CAPÍTULO 7: Alexter
Esa misma noche...
—Anda, Alex, no puede ser que tengamos más de un mes sin salir. ¡Vamos! —pidió Melina con un tono de capricho que ya me resultaba demasiado familiar. Sí, es una mujer adulta, pero el que la hayan mimado toda la vida la hace comportarse como una niña malcriada que hace un berrinche si no se le complace.
—De acuerdo —dije sin ánimos, aceptando solo porque sé lo tediosa que puede volverse cuando no se sale con la suya. Hasta cierto punto, tiene razón: tenemos tiempo sin salir a divertirnos. Pero, ¿cómo puedo pensar en salir a festejar cuando tengo tantas cosas en la cabeza? Los nuevos socios, la sucursal en Madrid, la casa de la playa, los galpones, ella y mi madre presionando para que le proponga matrimonio… No tengo cabeza ni tiempo para estar saliendo a fiestas. Pero bueno, aquí vamos.
Ahora estamos en la zona VIP del Redmoon, un lugar que, aunque no es mi preferido, parece ser el favorito de Melina. La música está alta, las luces parpadean, y el ambiente está lleno de gente que parece estar más interesada en divertirse que yo.
—Voy a buscar algo de beber. ¿Quieres algo? —le pregunto, mientras ella habla con unas amigas que se encontró en la entrada.
—Sí, cariño, tráeme por favor un Cosmopolitan. Y para las chicas, un Caipirinha —responde, dándome un beso en la mejilla como para disimular que me está tratando como su estúpido mesonero. Pero mejor así. Si con eso logro alejarme de sus amigas, frívolas mujeres que solo viven de apariencias y se la pasan alardeando de lo que tienen, entonces no me quejo. Solo le sonrío y me alejo hacia la barra.
—Un whisky doble, por favor —le digo al barman. Lo bebo de un solo trago y le hago señas para que me sirva otro. Este último lo tomo más despacio, mientras giro en mi asiento para ver si las amigas de Melina ya se fueron. Veo que todavía están sentadas, riendo y hablando como si no tuvieran preocupaciones en el mundo. Ni crean ellas que les voy a llevar algo. Una cosa es ceder ante los caprichos de Melina; ella es mi novia, y creo que ya estoy resignado a tener que lidiar con su mal comportamiento. Pero de ahí a tener que lidiar con sus amigas, eso sobrepasa mi tolerancia.
Mientras me pierdo en mi monólogo interno, reconozco a alguien en la pista de baile. Es Villanueva, una de las nuevas empleadas. Está bailando con un chico que supongo es su novio. No debería estar aquí, ¿no? Se supone que debería estar concentrada en la propuesta que tienen que presentarme mañana. De repente, el chico con el que está la agarra más fuerte, y parece que ella se incomoda. Me levanto de golpe de mi silla, listo para intervenir si es necesario, pero en ese momento oigo que me llaman.
—Sr. Montenegro, ¡qué gusto verlo aquí! —dice una voz familiar.
Me doy la vuelta y me encuentro con Gonzales. —Hola, Lucas. ¿Cómo estás? No me llames Sr. Montenegro, solo Alex. No estamos en la oficina —le digo, con un tono relajado. Es la verdad: fuera de la oficina, no me gusta que me llamen con tanto formalismo.
—No esperaba encontrarlo aquí —dice Lucas, sonriendo—. Pero es bueno que de vez en cuando salga a distraerse.
Asiento mientras tomo un sorbo de mi bebida. —Veo que tú y las nuevas empleadas ya se hicieron amigos. ¿Y cómo que no esperabas verme aquí? ¿Tampoco soy tan viejo, no?
—No, no es eso —responde Lucas, riendo nervioso—. Solo que, como nunca me ha pedido que le haga una reservación, pensé que no le gustaba este tipo de sitios. —Hace una pausa y continúa—: Pues la verdad es que somos amigos desde hace muchos años—señala hacia su espalda— Por eso las recomendé para la vacante.
—Bueno, Lucas, creo que debo irme. Ya es tarde, y mañana hay trabajo —me despido dándole una palmada en la espalda.
Me alejo para subir a la zona VIP y le hago saber a Melina que me quiero ir. Pongo de excusa que me duele la cabeza y que la música no colabora mucho.
—Ah, ok. ¿Te molesta si me quedo con las muchachas? —pregunta, con una mirada que parece esperar mi aprobación.
—No, adelante. Ya tienes las bebidas ordenadas y canceladas en la barra —respondo, acercándome a ella. Sin darme cuenta, le doy un beso en la mejilla, lo que no pasa desapercibido entre sus amigas. La verdad es que lo hice inconscientemente.
Me subo al carro y conduzco directo a mi casa. Entro, me baño y me preparo para dormir. Pero justo cuando empiezo a sentir que ya empiezo a descansar, escucho una voz en mi mente.
—¡Mel!
Despierto sobresaltado. Es muy temprano, pero aun así decido empezar a alistarme para ir a la oficina. La verdad es que, una vez despierto, no logro conciliar el sueño. Tal vez sea el estrés, o tal vez sea esa sensación de que algo importante está por suceder. No lo sé, pero lo que sí sé es que hoy será un día largo.