CAPITULO 24: Alexter
No entiendo por qué Melissa salió huyendo de mí. Si bien la última vez que nos vimos no terminó bien, tampoco es como que soy de lo peor. Le dije que solucionaría mi situación con Melina para empezar con ella con el pie derecho, con las cosas claras. Y por eso es que voy camino a hablar con Melina. Sé que no va a ser fácil para ella; no son dos días de relación, pero no puedo engañarla a ella y menos a mí, fingiendo sentir algo que no me había dado cuenta que ya no sentía desde antes de la llegada de Melissa a la oficina.
Viéndome en retrospectiva, creo que dejé de sentir algo más allá que costumbre. No debí seguir adelante con Melina desde el mismo momento que empecé a buscar excusas para no salir con ella. Pero bueno, aquí voy.
Fue un viaje largo, pero ya me encuentro en la ciudad de Nueva York.
—Buenas tardes, por favor con la Srta. Melina Swan —le digo a la recepcionista.
—Buenas tardes, ¿de parte?
—De Alexter Montenegro.
La recepcionista marca unos números en su teléfono y me dice:
—Puede pasar, es la tercera puerta a la derecha.
Camino a pasos firmes y decidido a hacer lo que he venido a hacer.
—¡Mi amor! ¡Qué sorpresa! —dice Melina al verme, y me da un beso. Se guinda a mi cuello, y yo le respondo el beso; tampoco es que le voy a soltar las cosas de buenas a primeras.
—He venido hasta aquí porque necesito hablar contigo —digo, tratando de sonar lo más calmado posible.
—¡Qué bueno! Porque yo también necesitaba hablar contigo y contarte algo súper importante. Pero dime, empieza tú.
—No, Melina, este no es el lugar adecuado. Le pedí a Lucas que reservara en un restaurante cerca de aquí para que hablemos mejor.
—¿Y quién es ese Lucas? Bueno, no importa. Si quieres, vamos a donde me estoy quedando y de ahí nos vamos a cenar.
—No, Melina. Anda y cámbiate, y nos vemos en dos horas en el Jacques Brasserie —digo, y creo que ella nota mi indiferencia y se pone un poco seria.
Salgo del Flatiron Building y empiezo a caminar por las calles. Quizás algún día traiga a Mel para poder pasear y así construir recuerdos juntos...
UNOS DÍAS ANTES DE LA LLEGADA DE ALEX A NUEVA YORK.
CONVERSACIÓN DE MELINA Y LUCI:
Luci: Deberías estar al pendiente de tu noviecito.
Melina:Sí, ¿y por qué lo dices?
Luci:Porque lo acabo de ver con una chica bastante joven, comiendo helado aquí en la feria.
Melina: Sí, claro.
Luci:No me crees, pues velo tú misma.
Primera foto: Alex y Mel comiendo helado.
Segunda foto: Están agarrados de la mano.
Tercera foto: Se están besando.
Melina: ¿Cuándo fue eso?
Luci:Hoy en la tarde. Besitos, espero que te esté yendo bien por allá.
FIN DE CONVERSACIÓN DE MELINA Y LUCI.
Tengo aproximadamente veinte minutos esperando por Melina cuando, por fin, llega.
—Hola, amor. Espero no haberte hecho esperar mucho —dice, con una sonrisa que no logra ocultar su nerviosismo.
—No, tranquila. Yo sé cómo eres —respondo, sonriendo algo forzado. Le abro la silla para que tome asiento.
—Gracias, todo un caballero —dice, y se sienta—. Lo mejor será que sea directa. Antes de que me digas que has venido hasta aquí porque ya no aguantabas un día más sin verme, quiero que sepas que estoy feliz de que hayas venido, sobre todo porque te vamos a necesitar ahora más que nunca.
No la estoy entendiendo.
—¿Me van a necesitar? ¿Quiénes me van a necesitar? —pregunto, confundido.
—Cierto que entre mi trabajo y el tuyo no hemos tenido la oportunidad de hablar mucho... Verás, cariño, cuando me llamaron para ofrecerme el empleo, yo estaba en el médico porque venía presentando varios malestares. Aunque no pude ir a retirar los exámenes que me realizaron, estoy cien por ciento segura de que dieron positivo.
No puede ser. Tengo que estar entendiendo mal lo que Melina está tratando de decir. Me empiezo a sentir algo sofocado, y libero el primer y segundo botón de mi camisa.
—Espera un momento, Melina. Creo que no estoy entendiéndote bien.
—Amor, no hay nada que entender. ¿Qué pasa cuando dos personas se aman? —dice, y de verdad quiero estar equivocado.
—Habla de una vez, por favor —digo, sintiendo cómo me cuesta respirar.
—Amor, creo que estoy embarazada. He tenido mareos matutinos, vómitos y un cansancio extremo. Por esa razón fui al médico para descartar cualquier duda, pero no pude ir a retirarlos yo misma porque ese mismo día tuve que venirme a Nueva York. Pero no tengo dudas —dice, y estoy en shock. Esto no era lo que tenía planeado. No aún. No me veía en esta situación, no con Melina.
—¿Y bien? ¿No pretendes decir nada? Ya sé, estás tan emocionado y sorprendido que quedaste sin habla —dice, intentando sonar alegre, pero noto cómo su voz tiembla.
—¿Tú no te estabas cuidando? —es lo único que atino a decir.
—Típico, siempre es culpa de nosotras. Porque ustedes no tienen nada que ver en estos casos. La responsabilidad es de ambos —dice, y tiene razón. Yo debí cuidarme también, pero...
—¿No te da gusto saber que un pedacito de nosotros crece en mí? —interrumpe mis pensamientos y comienza a llorar—. Pensé que la noticia te daría gusto. No había querido decirle nada a nadie, ni a mi madre, ni siquiera a la tuya, aunque sé que lo que ella más desea es un nieto.
—No sé qué decirte —agarro mi sien, sintiendo cómo un fuerte dolor de cabeza comienza a apoderarse de mí—. Me agarraste desprevenido. Yo venía... —me detengo, dándome cuenta de que este no es el momento adecuado para decir lo que vine a decirle.
—¿Tú viniste a...? —dice, esperando que continúe.
—Yo... mmm. ¿Cómo te digo? —la verdad es que no puedo formular una oración coherente.
—No seas bobito, dilo y ya —dice, mirándome expectante.
—Eso... que ya, ya eran muchos días sin saber de ti —digo, evitando decir la verdad. No puedo, no en este momento. Lo siento.