Dos Vidas ,un Camino

Parte 12

CAPÍTULO 12: Alexter

Luego de dejar a Lucas, Paula y Melissa en la planta baja, me encuentro con Daniel, Antonio y Clara en la barra. Los tres están hablando muy animados, y yo me uno a la conversación.

—¿Cómo estás, Clara? —le doy un beso y un abrazo, ya que la última vez que nos vimos le entregué a un Antonio muy ebrio. Quiero confirmar que no está molesta conmigo.

—Hola, Alex. ¿Cómo estás? Pensábamos que ya no venías. Además, vimos llegar a Melina sola —dice Clara, muy amigable como siempre. De verdad que Clara tiene muy bien puesto su nombre; ella es un sol.

—Sí, ya me enteré que vino. De hecho, el portero me dijo que venía conmigo —lo digo un poco desanimado.

—Que quede claro que yo no le dije que veníamos. Salir con mi hermana es como tener un grano en el trasero —dice Daniel, con un tono de fastidio. Daniel y Melina son hermanos, pero parecen perros y gatos.

—Menos mal que es tu hermana —le dice Antonio, riéndose—. Y hablando del rey de Roma…

—Hola, cariño —dice Melina, apareciendo de la nada y dándome un beso sin darme chance a reaccionar—. Qué bueno que nos hayamos encontrado aquí. Pero vamos a subir, que las muchachas nos están esperando.

Volteo a ver a Daniel y Antonio, como suplicando que no me dejen solo. Clara parece ser la única que se da cuenta de mi mirada.

—Vamos, amor. Subamos con Alex, que me imagino que ustedes tres se quieren poner al corriente —dice Clara a Antonio, con una sonrisa comprensiva.

—Bu… bueno, si tú quieres subir, subamos —dice Antonio, para complacer a su mujer. Él, tan distraído, ni siquiera entendió mi mirada de auxilio.

Subimos a la zona VIP, y ahí están las amigas de Melina, con sus voces chillonas y risas estridentes. Las saludo con una sonrisa fingida, preguntándome cómo puede soportarlas. Nos sentamos todos cerca, y yo solo paseo el lugar con la mirada, tratando de distraerme.

Antonio se levanta y se dirige a la baranda que da hacia la planta baja.

—Oye, Alex, ven —me hace señas con el vaso, y yo me acerco.

Empezamos a hablar de cómo les fue en su viaje de recién casados. Me dice que Clara no esperaba ese regalo de mi parte. ¿Cómo no hacerlo? Antonio es casi mi hermano, y Clara es la cuñada perfecta.

En ese momento, veo a Melissa en la pista de baile. El lugar donde me encuentro tiene una buena vista para apreciar todo el club. Está bailando con Lucas, mientras que los hermanos Olimpo están sentados tomando en los asientos. Ya no oigo lo que me dice Antonio; solo me concentro en verla. Pero ¿qué me pasa? Mi novia está a menos de diez pasos de mí, con sus amigas. La chica se despega de Lucas y me doy cuenta de que se dirige hacia la barra.

—Alex, ya te he preguntado dos veces cómo está tu mamá. No he podido ir a saludarla —dice Antonio, notando que no le estoy prestando atención.

—Hablamos en rato, Antonio. Si Melina pregunta por mí, dile que fui al baño —le digo, señalando a Melina, que está ocupada hablando con sus amigas.

—Ok, dale —dice Antonio, sin entender nada, pero sé que lo hará.

Bajo a toda prisa para poder encontrarme con Melissa en la barra antes de que haga su pedido. Cuando ya estoy un poco cerca, trato de tranquilizarme, puesto que corrí escaleras abajo.

—Me da cuatro cervezas, por favor —le dice al bartender con una sonrisa. Apenas se las dan, toma de una hasta la mitad.

—Con calma, que el lunes hay trabajo —le digo, y ella se sobresalta.

—Sr. Montenegro —hace una pausa para agarrar aliento—. Es que estaba bailando y me dio mucha sed.

—Te dije que no estábamos en la oficina. Me puedes tutear; llámame solo Alex —le digo, mientras sonrío como un bobo.

—Ok, solo Alex —se ríe, y yo me uno a su risa—. Lo que pasa es que de tanto bailar me dio sed y calor, y vine por unos tragos para mí y mis amigos.

—Sí, ya vi que se están divirtiendo —digo, tratando de sonar casual—. Pero no he visto a tu novio bailar contigo —agrego, para confirmar si el hermano de Paula es su novio, ya que la última vez que estuve aquí la vi bailando muy pegada a él.

—¿Quién? ¿Paúl? —pregunta, algo sorprendida—. No, vale, Paúl es un amigo. Nos conocemos desde hace mucho.

—Ah, ok —respondo, reprendiéndome a mí mismo por andar preguntando cosas que no son de mi incumbencia. Ahora va a pensar que soy un metiche.

—Bueno, me tengo que ir antes de que se calienten las cervezas —me dice, algo nerviosa.

No quiero que se vaya, pero tampoco sé de qué más hablarle. No la conozco bien, y en la oficina casi no tengo tiempo de interactuar con mis empleados. Se va, dejándome una dulce sonrisa, y yo no paro de verla.

—¿Y qué fue todo eso? —siento una palmada en el hombro que me saca de la nube donde me subí—. Melina no ha parado de preguntar por ti. Le dije que estabas en el baño, y como tardabas, me exigió que te fuera a buscar. Créeme que la soporto solo porque es la mujer que amas y va a ser tu esposa —dice Antonio, algo irritado. Pide unos tragos, y mientras bebo, pienso en esto último que dijo: “La mujer que amas”, “Va a ser tu esposa”.




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