Dos razones para amarte.

Capítulo 2. Premio



Kristen

«Don, Don, Don, Don, Don» 

Mi mente aún sigue repitiendo su nombre, todo el día anda dando vueltas en mi cabeza. 

Hace una semana qué pasó lo qué pasó con ese desconocido. No le he contado a nadie porque tengo miedo a ser juzgada. Todavía no encuentro como fui capaz de acostarme con un desconocido, no estaba borracha para usarlo de pretexto. 

Esta mañana le pedí la lista de invitados a mi papá para buscar entre ellos quien es Don, no obstante existe la posibilidad de que me haya mentido diciéndome un nombre que no era el suyo. Mi papá no es tonto y su astucia le ha hecho sospechar que algo ha pasado pero se contiene a preguntar. 

—¿Conociste a alguien en la fiesta?  — se lleva un bocado de pasta, su preferida. 

—No, bueno si, hice un par de amigos. Los señores mayores que me conteste, son guapos —le digo, no es verdad pero me gusta ver su cara. 

—Les dire a mis amigos que si no quieren perder la cabeza, se alejen de mí hija. 

—Ya no es ilegal, papá. Tengo veinte años. 

—Igual eres mi hijita. 

—¡Kristen! Jimena ya está aquí — avisa desde la puerta, mi madre con un sonoro grito. 

Me despido de mis padres y salgo a encontrarme con Jimena. Ella tiene un súper auto que nos lleva a todas partes, como ejemplo ahora que tenemos una cita de empleo en el mismo lugar. 

Somos unas chicas con suerte. 

—Tu cara de mustia me desequilibra. No sé qué pasó esa noche de la fiesta pero estás rara desde ese día. 

—Nada, no pasó nada. 

—Por Jack no estas así, mentirosilla. A mi no me engañas. 

Es verdad; pero no le diré por quién y qué pasó esa noche. 

Me tacharía de sucia ramera o qué sé yo. 

—Puedes detener el auto —le suplico. 

Me acaban de dar tremendas náuseas, Jimena se detiene a un costado, el olor a gasolina me revolvió todo el estómago. Siento como el sabor amargo sube por mi esófago. 

—¡No vomites mi auto! —se escandaliza. 

No pensaba hacerlo. 

Ella cuida este auto más que su vida, ahora mismo mis fuerzas son nulas, como puedo me bajo del auto y me orillo. 

Algo tuvo que haberme sentado mal, no recuerdo haber ingerido nada pesado entre ayer y hoy. 

—Sucia... ¿por qué tienes náuseas? —cuestiona con una risita desde su asiento. 

El asco se me pasa en unos minutos y vuelvo a subir pero la mirada acosadora de Jimena no me deja tranquila. 

—Algo me hizo mal. 

—Por favor, Kristen —me codea —Todas las que dicen eso resultan embarazadas. ¿Con quién te acostaste? Mustia. 

—No me llames mustia. Y no me acosté con nadie —la cabeza empieza a dolerme—Sabes que, mejor llévame a casa. No me siento para nada bien. 

—¡Realmente no! Recuerda cuanto trabajo nos costó esta cita, mi madre no nos la consiguió para que lo eches todo a perder —vuelve a encender el auto y ponerlo en marcha—Con una buena copa se te pasará. 

Sinceramente lo espero, me asusta mucho el comentario de Jimena. "Embarazo" 

«Y tú crees que las personas nacen por obra y gracia del Espíritu Santo. Bueno, en parte si, pero para eso hay que hacer cositas de adultos» 

No, no, mi mente esta jugándome una mala pasada. 

«Lo viste cuidarse, eh, lo viste protegerse antes de estar contigo» es que no lo recuerdo, todo fue tan rápido, ay por Dios, siento que estoy en graves problemas. 

—No me mires así, por favor. 

—De qué forma quieres que te mire, no me quieres contar con quien estuviste. Kristen, soy más lista que tú, no me puedes engañar. 

—¡Bien! Te lo diré pero deja que respire aire puro. 

Llegamos a la preparatoria, es muy poco probable que a dos chicas que se acaban de graduar les den el empleo, pero queremos intentarlo. 

—Ah, no te mencioné algo— bajamos del auto, cojo mi bolso donde traigo todos los documentos —Nos harán una prueba de sangre para corroborar que no estemos enfermas o tengamos alguna ITS. 

—¿Eso es legal? 

—No, no lo es, pero quieres trabajar, no saber que es legar y que no lo es. A menos que quieras ser una veinteañera mantenida por sus papás ¡espera, ya lo eres! 

Jimena a veces se pasa de graciosa. 

Pasamos primero con la secretaria y luego con el director de la primaria, por supuesto están los quince maestros reunidos. Hay siete señoras mayores y y ocho hombres, entre treinta y cuarenta años. 

—Revisaremos su papelería, mientras tanto pueden pasar a enfermería a que les hagan la prueba de sangre. 

—¿En cuanto tiempo están los resultados? 

Pregunta mi amiga. 

—En tres días. Entonces las llamaremos y hablaremos sobre su currículum. 

Salimos de la oficina del director y nos dirigimos a enfermería, la cara de Jime solo me provoca miedo. 

—Te asustan las agujas ¿no? 

Toda la vida. 

—Sí, sabes perfectamente que sí. 

—Tranquila, solo es un piquete. No seas dramática. 

Tengo otras cosas en mente que me asustan más. 

🦋🦋🦋

 

 

Dorian

—¡Joder! 

Jack se vuelve loco al ganarle por tercera vez la partida. 

—Cállate, llorona. 

—Estupido juego —patea el control remoto hacia la esquina. 

—Me lo arruinas me lo pagas. 

—Mi intuición dice qué haces trampa cada vez que jugamos. 

Por favor, si orgullo de macho no lo deja aceptar que es de los peores jugadores que existen en el jodido mundo. 

—Cuéntame... hermanito. ¿Cómo te fue en Louisiana? 

—Bien. 

—¿Solo bien? No me quisiste decir porque regresaste tan feliz. ¿Viste a alguien? 

—No. 

—Deja de contestarme así y cuéntame. 

—Ve a revisar la caballeriza, Jack. Han habido problemas. 

Me levanto y me retiro de la sala. Mi hermano se pone de entrometido cada vez que quiere, está chiflado si en verdad piensa que le diré algo sobre mi viaje a Louisiana. Lo qué pasó allá, se queda allá, y en mi memoria. 

Escucho a mi hermano hablar por teléfono, primero se carcajea y luego su tono de voz cambia a uno nervioso. Con tantas novias que tiene no m extrañaría que alguna de ellas ya lo haya atrapado en la mentira. 




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