Dos motivos para amarte

Capítulo 11: Celoso

Santiago

Conduzco en silencio tratando de mantener la mirada al frente, queriendo olvidar que ella va a mi lado, pero su olor, su voz y hasta su mirada me hacen imposible esa misión, Gabriela va quejándose de todo, dice tener hambre y sed, dice que Alondra no le dijo que el pueblo estaba tan lejano y no deja de quejarse de mi auto, yo aprieto fuerte el volante sin poder dejar de escucharla y al llegar a mi destino freno de golpe, Gabriela se va hacia adelante y luego me mira con cara de pocos amigos.

—Eres imbécil —dice bajando del auto rápido y lanza fuerte la puerta —¿en serio este es el pueblo? —se queja mirando el lugar

—Es bonito —me mira horrorizada —contrólate Gabriela y mantente a mi lado, no conoces el lugar ni a la gente y no hables con nadie —pongo las cartas en la mesa, ella no dice nada y comienzo a bajar las cosas de la camioneta —y puedes ayudar —agrego al ver que solo me mira y ella rueda los ojos.

—Los gemelos no han querido hablar conmigo —dice tomando una caja —y tampoco los he buscado, no sé que decirles.

—No quieren que tengas pareja porque creen que vas a olvidar a su padre —mis palabras la dejan paralizada y solo camino hacia la tienda donde debo dejar mis cosas, Gabriela me sigue.

—Pero eso no es así

—Son niños —dejo las cosas en el suelo —Gabriela —la miro

—Santiago hermano —escucho la voz del dueño de la tienda que se acerca —al fin vienes con mi pedido

—Pido perdón Frank pero el rancho

—¿Quién es la hermosa mujer? —sus ojos van hacia Gabriela —no parece empleada del rancho —ella sonríe

—Soy la nuera de Alondra —se presenta extendiendo su mano

—Waw, Alondra nunca dijo que eras tan bonita —el hombre acepta el saludo provocándome dolor de cabeza, ¿por qué demonios tiene que darle la mano a todo el mundo?

—Frank dejaré todo aquí y ve preparando estas cosas —saco la lista de mi pantalón —es la compra de la semana, espero que tengas de todo —el hombre sonríe

—Agregaré unos chocolates para la chica —le guiña un ojo a Gabriela que sonríe y pongo mis ojos en blanco, luego tomo rápido a Gabriela de la mano y voy hacia la salida.

—Vas a quedarte aquí —digo al soltar su mano —yo traeré todo lo necesario y

—Alondra dijo que debía ver cómo hacías la compra —sigue sonriendo —puedo ayudar Santiago

—El problema es que solo estorbas Gabriela —mis palabras salen con dureza y su boca se abre un poco —quédate aquí, no necesito una niña a mi lado que le sonríe y coquetea con todo el mundo.

—¡¿Hablas en serio?! —bufa —intentaba ser educada —río

—Si claro

—Pero si tiene 90 años Santiago —señala hacia la tienda, yo maldigo en voz alta y camino hacia esta dejándola ahí, perfecto, el dolor de cabeza solo empeora al entrar y el viejo Frank sigue diciendo lo hermosa que es la nuera de Alondra.

—Tengo hambre —dice cuando llego hasta ella y miro mi reloj

—Volveremos a casa y

—Santiago —escucho la voz y me giro, Magda viene hacia mi rápido y me tenso por completo —¿amor por qué no me llamaste? —cuando intenta besar mi boca solo dejo el beso en su mejilla.

—No podremos cenar juntos como tenía planeado Magda, yo

—Estoy segura de que a Gabriela no le va a molestar —dice mirando a esta que parece mirar sus uñas —¿verdad Gabriela? —Gabriela entonces levanta la mirada

—Magda

—No me importa, tengan su cita —habla sin mirarme

—¿Ves? Ella puede esperar en otra mesa —Magda toca mi pecho, sigo mirando a Gabriela, pero esta sigue evitando mi mirada y entonces aunque no quiero sucede.

Y aquí me encuentro, con mi cabeza a punto de estallar sentado junto a Magda que no deja de hablar mientras Gabriela está sentada a unos metros, puedo notar su mirada triste y eso duele, quizás usé palabras muy fuertes con ella y ahora una vez más tiene que verme compartir tiempo con Magda.

—Me prohibiste ir al rancho —habla Magda y le miro —y ahora no querías tener esta cita que está planeada hace días Santiago —suspiro —es por ella ¿verdad?

—No empieces Magda, estoy teniendo la cita

—Sigues enamorado de ella ¿verdad? —miro el vaso con agua que está en la mesa —Santiago

—Estoy ahora contigo —miro sus ojos —¿quieres dejar de decir tonterías? —los ojos de Magda se llenan de lágrimas y bufo —comamos en paz Magda —le sonrío —estás pensando cosas que no son y —mis palabras son calladas cuando le veo, mi ceño se frunce, Gabriela le habla sonriendo mientras él está de pie hablándole, ¿qué demonios habla con ella? Me pongo de pie sin escuchar lo que dice Magda y camino hacia el idiota con la rabia corriendo por mis venas, cuando le extiende la mano a Gabriela no lo pienso y solo le empujo, todos en el restaurante miran hacia nosotros.

—Miguel —gruño el nombre —ella está conmigo —él sonríe arreglando su traje

—Solo quería conocer a la bella nuera de Alondra, viuda de su hijo —mi mandíbula se tensa, ¿cómo es que el idiota sabe sobre ella? Es claro que ha investigado

—Mantente lejos —lo señalo y solo tomo a Gabriela del brazo —hora de irnos

—Pero Santiago

—¿Acaso debí decirte como a los niños que no hablaras con desconocidos? —la suelto al llegar a la camioneta —joder Gabriela

—Quien es ese y por qué

—Es alguien que no tienes que conocer —mascullo abriendo la puerta del auto, ella solo se queda mirando mis ojos sin decir nada.

—¿Quién es? —tenso mi mandíbula —o me dices o volveré dentro y hablaré con él —tomo con fuerza su brazo

—Escúchame bien —me acerco mucho a ella —cuando te digo que debes alejarte de alguien es por algo Gabriela, es un hombre peligroso, no es bueno, no debes hablarle ni mirarle ni

—¿Y Frank también es peligroso? —niego con la cabeza —¿acaso estás celoso Santiago? —la pregunta explota en mi cabeza —porque si no es eso no entiendo por qué te molesta que alguien se acerque a mi —ella se acerca más —incluso dejaste a tu novia ahí dentro para sacarme a mí —sigue mirando mis ojos —y el otro día en el lago




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