Dos Versiones de Ella

Prefacio

Y allí estaba él, arrojando piedras hacia los cristales de mi ventana, intentando llamar mi atención; tal y como solía hacerlo desde que nos conocimos y él supo en dónde quedaba mi casa a sólo dos cuadras de la suya. Dándome pequeñas y esporádicas visitas inesperadas, como la de ese día.

Alzaba la mirada hacia mi ventana, con sus hermosas y fuertes facciones con el ceño ligeramente corrido en una mueca desesperada. Sólo esperando a que yo me asomara a atender a su llamado.

No lo hice...

Sólo permanecí oculta tras ese traslúcido velo blanco, con el corazón deteniéndose en mi pecho y las arcadas de mi cuerpo aumentando con cada minuto transcurrido y por la ansiedad que sentía carcomerme con cada nueva pedrada arrojada.

Su mirada hizo contacto con la mía y dejé de respirar por un momento, aunque sabía que él no iba verme, no con el velo intacto en su lugar sin que lo hubiera movido ni un centímetro. El estómago se me encogió en un nudo ciego y yo abandoné mi lugar para salir de la habitación, caminé hasta el pasillo que separaba mi cuarto de la sala y la cocina, apoyé mi espalda contra la fría pared blanca de éste y dejé que mi cuerpo se deslizara por ella y cayera al suelo sin nada que amortiguara mi caída aparte del piso frío.

Me hice un ovillo ocultando mi rostro bañado en lágrimas que habían caído y ahora amenazaban con volver a caer, dando saltos cada vez que escuchaba una nueva pedrada atentando contra el cristal.

<<Cobarde>> <<Cobarde>>
Me repetía una y otra vez mentalmente.
¿Desde cuándo era una cobarde?

El corazón se me estrujaba con cada nueva respiración y la presión en mi pecho amenazaba con querer ahogarme sin conseguirlo. Seguía respirando, pero por alguna razón desconocida mis pulmones luchaban aún en busca de aire, como si una presión imposible frenara la expansión de ellos en mi pecho.

 

Un par de minutos después ese golpeteo constante contra el cristal cesó para dar paso al silencio, a un silencio lúgubre y todavía asfixiante, únicamente interrumpido por el ruido estrepitoso de los autos y de sus pasos alejándose lentamente de la ventana de mi apartamento.

Se había ido.

Me levanté del suelo y corroboré lo obvio asomándome con timidez a la ventana, corriendo el velo lentamente para otear la calle desde mi lugar. Aún podía ver su silueta confundida e imponente justo en frente de mi ventana, para luego parpadear varias veces y solo observar una calle vacía, un vacío tan parecido al hueco que de alguna manera su presencia había dejado en mi corazón.

Deposité todo mi peso sobre mi cama y ya no pude contener las lágrimas un minuto más. Un torrente de ellas junto con una mezcla de sollozos y culpa me tragó entera dejando únicamente desdicha, desdicha y tensión, esa era yo, la viva imagen de estas dos incógnitas sin un punto intermedio y/o combinación.

Un "lo siento" escapó de mis labios y mis sollozos cobraron fuerza escuchándose claramente en cada rincón de mi casa, vacía para esos momentos; incluso conmigo adentro se sentía sola y abandonada.

Me mordí los labios con fuerza mientras mis uñas se incrustaban en la piel sensible de mis brazos.

Había caído, definitivamente he tocado fondo.

Y todo, absolutamente todo, era mi culpa.

 



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En el texto hay: romace, drama, amorjuevnil

Editado: 13.02.2021

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