Dos mundos diferentes, un amor en común ©

2. Entre rimas

LUCIANA

Borro, escribo y tacho. Mi mano duele, pero una vez las rimas fluyen aquel dolor pasa a segundo plano.

Sería más inteligente luchar juntos por la causa, en un mundo equitativo donde no se juzgue por la raza, donde exista la esperanza, y prevalezcan los valores, donde los niños cumplan su sueño de ser llamados doctores.

Me llevó alrededor de una hora escribir ese verso y a pesar de haber dado tantas vueltas seguía sin sentirme conforme, creo que es cosa de todos los autores el dudar de sus capacidades. Sin embargo, había quedado satisfecha con el planteamiento de la rima, pues siempre acostumbro a tratar en mis canciones los temas que me aquejan, y la sociedad y sus malditas jerarquías lo eran.

—Lucy, te buscan. —veo a mi pequeña hermana asomar su cabeza por la puerta de mi habitación.

—¿Quién? —cuestionó sonriéndole.

—Yo. No sé porque en tu casa hay tantas escaleras, siento que baje como veinte kilos —mi hermana y yo reímos.

Samuel Evans, mi mejor amigo de toda la vida y a mi parecer la persona más melodramática e irónicamente realista que existe en el mundo. En ese chico siempre he encontrado el balance perfecto de todas las fuerzas adversas que puedan existir, algo difícil de comprender para terceros, pero tan claro como el agua para aquellos que lo rodeamos.

—Yo me voy, papá debe estar por apoderarse de la televisión y no lo pienso permitir —Odette sale de mi habitación más rápido de lo que puedo advertirle que no baje las escaleras saltando.

—¿Segura de que solo tiene cuatro años? —asiento, siempre pregunta lo mismo.

—Sí, ya hemos hablado de tema Samu, debes resignarte. —el castaño me mira como si me hubieran salido dos cabezas.

Samuel y resignación no son palabras que puedan utilizarse juntas.

—¡Es que no comprendo! A esa edad tú y yo comíamos tierra, gritabamos y corríamos como si la vida dependiera de ello y Odette habla como si García Márquez la hubiera poseído. ¿Qué niña de cuatros años utiliza la palabra apoderarse? Yo no la uso y tengo 20 —estalló en carcajadas.

Creo que él es la única persona que podría armar semejante alboroto por algo tan irrelevante.

—Has armado una tormenta en un vaso de agua. Odette es muy diferente a ti y a mí, deberías acostumbrarte de una vez por todas. Con esa niña no se puede.

—Si bueno, ya encontraré la manera de sacar a la luz su niña interior. Por ahora solo quiero que me muestres​ lo que has escrito. —Samuel me arrebata mi cuaderno de rimas en un ágil movimiento.

Ese chico en ocasiones puede ser un grano en el culo.

—¡Wow! esto es impresionante Lucy. De hecho, yo venía a enseñarte algo relacionado. —levanto mis cejas en evidente sorpresa.

—Sí, yo escribo. Es solo que nunca he sentido que sea lo suficientemente bueno en ello. Soy muy perfeccionista, tú lo sabes. —eso suena más como él.

Muchas veces las personas que más seguridad demuestran son las que más dudan de sí mismas.

Curioso.

Fácilmente resolví la ecuación, entre los ricos y los pobres no hay comparación.

Unos se matan entre sí por ver un nuevo amanecer, los otros sufren por lujos y agonizan por poder, dos mundos distintos, desgracias por doquier.

Hasta la muerte lo intentaré esclarecer, ¿Qué te hace diferente a mi si querer es poder?

Claro, intentaré no preguntar, para eso me educaron, para callar y otorgar.

Samuel para de recitar y levanta la mirada del pequeño trozo de papel donde tenía escrito aquel fascinante verso. Estoy anonadada, realmente el hecho de salir a cualquier esquina de mi barrio y saber que sus palabras me estallaran en la cara, no ayuda en lo absoluto. No sé qué hacer así que lloro, el alma se me llena de dolor al saber que mi hermana crecerá en un ambiente como este, que no puede más que brindarle un futuro incierto y un trabajo de salario mínimo si llega a sobrevivir en esta selva de cemento.

—Estoy orgullosa de ti Samuel, que nunca se te olvide. —estrecho a mi mejor amigo entre mis brazos.

—Yo lo estoy mucho más de ti. —besa mi frente, en señal de afecto.

—Nadie es feliz viviendo en la ignorancia, que a la ecuación de los ricos se le reste la confianza. —Samuel me apega un poco más a su cuerpo, al ser consciente de mis palabras.

—Que ya no haya opresión, unidos vamos todos por la liberación. —ha comprendido el trasfondo de todo.

Entre rimas sello mi promesa, la de luchar por un mejor porvenir y sé que mi amigo ha hecho lo mismo cuando conviene una sonrisa cómplice.

[...]


—Papá, ya debo irme a trabajar. —mi padre asiente y limpia sus manos en un pequeño trapo.

—Ve con cuidado hija, llámame cuando llegues y cuando estés a punto de salir, sabes​ que me preocupo. —dicho esto besó mi frente, sonrió.

—Lo haré. —le doy un leve abrazo y me dispongo a salir de casa con Samuel detrás de mí.

—¡Hasta luego suegro! —le escucho gritar antes de cerrar la puerta.

—¡No eres lo suficiente macho para mí Luciana! —veo a mi padre agitar un destornillador en su mano mientras mantiene medio cuerpo asomado por la ventana.

Río ante la cara de Samuel.

—Justo en el ego. —me burlo.

—Admito que el viejo aún tiene el toque.

Caminamos hacia la parada de autobuses en donde me reúno con el resto de mis amigos y me encargo de saludarlos uno por uno.

Entre bromas y risas llegamos al centro de la ciudad específicamente al disco club blue moon donde mis amigos y yo nos ganábamos la vida como meseros, entre otras funciones.

Hoy era un día especial para nosotros, hace un tiempo le habíamos solicitado a nuestro jefe la oportunidad de poder presentarnos como grupo musical en la discoteca. Hoy recibiremos su respuesta.

En lo que a mi refiere no tenía claro si podíamos ser considerados como "banda" nunca habíamos hablado de la etiqueta que podríamos darle a todo esto, simplemente éramos unos chicos con la ilusión de compartir nuestro arte.



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En el texto hay: drogas, amor, amistad

Editado: 11.03.2019

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