja de mí.
—Magda —ella camina hacia mí.
—Pensé que ya tendrías hambre —sonríe
—Aún estoy trabajando —se encoge de hombros y deja un beso rápido en mi boca
—Creo que Gabriela entenderá —Magda mira a esta —¿verdad? Apuesto a que no te importa que dos personas que se quieran coman juntos —ella sonríe tomando mi brazo, la mirada de Gabriela va hacia ahí.
—Esperaré —ella mira mis ojos —tengan buen provecho —agrega y la sigo con la mirada hasta que ella se detiene debajo de un árbol y se sienta en este, Magda jala mi brazo hasta llevarme un poco lejos y luego comienza a preparar todo como si fuera un pícnic, suspiro sin dejar de mirarla.
—Santiago siéntate —dice ella que ya está sentada y me mira ilusionada con mucha comida sobre una manta.
—Debiste llamarme —digo sin dejar de mirarla —estoy en horario laboral Magda, no puedes
—Cuando llegué no te vi trabajando, estabas con ella —se pone de pie —y bastante cerca por cierto, Santiago
—Perdoné tus celos de ayer —la señalo —pero no quiero más escenas Magda
—¿Celos? —bufa —¿cómo te sentirías viéndome trabajar junto al amor de mi vida? —gruñe acercándose a mí —escuché durante años como hablabas de esa mujer Santiago y ahora debo verte junto a ella —señala hacia Gabriela —lo siento pero
—También lo siento Magda —me acerco a ella —no lo elegí, ella es pasado
—¿De verdad? —mira atenta mis ojos —porque cuando la miras
—No vuelvas a mencionar algo así —espeto ya enojado —cree lo que quieras, no interrumpas más por celos mi trabajo y seguiremos siendo lo mismo de antes Magda, o es así o esto acaba —soy claro en mis palabras, sus ojos se llenan de lágrimas y luego solo la abrazo porque tampoco quiero hacerle daño. —debes irte —susurro sin dejar de abrazarla —te iré a ver en la noche ¿sí? —asiente con una breve sonrisa y luego besa mis labios, respiro hondo cuando recoge todo y la sigo con la mirada mientras se aleja, después en silencio solo voy hacia Gabriela.
—Debemos seguir —digo sin detenerme y escucho sus pasos detrás de mí.
—¿No le has dicho que no te visite en horario laboral? —su pregunta hace que mis pasos se detengan
—ella no molesta
—O quizás solo lo haces para molestarme —una de mis cejas se alza y la miro
—¿Y por qué eso te iba a molestar? —veo como ahora se da cuenta de lo que ha dicho
—Tienes razón —bufa —pero es patético verlos juntos
—¿Por qué? —la miro con curiosidad —¿porque creías que nadie podía amarme? ¿Porque soy un inútil y bueno para nada que no sirve para estar con otra persona, ya que no tengo recursos? —Gabriela baja sus hombros ante mis palabras
—¿Me odias tanto que te aprendiste todo lo que te dije? —tenso mi mandíbula
—Las cosas que duelen son las que más se recuerdan Gabriela, ahora sigamos trabajando, ya Magda se fue, debemos seguir —me doy la vuelta
—¿Vendrá seguido? —sonrío con su pregunta
—Siempre traerá mi comida —miento sin saber por qué y no me detengo más.
Sigo creyendo que no tiene sentido que Gabriela siga en el rancho, ella sencillamente no presta atención a nada de lo que digo y apuesto a que no ha aprendido nada, cada día de trabajo a su lado es peor que pasar bajo el sol sembrando. Mis pasos se vuelven lentos cuando voy llegando a mi casa, frente a esta veo a los dos pequeños y no quiero eso, no quiero que me hablen, no quiero verlos.
—No deberían estar aquí —digo sin apenas mirarlos y abro la puerta
—Es bonita tu casa —miro hacia todos lados y bufo cuando noto que ya han entrado, Diablos, son muy pequeños, la niña camina por toda la casa y el niño sonríe tomando un adorno en sus manos, uno que rápido le quito.
—Dije que no deberían estar aquí y no los invité a entrar —ambos me miran y mis palabras les duelen, cosa que me provoca un serio malestar a mi conciencia —lo digo porque su madre debe de estar buscándolos, ella acabó de llegar del trabajo.
—Fue directo al baño para saber si había agua —bufa la niña —nos verá luego —sonríe —siempre nos lee un cuento —sigo mirando sus preciosos ojos.
—Yo también necesito un baño y con ustedes aquí no puedo —señalo la puerta, ellos se miran entre sí y luego la pequeña se me acerca.
—Mi nombre es Adriana —dice sin perder su hermosa sonrisa —y tengo cinco años, él es Charles, mi hermano —se presenta mirando mis ojos —¿y tú? ¿Cómo te llamas? —me pierdo en sus ojos pensando aún en su nombre, nombre que siempre dije quería ponerle a una hija mía y no sé si es gracioso ahora que la hija de Gabriela lleve ese nombre, no sé si reír o simplemente sentir rabia.