Dos razones para amarte.

Capítulo 4. ¡Patos!



Kristen

Jimena no tarda en llegar y estos niños no terminan de jugar, ya les repetí mil veces que por favor jueguen al venir pero no quieren. Los gemelos no tienen mucha simpatía por Jimensa, tal vez porque ella me reprochó durante todo el embarazo no haber abortado. 

Debo confesar que lo pensé, tuve en la mente abortar pero al último momento no pude hacerlo. Tampoco sabía que eran dos, lo supe después. Fue la única persona a la que le conté, a Jack le dije que estaba embarazada pero no de cuántos. 

Mi papá no me ha perdonado, él no conoce a los gemelos y dice que no le interesa hacerlo si esos niños no tienen un apellido paterno. Eso me duele. Me quema el alma pero aprendí a darles todo mi amor a los niños sin necesidad de ellos, después de que papá me corriera de la casa tuve que rentar un pequeño departamento y luego conseguí un empleo en una pastelería, fui mesera por nueve meses los cuales fueron suficientes para ahorrar y comprar cosas para los bebés, pero el dinero se acabó pronto y volví al trabajo solo un par de meses después. 

Quien diría que aquel desconocido tendría una puntería perfecta, ¿dónde tenía la cabeza esa noche? En todas partes, menos en donde debería. Quiero hacerme la idea de que nunca paso nada, pero al ver a mis gemelos la idea se esfuma de mi mente. Lo que más me da coraje es no saber con quién me acosté esa noche, en la lista de mi padre no pude encontrar a nadie que me dé el presentimiento de que lo sea y la mayor parte de ellos son viejos de cincuenta años, y con el que yo me acosté tendría algunos veinticinco. 

Para este punto de mi vida tendría la misma rutina de siempre, la misma historia de siempre, sería monótona y aburrida como lo era antes de tener a mis bebés. No mentiré, a veces me veo arrastrada por aquellas ganas de devolver el tiempo atrás y poder decirme «¡No te acuestes con un desconocido, estúpida» y darme una buena bofetada, pero no puedo. Demasiado tarde para lamentarse,  he sobrevivido a la maternidad más loca de todas. Nadie tiene idea de lo jodidamente loco que es criar dos bebés ¡dos! Y que además, suelen portarse como dos ancianitos y luego ser todo lo contrario. 

—¡Mamá, tienes una llamada! —Darío entra corriendo con el celular en la mano. —Es tío Jack. 

—Le dices tío Jack a un hombre que ni conoces pero no le puedes decir tía a Jimena. 

—Discutiremos eso más tarde. 

Ruedo los ojos y luego contestó la llamada. 

—Hola, Jack. Tanto tiempo sin saber de ti. 

—Hola, mamá o tengo que decir mamasita. —se ríe —¿Cómo va todo por allá? Oye, esos niños cada día son más listos. 

—No me lo recuerdes, Darío se hizo pasar por Eddie de nuevo. ¿Por qué no me recordaste ponerles algo para diferenciarlos? Una marca por ejemplo. 

—Eres su mamá y no sabes diferenciar. 

—Si lo hago — susurro, me rasco la cabeza recordando todas las veces que los he confundido. 

—Claro, le diste medicina a Eddie cuando era Darío  quien estaba enfermo, le has dado dos veces comida al mismo niño y has dejado uno perdido en el súper. 

—No es para tanto, son cosas de mamá. 

—Los mandas dos veces a pedir dulces para Halloween. 

—¡Son dos niños! Morigerados, eh. En fin, cuéntame para qué soy buena. 

—Estoy de vacaciones, mi hermano me dio descanso del restaurante, estaba a punto de demandarlo por aprovecharse de mí. ¿Por qué no vienes a Texas? A pasar unos días a la hacienda. 

Me sorprende su repentina invitación, no lo sé, Texas no está tan lejos, sin embargo viajar con los niños es cosa seria. 

—¿De verdad? 

—Claro, es la única forma que pueda conocer a mis sobrinos. Este lugar puede gustarles, piénsalo. Hace mucho tiempo que no salen de vacaciones. 

La idea no me parece tan desagradable. 

—¿Tu hermano estará de acuerdo? Me dijiste que la casa es de él y no quiero incomodar. 

—Vamos, Kristen. Soy su hermano, puedo invitar a quien yo quiera, su molestia me la paso por el arco del triunfo —asegura —Por favor, ven. Extraño a mi amiga. Puedes invitar a Jimensa si no quieres viajar sola, ¿qué dices? 

—Hablaré con los niños primero ¿te parece? Te aviso esta noche. 

—Llámame. 

Voy a la sala donde están los niños haciendo sus travesuras. Los dos están sentados jugando con sus carritos nuevos, los dos se me quedan viendo esperando que hable. 

—Eddie, Darío. 

—Sí, mami — responden al mismo tiempo. 

—¿Les gustaría viajar a conocer a tío Jack? 

Se voltean a ver, odio que hagan eso. Es como si pudieran hablar mentalmente y me dan celos, yo también quiero hacerlo. 

—Pregúntale a Eddie —responden los dos —Y a Darío. 

—No estoy jugando niños, dejen de hacer eso. 

—¿Si sabes quién es Eddie y quién es Darío? 

—¡Claro que lo sé! Soy su mamá. 

¡No lo sé! Son idénticos, y la ropa no me ayuda. ¿Por qué tengo que comprarles igual? 

—Está bien, vayamos a conocer a tío Jack. 

Que feliz me pone volver a ver a mi amigo después de cinco años sin vernos. 

🦋🦋🦋 

Los niños me miran molestos. 

No hay que ser muy inteligente para saber por qué están así, no les dije que Jimena vendría con nosotros. No la quieren, siempre están diciéndole que es fea y que tiene ojos saltones, que por qué sus dientes son chuecos. 

—Niños, por favor pórtense bien ¿quieren? No dejen en vergüenza a mamá. 

—No nos dijiste que esa Jimensa vendría. 

—No le digas así, muchachito. Es mi mejor amiga, y Jack la invitó. No podía decirle que no. 

—No quiero que se acerque a nosotros. 

—¿Por qué es tan difícil que les caiga bien? Ha sido buena tía —ambos hacen un tropel con la boca —ya, ya, no me miren así. 

Jimena es intensa pero no ha dejado de ser mi amiga, me ayudó mucho prestándome dinero en el momento donde me quedé sin un centavo y mis hijos necesitan comer. 

Le tengo mucho aprecio aunque a mis hijos no les guste que ella esté cerca. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.