CAPITULO 17: Alexter
Al llegar a casa, escucho a mi madre hablar por teléfono. La abrazo por la espalda y le doy un beso en la mejilla. Ella me hace señas para que me siente.
—Ok, yo hablo con él para ver qué se trae, pero lo más seguro es que sea eso —me señala a mí y, después de terminar la llamada, me da un beso en la frente—. ¿Cómo te fue en el trabajo, cielo?
—Bien, pero quise venir temprano a casa porque quería hablar contigo sobre algunas cosas.
—¿Ah, sí? Yo también quiero hablar contigo, pero empieza tú primero mientras te preparo algo de comer —me sonríe, y yo siento una calidez indescriptible porque sé que puedo contar con su apoyo en cualquier decisión que tome.
—Bueno, lo que pasa es que ya han pasado varios días desde que te dije que decidieras si vender o no la casa de la playa. No has querido ni venderla ni volver allá, y sabes que una casa sin cuidado constante se deteriora —le digo serio, porque sé que le es difícil venderla por lo que significa para ella y todos los recuerdos que le trae.
—Alex, hijo, todos mis bienes te pertenecen, y aunque en esa casa viví momentos hermosos con tu padre y luego los tres como familia, también viví el más doloroso de mi vida cuando me informaron de su muerte —veo cómo se le escapa una lágrima y me acerco para abrazarla.
—¿Aún lo extrañas? —le pregunto, aunque sé cuál es la respuesta.
—Lo extraño y lo sigo amando, aunque sé que no volverá. Pero, ¿qué se hace cuando amas a alguien como aún lo hago yo por tu padre? Sabes que, aunque haya personas buenas en la calle, ninguna va a llenar ese lugar en tu corazón —ella me palmea el brazo, y yo me despego para observarla mientras se seca las lágrimas con una servilleta—. Pero no me pares. Hablando de amor, ¿sabes que estaba hablando con Melina? Me dijo que ya pronto estará de regreso. Está nerviosa porque tú le dijiste que tenías algo muy importante que hablar con ella —se queda callada, como esperando a que yo le cuente.
—Sí, así es. Le dije que cuando regresara teníamos algo importante que hablar sobre nosotros —le digo con seriedad, no por mi madre, sino porque me molesta que Melina le cuente todo a ella, como para manipularme a través de mi madre.
—¿Y será que eso importante viene con un ramo de rosas rojas y un anillo? —dice ella muy emocionada.
—¿De qué hablas? —creo que las cosas se están saliendo de contexto—. ¿Tú crees que le voy a pedir matrimonio?
—¿No es eso? —pregunta mi madre con un poco de asombro.
Luego de algunos segundos, le pregunto a mi madre:
—¿Cómo se siente estar enamorado? Digo, más allá de la atracción física.
—A ver, cómo te puedo explicar algo que no tiene explicación, porque los sentimientos no se pueden explicar.
—Pero, en tu caso, ¿cómo te sentías antes de casarte con mi padre?
—Me da un poco de vergüenza contarte.
—El hecho de que seas mi madre no quiere decir que yo no sepa que eres mujer. Además, así me ayudas a saber si lo que estoy haciendo está bien o no.
—Cuando conocí a tu padre, a simple vista me pareció el hombre más bello de este mundo. Era un susto en el estómago.
—¿Como cuando te subes a la montaña rusa o algún juego? —la interrumpo.
—Sí, así mismo, pero ese sentimiento está durante todo el tiempo que estás a su lado. Es no cansarte de mirarla para ver si descubres un gesto o algo en ella que no habías notado antes —noto que ya no está hablando de ella, sino de lo que yo debo sentir para saber si estoy enamorado—. Es que las horas se hacen eternas cuando no estás con ella, pero pasan volando cuando están juntos. Es querer todo con ella y sin ella nada. Es no ver nada malo en ella, solo virtudes. Es sentir que cada día es una nueva oportunidad de estar a su lado. Es pensar en una vida a su lado y querer llegar a viejitos, pero juntos. Es que cada sonrisa sea el mejor regalo. Es dejar de pensar para solo sentir...
Me doy cuenta de que mi madre se ha quedado callada mientras me mira.
—¿Qué? —digo a secas.
—Que te conozco. Cuéntame, ¿qué te pasa? —guardo silencio mientras pienso cómo decírselo, ya que ella y Melina son cercanas y sé que le tiene cariño—. ¿Y si te digo que siento todo eso, pero no sé si la otra persona lo sienta?
—Ay, mi cielo, yo sé que Melina te ama.
—No estás entendiendo, mamá —pocas veces le digo "mamá", solo cuando me siento más vulnerable.
—¿De qué hablas? Explícate mejor, entonces.
—No es por Melina que he empezado a sentir esas cosas. Con Melina es más costumbre; no siento emoción cuando pienso en encontrármela en el trabajo o aquí en la casa... Es otra persona la que despierta en mí ternura, la que me hace sentir no una montaña rusa, sino todo el parque. Con ella lo quiero todo. Pero no sé si ella sienta lo mismo que yo. Solo hemos cruzado algunas palabras, y la verdad me siento algo estúpido porque, ¿cómo te enamoras de una persona que no conoces?