Sienna.
Faltaba tan solo una cuadra para llegar y ya divisaba la ventana de mi apartamento, estratégicamente ubicado al lado de una de las cámaras de seguridad y con una mata/planta de mi madre que todavía no florecía en la mitad del muro que separaba la ventana de mi habitación de la ventana de la sala.
Seguimos avanzando y justo al llegar a la esquina, Elian giró a la izquierda, avanzó media cuadra más y finalmente llegamos a la portería del conjunto; donde un pequeño reconocedor de huella dactilar se ubicaba en toda la entrada de rejas negras y donde Ryan Arias, uno de los guardas de seguridad más antiguos revisaba las cámaras en la pequeña recepción.
—Gracias por traerme —murmuré y Elian hizo algo parecido a un asentimiento, rodando la cabeza hacia un costado.
Me aclaré la garganta para dejar de sentirme incómoda y agregué:
—Lo siento, ¿sí? —Me disculpé clavando los ojos en el suelo—. Sé que solo quieres ayudarme y yo sigo comportándome manera hostil, cuando tú no tienes la culpa de nada.
Miré la sombra de Elian y vi cómo giró la cabeza y ahora se encontraba mirándome fijamente, levanté el rostro y lo miré también. Estaba sonriendo y yo intenté devolverle la sonrisa, la cual me salió relativamente bien.
—Tranquila Enna —se inclinó y me desordenó el cabello como en los viejos tiempos—. Llámame si necesitas algo —asentí—, o simplemente si deseas ir a algún lado —señaló su bicicleta y yo volví a asentir.
—Gracias —le di un beso en la mejilla, luego me despedí con un movimiento de manos y me acerqué a la puerta, puse mi dedo pulgar en el sensor y la puerta de entrada se abrió con un pitido.
Solté un "buenas tardes" que Ryan contestó con otro "buenas tardes señorita" y finalmente continué mi camino con dirección a mi apartamento, justo en la torre 5, después de pasar de largo el parqueadero y dos torres paralelas separadas por una gran zona verde con varios árboles y un pequeño jardín de rosas.
Luego llegué a la torre con el número 5 y entré en ella, una chica muy bonita con cabello crespo y largo recogido con un pequeño caimán pasó por mi lado y por alguna razón me lanzó una sonrisa que correspondí antes de que nuestros caminos se separaran nuevamente.
Llegué al segundo piso y el sensor de luz se encendió justo para darme tiempo de llegar frente a mi apartamento, saqué las llaves y entré con dos vueltas a la cerradura de arriba, entré a la casa y el familiar olor de la comida de mi madre enfriándose lentamente en la estufa me recibió. Dejé la maleta en uno de los sofás y caminé hasta mi cuarto, abrí la puerta y el corazón casi se me sale del pecho cuando le vi.
—Drake...
—Hola, cariño —habló cómodamente sentado sobre mi cama con mi preciado diario entre sus manos, abierto en una página cualquiera con una historia que contar o un sentimiento plasmado con tinta negra—. Interrumpiste mi lectura y estaba en la mejor parte.
Caminé hasta él y levanté una de mis manos con intención de abofetearlo, pero él fue mucho más rápido que yo y terminó parado frente a la ventana abierta, sacó el brazo y las páginas de mi diario se agitaron por el viento; miré a través del cristal y vi a Owen en la parte de debajo de la ventana, listo para recibir uno de los elementos más preciados e importantes de mi vida.
Se me recogió el estómago.
—¿Qué quieres? ¿No tuviste más que suficiente con lo que me hiciste hoy? —pregunté abrumada sentándome en la cama con expresión indefensa, con las mejillas encendidas por la ira acumulada y mezclada con las intensas ganas de llorar—. ¿Qué haces aquí?
Sonrió con complacencia y luego dejó el cuaderno de la torre Eiffel que había arreglado como mi diario sobre la mesa junto a la ventana, mirándome fijamente a mí y al cuaderno, siempre alerta, por si en algún momento yo decidía intentar algo en contra suya. No era tan tonta para hacer algo como eso, o mejor dicho, era demasiado cobarde para enfrentarlo.
—Quiero divertirme contigo, como en los viejos tiempos —me pasó una mano por una de las piernas y subió por ella hasta llegar casi hasta mi ingle derecha; me aparté bruscamente de su toque y me paré frente a la ventana. Drake volvió a tomar mi diario y yo fruncí el ceño pero no dije nada. No iba a seguir jugando al gato y al ratón, y menos con un depredador como él.
—Yo no quiero nada contigo —dije firme pero el joven a mi lado solo siguió sonriendo como el gato de Alicia—. Lo que tú y yo teníamos se terminó, no volverá a pasar Drake.
—Vamos Sienna —se puso de pie, acomodó sus dos manos a los costados de mi cara y luego se inclinó para besarme, pero volteé la cara antes de que su boca me tocara, por lo que solo me rozó una de las mejillas con los labios—. Mira cariño, tú no decides cuando se acaba esto, yo lo hago; y por el momento eso no va a pasar.
Lo miré fijamente a los ojos sin intimidarme únicamente por fuera, por dentro me encontraba temblando como un papiro viejo que se encuentra sacudido por el viento.
—No puedes obligarme a estar contigo Drake —le quité el diario y lo escondí detrás de mi espalda. Por alguna razón él no hizo nada, simplemente se alejó de mí y volvió a sentarse en la cama.
—Eso ya lo veremos...
—¿A qué estás jugando? —pregunté confundida; su actitud me perturbaba, nunca lo había visto de esa manera. Era como si tuviera todo bajo control de alguna manera, pero yo no entendía exactamente de qué forma.
—Ya me aburrió está conversación —soltó un bostezo fingido y yo lo miré con cierta reticencia—. Pero si yo fuera tú, dormiría con un ojo abierto esta noche, en cualquier momento voy a volver a atacar y cada vez será peor lo que haga.
—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué no me dejas tranquila de una buena vez?
—Porque tengo mucho que ganar y tú tienes demasiado que perder, así de simple —fue el ultimátum que me lanzó antes de ponerse de pie, mirarme con cierta lascivia que me revolvió el estómago y abrirse camino para salir de la habitación—. Mantén encendido tu teléfono, en cualquier momento te escribiré para que sepas lo que vamos a hacer de ahora en adelante.