CAPITULO 19: Melissa
Despierto temprano, aunque tampoco es que haya podido dormir mucho. La noche pasó entre sueños inquietos y recuerdos borrosos. Soñé de nuevo con ese chico de la playa, aquel que siempre aparece en mis sueños pero cuyo rostro nunca logro ver. Esta vez, sin embargo, el sentimiento que me invade al despertar es de tranquilidad. Es como si, de alguna manera, lo conociera, como si hubiera algo en él que me resulta familiar, aunque no pueda explicarlo.
Me levanto de la cama y me dirijo al baño a asearme. El agua fría me ayuda a despertar por completo, y mientras me visto, no puedo evitar preguntarme: ¿será posible que ese sueño no sea solo un sueño? ¿Podría ser un recuerdo de mi infancia? Decidí que, en cuanto tenga la oportunidad, les preguntaré a mis padres.
Después de prepararme una buena taza de café, me siento en la cocina y tomo mi celular. Quiero hablar con Pau y luego con mis padres, pero antes de que pueda hacerlo, el teléfono suena. Es un número que no tengo registrado. Dudando un momento, contesto.
—Hola, Melissa. ¿Cómo amaneces? Espero no haberte despertado —dice, tratando de sonar casual, aunque sé que es temprano y tal vez no sea el mejor momento para llamar.
—Buenos días, no se preocupe, ya estaba despierta. ¿Dígame? —respondo
—He estado pensando en la invitación que te hice para tomar un café .
—Sr. Montenegro, no tiene que cumplir con eso si no quiere. Como le dije, no quiero problemas con su novia, y sé que usted está muy ocupado —respondo
—No es que quiera cancelar, Más bien quería preguntarte si, en vez de un café, no te gustaría ir a comer un helado o... no sé, lo que tú quieras.
—Sr. Montenegro, creo que con el café estaría bien —repondo con un tono tranquilo,o eso creo
—De acuerdo, entonces un café será —dice como no muy convencido.
—Nos vemos en la tarde —respondo y me despido con un simple—Adiós
Luego de la llamada, tomo el primer sorbo de café, pero mi mente ya está en otra parte. La invitación de Alex me lleva de vuelta a la conversación que tuvimos ayer. Su voz, su manera de mirarme, como si realmente le importara lo que yo pensara o sintiera. Pero luego, como un balde de agua fría, viene el recuerdo de Melina. Ella está ahí, en medio de todo esto, y no puedo ignorarlo.
He estado en varias relaciones que no han llegado a nada, y nunca sentí este nerviosismo. La última vez que me enamoré, si es que de verdad lo estuve, terminó siendo una experiencia dolorosa. Pensé que estábamos enamorados, pero al parecer, no fui suficiente para él. Lo vi en la entrada del instituto, muy acaramelado con su ex-novia, aunque al parecer yo había pasado a ocupar ese lugar. Me dolió mucho, sobre todo cuando un amigo en común me dijo que ellos nunca habían terminado formalmente, solo se estaban dando tiempo. No sé por qué actuó así. Solo debía ser sincero conmigo.
Sacudo mi cabeza, como si pudiera alejar esos pensamientos de una vez por todas. Me repito a mí misma que jamás volveré a ser plato de segunda mano para nadie.
Agarro mi teléfono y le escribo a Pau:
Hola, BD, ¿qué tienes pensado hacer ahorita en la mañana? <<
Nada, solo flojear. ¿Por qué? <<
¿Puedes venir? Necesito contarte algo que pasó ayer y no tuve tiempo de decirte. Necesito tu opinión. <<
¿Y es tan grave que no me lo puedes contar por mensajes? Voy saliendo para allá. <<
Mientras espero a Pau, sigo tomando mi café y decido llamar a mis padres. Necesito respuestas sobre ese sueño, o recuerdo, o lo que sea que me persigue desde hace tanto tiempo.
—Hola, ¿cómo la están pasando? Me tienen olvidada. ¿Será que ustedes no piensan volver? —digo, tratando de sonar juguetona, aunque en el fondo siento un poco de nostalgia.
—Ay, hija, cómo dices eso. Tu papá y yo te amamos, pero sabes que estas vacaciones las habíamos planeado toda la vida —responde mi mamá con esa voz dulce que siempre me tranquiliza.
—Sí, mamá, yo sé que ustedes nunca tuvieron una luna de miel como tal y era algo que habían estado posponiendo por mucho tiempo. Pero es que me hacen mucha falta —digo, poniendo voz de niña pequeña.
—Y tú a nosotros también. Ya falta poco para que tu papá y yo regresemos. Pero cuéntame, ¿cómo te ha ido en el trabajo? ¿No has salido mucho de fiesta?
—En el trabajo, súper bien. No, no hemos salido mucho. El trabajo no me lo permite, aunque tengo los fines de semana libres. Lo que quiero es descansar, aunque hoy voy a salir a tomar un café con alguien.
—¡¿Ah, sí?! ¿Y se puede saber quién es ese alguien? —me dice con tono juguetón, y yo solo pienso: "Ya va a empezar ella".