CAPÍTULO 10: Melissa
—¿Cómo te llamas? ¿Por qué siempre me das la espalda? —pregunto en mi sueño, pero como siempre, no obtengo respuesta. Despierto con esa sensación de vacío en el pecho que me ha estado persiguiendo desde hace días. A veces no sé si es un sueño o un recuerdo. Nunca le he preguntado a mamá ni a papá sobre eso. Cuando era adolescente, pensé que era solo un sueño tonto y no me agobiaba como ahora. Pero últimamente, ese sueño se ha vuelto más vívido, más real, y no puedo evitar preguntarme si significa algo.
—¡Mel, Melissa! ¿Estás aquí o todavía estás en la luna? —escucho la voz de Paula, sacándome de mis pensamientos—. Llevo rato diciéndote que ya es hora de presentarle las propuestas al Sr. Montenegro.
—De acuerdo, pero trata de ayudarme porque hoy amanecí con dolor de cabeza y estoy un poco desorientada —le digo en voz baja, tratando de no llamar la atención de los demás. Paula asiente con la cabeza, y salimos de la oficina para dirigirnos a la del jefe.
—Sr. González, ¿podría decirle al Sr. Montenegro que ya estamos aquí? —le pregunto a Lucas. Es raro tratarlo con tanta formalidad, pero debemos hacerlo, al menos cuando hay otros compañeros cerca.
—Como no, Srta. Villanueva —responde Lucas, tomando el teléfono y anunciándonos a su jefe—. Sr. Montenegro, las Srtas. Villanueva y Olimpo ya están aquí. —Hace una pausa, escucha y luego cuelga—. Ok, ya les indico —nos hace señas para que esperemos.
En ese momento, llega la novia del jefe, Melina Swan, y entra a la oficina sin siquiera mirarnos, sobrepasándonos como si fuéramos invisibles.
—Srta. Swan, debe esperar que le avise al Sr. sobre su llegada. Me puede meter en un tremendo lío —dice Lucas, acelerando su paso para alcanzarla, pero ya es demasiado tarde. Melina ya está entrando a la oficina de Alexter.
—Sr., disculpe, traté de decirle que tenía que esperar, pero la Srta. Swan no esperó —dice Lucas, algo asustado.
—Tranquilo, González. Dígales a las Srtas. Villanueva y Olimpo que esperen un momento —responde Alexter, con un tono calmado pero firme. Nosotras alcanzamos a oír la conversación antes de que las puertas se cierren.
—Esta mujer va a hacer que pierda la paciencia y mi trabajo —murmura Lucas, visiblemente molesto. Pocas veces lo he visto así, y esta es una de esas ocasiones.
—Cálmate, Lucas. No le des importancia. Ya viste que el Sr. sabe cómo es su noviecita —dice Paula, tratando de tranquilizarlo.
Unos minutos después, suena el teléfono, y Lucas nos dice que ya podemos entrar.
—¿Y es que la mujer esa se va a quedar mientras nosotras le enseñamos las propuestas de publicidad al Sr. Montenegro? —pregunta Paula, con un poco de molestia. Yo solo me encojo de hombros, tratando de no pensar en lo incómodo que será tener a Melina allí.
Al entrar, nos encontramos con Alexter sentado detrás de su escritorio, con ese porte serio y profesional que lo caracteriza. Melina está a su lado, con una expresión que no promete nada bueno.
—Buenas tardes, Sr. Montenegro —comienzo, tratando de mantener la calma—. Primero que nada, queríamos agradecerle por confiar en nosotras, aun a sabiendas que no teníamos ningún tipo de experiencia laboral. Mi compañera y yo hemos trabajado duro estos días, no solo para traerle una propuesta, sino tres. Así, usted puede escoger cuál de ellas le gusta más.
—¡Guao, pero qué eficientes! —dice Melina, con un tono de voz cargado de ironía. Su expresión es despectiva, como si nuestras propuestas no valieran nada.
—Así es, Srta. Swan. Somos eficientes y responsables con nuestros trabajos, sin contar que nos encanta el respeto —respondo, manteniendo la compostura—. Y por ello, le pido que, por favor, no nos interrumpa mientras le explicamos al Sr. Montenegro, nuestro jefe, ya que es posible que, por tantas interrupciones, no nos entienda bien de qué le vamos a hablar. Así que, con su debido respeto, le agradezco que guarde silencio, ya que está en juego el trabajo de la Srta. Olimpo y el mío. —Hago una pausa y miro a Paula—. Olimpo, por favor, comienza con la primera propuesta.
No sé cómo fui capaz de hablarle así a Melina, pero es que desde el día del altercado en la sala de descanso, se la tenía jurada. Aunque el Sr. Montenegro pudo haberme llamado la atención por hablarle así a su novia, estaba defendiendo el trabajo que Pau y yo habíamos realizado con tanto esfuerzo. No iba a permitir que Melina lo saboteara.
—Melina, si te vas a quedar en la oficina, te agradezco que hagas silencio —dice Alexter, con un tono serio que sorprende incluso a Melina—. Lo que dice la Srta. Villanueva es verdad. Si empiezas a hablar, puedo perderme de algún dato importante.
—Pero es que... —intenta protestar Melina, pero Alexter la interrumpe con solo darle una mirada. Ella se calla de inmediato, aunque su expresión de enojo es evidente.
Paula comienza a exponer la primera propuesta, hablando sobre la importancia de no solo tener un alcance en nuestro territorio, sino de llevar la textilera más allá de nuestras fronteras. Luego continúo yo, explicando los detalles de la segunda propuesta, y finalmente, las dos juntas presentamos la tercera. Mientras hablamos, no puedo evitar notar cómo Alexter nos observa con atención, asintiendo de vez en cuando y tomando notas.