Dos razones para amarte.

Capítulo 1. Disfraces




Kristen

Nunca me han gustado mucho las fiestas, menos cuando tienes que usar una máscara. No sé quienes son las personas tras del antifaz, a mi papá se le salió de las manos una temática cómo está, pero a sus amigos les gusto. 

Conozco a mis amigos por la ropa, pero las otras cincuenta personas son completamente desconocidas para mí. Ni siquiera puedo saber quien es mi papá, o mi madre, aunque con ella es más fácil adivinar porque conozco la ropa que lleva puesta. 

Las copas rebosan de vino y coñac, un dúo no muy bueno para las personas que les gusta ponerse sus copas. Huele a personas ricas y muy selectivas, los típicos millonarios con hazaña de vida de reyes. Sigue siendo un enigma como mi padre se codea con gente de clase, nosotros no tenemos tanto dinero como ellos. Mi padre tiene una empresa de construcción y así es como ha logrado conocer personas de alcurnia. 

—Una fiesta no es fiesta sin mí— mi mejor amiga reaparece, no sé dónde fue, pero si con quien. 

—¿Con quién esta vez? 

—Con un hombre. 

—Eso lo se, tonta. Pero quiero saber con quien, ¿lo conozco? 

—No, no lo conoces. Es el hijo de los señores De la Vega —se quita el antifaz y coge una copa —Tu papá da buenas fiestas. 

—Lo dices porque te gusto tu ligue de la noche. 

—Deberías alegrarte, no soy como tu. Aburrida, mojigata, sin novio, enamorada de su mejor amigo Jack Young. 

—No me menciones a Jack, por favor. Lo que quiero es sacarlo de mi cabeza, se fue sin despedirse de mí. 

—¿No te llamo? 

—Jimena, esa no es una despedida. Él dijo "nos vemos en unos meses, cuídate el trasero por mí y mantente soltera" —me dan ganas de llorar pero Jimena empezará a reírse de mí. 

—Al menos te dijo "cuida tu trasero" 

—Creo que mejor me voy a mi habitación. 

—Kristen, no dramatices. Deja tu mojigatería de lado y disfruta de la fiesta ¡No todo gira entorno a ti! 

Lo tengo claro, pero me siento mal. Jack y yo nos conocimos hace dos meses en la universidad. Es un chico alto, musculoso, con un precioso cabello negro y ojos claros, es el típico chico popular de las universidad y con un montón de chicas hermosas detrás de él. 

Tuvo que irse a Texas porque sus papás lo necesitaban en la hacienda, al menos eso fue lo que me dijo. No tuve la oportunidad de verlo antes de irse. Su hermano mayor vino por él, o al menos eso fue lo que me dijo, jamás escuché mencionar a su hermano hasta ese día. 

—¡Mierda! — azoto la puerta al entrar a mi habitación, hay un desconocido parado en la ventana. —¿Qué hace aquí y quien es? 

No me responde, es un tipo alto y viste todo de negro, el antifaz no me deja verle el rostro pero tiene unos ojos claros. La claridad que entra por la ventana me permite verlo tan solo un poco. 

Debe ser algún invitado de la fiesta de mi padre pero eso no le da el derecho en entrar a mi habitación, permanece inmutable con esa mirada clavada en mí. Me produce una avalancha en el estómago.

—Le hice una pregunta. 

—Es indiscutible, señorita Kristen —quedó estupefacta. 

Díganme patética pero tiene una voz majestuosa. 

—Nadie tiene permitido subir a las habitaciones. ¿Qué pretende? Voy a llamar a mi papá —digo segura. 

Debería dejar de hablar y salir corriendo a decirle a papá, pero por alguna razón mis pies no quieren hacerme caso. Mis piernas complacen a mi cerebro, la otra parte me dice que estoy loca. 

—Llámelo, Kristen. Debería haberlo hecho desde que me vio aquí, pero por algún motivo no lo hizo ¿no es así? —aprieto los dientes. 

—¿Qué es lo que quiere? 

—Quiero muchas cosas, pero por ahora lo único que quiero de esta habitación, es a usted. 

Este subnormal con quien piensa que está hablando. 

El hecho que se vea guapo, que su voz sea como música para mis oídos no quiere decir que tiene el derecho o que yo me acostaré con él. 

—Es una pena que su deseo no se vaya a cumplir. ¡Quiero que salga ya mismo de mi habitación! 

—Calma, señorita Kristen. No pienso hacer nada que a usted no le guste. 

—Qué le hace creer que me voy a acostar con un desconocido que se cuela a mi habitación a la mitad de la noche. 

—No soy ningún desconocido, y fue su mismo padre quien me invitó a la fiesta. 

—Usted mismo lo dijo, mi padre. 

Me acelero cuando de pronto se empieza a acercar, debería ser el momento donde corro y grito por ayuda porque probablemente podría tener un cuchillo bajo la manga y querer matarme, pero mi lado estúpido y masoquista quiere saber quien es este hombre. 

—Se ha portado bien toda su vida, Kristen. Siempre una chica estudiosa, buena, noble, una chica de casa—murmura, su voz suena mejor de cerca —No le interesa romper las reglas una vez en su vida. Tómelo como su regalo de cumpleaños. 

—¿Por qué habla de mi cumpleaños? —los únicos que lo saben son mis papás y algunos amigos. 

—Yo sé todo, Kristen. Sé todo de usted. 

—Me ha estado acosando. 

Juega con sus guantes negros, al menos quisiera ver sus manos para encontrar algún indicio que me diga quien está detrás del antifaz. 

Mi papá y sus estupidas fiestas, todo esto es su culpa. 

«Será su culpa y todo pero bien que sigues escuchando al desconocido ardiente» 

—No, no soy ningún acosador.

—Está en mi habitación, a mitad de la noche sin mi consentimiento. Si eso no es acoso entonces dígame qué es. 

—Vamos directo al grano, Kristen. 

—Lo estoy ansiando. 

—Yo deseó una sola cosa—se quita el primer guante, su mano es muy blanca 

«por qué estás viéndole las manos, degenerada» 

—Y sé que usted también lo desea. 

—Es un desconocido —me tardo en responder. 

Él tiene algo que aturde. Dios... en qué locura estoy pensando. 

Papá tiene razón cuando dice que en mis casi veinte años no he madurado lo suficiente. Es una total desfachatez estar conversando felizmente con este hombre. 




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