CAPITULO 20: Melissa
No esperaba que de verdad viniera a buscarme para salir. Cuando escuché el timbre de la puerta, mi corazón dio un brinco. Agarré un vestido que casi no he usado, me di una ducha rápida y traté de maquillarme, pero no logré hacerlo como me hubiera gustado. Al final, opté por algo sencillo, nada cargado ni muy trabajado. No quería verme como si me hubiera esforzado demasiado, aunque en el fondo sabía que sí lo había hecho.
Al salir de mi habitación, noté cómo Alex me miraba. No era una mirada de reproche o incomodidad, sino más bien de sorpresa, como si no pudiera creer lo que veía. Enseguida sentí mis mejillas arder. Debo de estar muy colorada. Luego de intercambiar algunas palabras con Paula, salimos. Al llegar al auto, Alex me abrió la puerta con una cortesía que no esperaba. Cuando me dispuse a montarme, me percaté del carro de Paúl que arrancaba en la distancia. Me subí al auto, y cuando Alex se montó, me regaló una sonrisa que me hizo sentir algo más tranquila.
Segundos después, recibí un mensaje de Paula:
Tranquila, yo hablo con él.
Gracias, Pau. No quiero que esté molesto conmigo.
Desde que arrancamos, han transcurrido cinco minutos en un silencio incómodo. Pero Alex interrumpe ese silencio con una pregunta que no esperaba.
—Paula me dijo que te dicen Mel de cariño tus amigos. ¿Puedo decirte así o prefieres que te llame por tu nombre completo? —pregunta, y noto un poco de nerviosismo en su voz.
—Como gustes. La mayoría de la gente me dice Mel —respondo, tratando de sonar relajada.
—Bueno, si no te molesta, te llamaré Mel. Ya que no quiero ser tan formal fuera del trabajo —dice, sonriendo un poco más cómodo.
El camino a la feria fue muy grato. Hablamos de todo un poco: qué música nos gustaba a cada uno, dónde estudiamos, qué nos gusta hacer en nuestros tiempos libres. Pero de repente, Alex preguntó algo que me sacó de mi zona de confort.
—¿Y cuéntame, tienes novio? —pregunta, mirándome de reojo mientras conduce.
—No, Alex, no tengo novio —respondo, sintiendo cómo mi voz suena un poco más tensa de lo que quisiera—. Pero creo que el trato de una pregunta para que cada uno responda por su parte se acaba de terminar, ya que yo sé tu respuesta. Tú sí tienes, es la Srta. Melina.
Noto que Alex tensa la mandíbula, y yo solo volteo a mirar por la ventana. Por alguna razón, me molesta saber la respuesta, aunque no debería importarme.
—Bueno, creo que no debí preguntar. Yo rompí las reglas —dice, intentando sonar ligero, pero noto que está incómodo—. Es solo que siempre te veo con Paula y Lucas. Nunca va ningún muchacho por ti al trabajo, y el hermano de Paula... pensé que era tu novio.
—Creo haberle dicho aquella vez en el Redmoon que Paúl y yo solo somos amigos —respondo, sintiendo cómo mi voz suena un poco más firme de lo que esperaba.
¿Por qué me pregunta si tengo novio o si Paúl lo es? No veo su interés, si se supone que no debería importarle.
Hemos llegado a la feria, y Alex me mira con una sonrisa que me hace sentir algo más tranquila.
—Bueno, ya estamos aquí. ¿Qué quieres hacer primero? ¿Un helado? ¿Algún juego? Lo que tú quieras —dice, un poco emocionado.
—No sé, ¿qué crees tú que sería mejor? —pregunto, sintiendo cómo mi voz suena un poco insegura. La verdad es que no soy muy amante de las ferias. Mi idea de diversión es más en un club o un día de playa.
—Vamos primero por un helado y luego caminemos para ver qué atracción te provoca —propone, y no puedo evitar sonreír. Este hombre es muy lindo, tanto en trato como en lo físico. ¿Quién diría que fuera de la oficina es tan... normal? Por así decirlo.
Al momento de pedir el helado, nos dimos cuenta de que el de dulce de leche con galleta Oreo es nuestro favorito. Solo nos miramos con complicidad, como si hubiéramos descubierto un pequeño secreto compartido.
Mientras nos comíamos los helados, decidimos dar una vuelta por la feria para ver las atracciones. No dijimos nada mientras caminábamos, solo disfrutábamos de la compañía uno del otro. El ambiente era perfecto: las luces de la feria brillaban en la noche, y el sonido de las risas y la música de fondo creaba un ambiente mágico.
Llegado el momento, Alex se acercó a mí y tomó una de mis manos. Su tacto fue suave pero firme, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, pero no me aparté. En ese momento, todo lo demás pareció desaparecer.
—Mel —dijo, mirándome a los ojos con una intensidad que me dejó sin aliento—. No sé cómo decírtelo, pero...
No terminó la frase. En lugar de eso, se inclinó un poco más, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se encontraron con los míos. Fue un beso suave, casi tímido, pero lleno de una emoción que no podía describir.