CAPÍTULO 14: Alexter
Estuve todo el bendito fin de semana pensando en esa muchacha. Me parecen muy hermosos sus ojos, ese color ámbar con destellos amarillos y verdes. Son poco comunes; me atrevo a decir que nunca había visto unos así. Su figura es pequeña pero bien proporcionada, y tiene esa aura de “soy tranquila, pero no tonta”. La forma en que se defendió del sarcasmo de Melina fue impresionante. Melina… Me siento mal al estar pensando en otra mujer que no sea mi novia, mi novia desde hace mucho tiempo y la cual está esperando que le proponga matrimonio.
—¿Qué te tiene tan pensativo, Alex? —pregunta Albita, mientras coloca una taza de café frente a mí. Creo que me conoce tan bien como mi madre. No es para menos; está aquí en la casa desde siempre. Cuando Antonio y yo nos robábamos las galletas, ella era la primera en darse cuenta, mucho antes de tan siquiera revisar el envase.
—Albita, es que hay algo que me tiene confundido —le digo, sin verla a los ojos. No sé cómo explicarle lo que siento sin sonar como un tonto.
—¿Algo o alguien? —pregunta, con esa mirada perspicaz que siempre tiene. Esta mujer debe de ser vidente, bruja o algo. No, solo es que me conoce bien.
—¿Y si fuera alguien? ¿Tiene algo de malo que no fuera el alguien que todos esperan que sea? —pregunto, sin estar seguro de que entienda mis palabras.
—Si ese alguien te hace sentir mariposas en el estómago y hormigueo en el cuerpo, no veo por qué tienes que complacer a los demás a costa de sacrificar ese sentimiento tan bonito —responde, con una sabiduría que solo alguien como ella puede tener.
Me acerco y le doy un beso en la frente. Con esa corta conversación en mente, me subo a mi auto y me dirijo al trabajo. Llego a la oficina y saludo a Lucas, quien me devuelve el saludo con su habitual formalidad. Le pido que organice una reunión con los demás socios, con Daniel y las chicas de publicidad. Cuando voy entrando a la oficina, veo a Olimpo y Villanueva bajando del ascensor. Siento un brinco en el estómago. ¿Serán esos los bichos de los que me hablaba Albita esta mañana?
Le sonrío a Melissa, y ella, un poco apenada por el gesto y el contacto visual que le mantengo, me lo devuelve. Esa sonrisa suya es como un rayo de sol en un día nublado.
—González, encárgate de lo que te pedí. Y si puedes, haz una reservación en el “Dolce Italia” solo para dos. Avísale a la Srta. Swan que paso por ella a las ocho en punto —le digo a Lucas, quien anota todo con diligencia y me hace señas de que todo está bien. Luego de eso, entro a la oficina, no sin antes volver a ver a Melissa.
La reunión fue todo un éxito. A los socios les gustó la propuesta, y las Srtas. Villanueva y Olimpo se mostraban seguras de lo que nos estaban explicando. Yo, por mi parte, no dejaba de detallar cada gesto que Melissa hacía. En más de una ocasión, ella volteaba a verme, y los dos nos sonreíamos como tontos. No tengo dudas de la decisión que he tomado con respecto a Melina. Quizás parezca un poco apresurada, pero es lo correcto.
Salgo temprano de la oficina y me voy directo a casa a darme un baño para ir a buscar a Melina. Pero antes de subir a mi auto, llega un mensaje de ella:
—Alex, lo siento, pero no voy a poder asistir esta noche. Tengo que salir de urgencia a Nueva York porque mañana temprano me reúno con el editor de la revista. Nos vemos en dos semanas.—
Leo el mensaje una y otra vez, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Llamo al “Dolce Italia” para cancelar la reservación. Tendré que esperar a que regrese, pero algo me dice que este retraso no es casualidad.