Dos motivos para amarte

Capítulo 13: Las miradas no mienten

Gabriela

Despertar tan temprano hoy hace que ahora mismo solo tenga ganas de lanzarme a una cama, lo único bueno hoy es saber que no tendré que irme al campo a trabajar con Santiago, no tendré que escuchar a este, solo prepararme para una cita en la noche, sonrío, al menos podré salir de esta casa y cenar algo rico, escucho la voz de la cocinera y la miro, esta acaba de probar lo que acabo de hacer con ella guiándome, cuando mira mis ojos siento muchos nervios, pero luego veo su sonrisa ¡y sí! Lo he conseguido, al menos he hecho un desayuno sin quemar nada.

—No está mal para ser tu primera vez en la cocina —dice la mujer a la que le pedí completa sinceridad.

—Gracias Estela —sonrío —quería sorprender a los gemelos

—Cuando la vean despierta a esta hora ya estarán sorprendidos —río con sus palabras y tomo asiento

—Quiero más clases de cocina —miro sus ojos —sé que te pido despertar una hora antes, pero es el tiempo que tengo y

—Puedo darte clases Gabriela —ella sonríe —a la hora que quieras —mi sonrisa aumenta, luego escucho las risas de los niños y me pongo de pie, cuando ellos entran a la cocina se quedan de piedra al verme, sonrío sin dejar de mirarlos y comienzo a poner el desayuno en la mesa frente a ellos mientras Estela hace otras cosas.

—¿Has cocinado tu mami? —Adriana me mira extrañada

—¿Acaso no se nota? —menciona Charles señalando las tostadas y ruedo los ojos

—Están doradas Charles, no se han quemado —bufo

—Gracias mamá —Charles mira mis ojos —nos encanta, todo lo que hagas —me siento frente a ellos y él es el primero en comenzar a comer, luego lo sigue Adriana sonriendo y me hace feliz verlos así.

—Además del desayuno quería hablar con ambos —ninguno de ellos me mira —sé lo que le dijeron a Santiago sobre papá —ambos se quedan quietos y Adriana me mira.

—Mamá

—Y los entiendo mi cielo —sonrío un poco para luego tomar sus manos —y no, ahora no tengo una relación con nadie, pero la tendré —bajan las miradas —soy joven y aún puedo amar, solo que eso no significa que vaya a olvidar a Alonso.

—¿Y si pasa? —Charles me mira con temor

—Jamás pasará —aprieto su mano —los tres queremos mucho a Alonso —ellos asienten rápido —y jamás vamos a olvidarlo —suspiro —jamás voy a olvidarlo y jamás tampoco querré a alguien como a él —suspiro —Alonso no solo era mi esposo y vuestro padre, era un amigo también, mi mejor amigo y pase lo que pase, este quien esté en nuestras vidas, jamás vamos a olvidarnos de él —veo las lágrimas en los ojos de Adriana y eso me mata.

—¿Lo juras mami?

—Cariño —sonrío —lo juro, no olvidaré a papá y ustedes tampoco lo harán —ellos sonríen y cuando levanto la mirada veo a Alondra acompañada de Carlos, ambos sonriendo y Alondra con lágrimas en sus ojos.

—Jamás querré a alguien como a él —comenta Carlos mientras camina junto a mí por el jardín —bonitas palabras —detengo mis pasos y le miro.

—¿Tú y Alondra escucharon todo? —él sonríe

—No quería, pero Alondra se detuvo cuando los escuchó hablando —Carlos sonríe —creo que le alegró escuchar que querías a su hijo —asiento.

—Conocí a Alonso en un momento difícil de mi vida —expreso sin saber por qué y al mirar hacia la casa de Santiago le veo caminando mientras habla por teléfono —él me ayudó bastante, era bueno, un príncipe azul y fue un buen padre —suspiro, no hay que ser adivino para saber que Santiago habla con su novia.

—¿No le guardas rencor por haberte dejado tantas deudas? —miro a Carlos.

—¿Cómo sabes de las deudas? —él sonríe

—Alondra no tiene secretos conmigo —asiento con lentitud

—Era un buen hombre, tenía un defecto, todos tenemos —suspiro —y no creo que su plan fuera dejarnos a sus hijos y a mí desamparados —bajo la mirada —solo cometió un error —Carlos coloca su mano en mi mentón y hace que le mire, me tenso por su atrevimiento.

—Eres buena Gabriela —susurra, solo me alejo un paso de él y al volver la mirada a Santiago choco con su intensa mirada.

Observo mi reflejo en el espejo sabiendo que ya debo arreglarme, es más, ya debería de haber salido, sin embargo, sigo aquí en esta casa cuestionando todo.

—Eres inteligente Gabriela y sabes que es una locura —lo escucho y puedo verlo a través del espejo —no vayas, no vayas a ver a Sebastian, puedo llegar a un trato con él sin ti —volteo para mirarle.

—¿Es peligroso como el hombre que conocí en el pueblo? —Santiago niega recostado a la puerta

—No, pero tiene fama de mujeriego

—¿por qué no quieres que vaya Santiago? —él bufa y pasa las manos por su rostro

—Por Dios, es humillante Gabriela, Alondra está loca y si tú vas demostrarás que no estás menos loca que ella —me señala

—Solo hablaré con él de negocios Santiago, eso es todo, no pienso coquetear con nadie —sigo mirando sus ojos

—¿De verdad? —me mira sin creer una sola palabra

—¿Crees que trataré de seducir a alguien con esta ropa? —me señalo, él observa todo mi cuerpo, desde las botas que traigo hasta la camisa, su mandíbula se tensa —Además, quizás no vaya —añado logrando que mire mis ojos —tampoco quiero hacerlo —una leve sonrisa aparece en su boca

—Hablaré con Alondra —él mira su reloj —yo voy a cerrar ese trato Gabriela, no debes salir de aquí —Santiago voltea para irse

—¿Y tú vas a salir? —mi pregunta le detiene —el olor de tu perfume llega hasta mí —me mira

—Quedé en comer fuera —sus palabras son un balde de agua fría y no necesita decir con quien, Santiago solo sale por la puerta y un nudo se forma en mi garganta, quedo durante segundos congelada en mi sitio hasta que niego con la cabeza, ¿acaso soy tonta para hacer lo que él quiere cuando este se va a cenar con su novia? Sin pensar mucho voy hacia el clóset y tomo la caja que Alondra dejó ahí y que no había abierto, cuando lo hago lo primero que veo son unos bonitos zapatos altos de color rojo que me hacen sonreír y luego saco el vestido del mismo color, una de mis cejas se alza mirándolo, Alondra se lució, es rojo intenso, corto y muy pero muy ajustado.




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