CAPITULO 26: Alexter
Luego de que Melissa se marcha a continuar con sus tareas, le digo a Lucas que reprograme todos mis pendientes para el día siguiente. Necesito ir a casa a hablar con mi madre sobre lo que está pasando. También quiero que Melina haga una cita con un ginecólogo-obstetra para confirmar que todo esté bien con el bebé.
—Cariño, déjame en casa de mis papás. Necesito asearme y de ahí nos vemos en tu casa. ¿Te parece bien? —pregunta Melina, mientras ajusta su bolso.
—Como tú quieras. Solo te pido que no hagas otro comentario como el de la oficina hasta que estemos seguros —le digo, intentando mantener la calma. No quiero que sus padres y mi madre se hagan ideas y empiecen a hacer planes sin consultarme.
—No hay nada que confirmar. Ya te dije que estamos embarazados —responde, con una sonrisa que no logro compartir.
La dejo en casa de sus padres y me dirijo a la mía. Al llegar, el olor a comida me lleva directo a la cocina. No es que tenga hambre, sino que sé que es mi madre o Albita. Y estaba en lo cierto: ambas están allí, preparando algo.
—¡Alex! ¡Qué gusto verte, mi niño! Ya casi no te veo, con eso de que ahora eres todo un empresario —dice Albita, dándome un beso en la mejilla. Le devuelvo el gesto con un abrazo y hago lo mismo con mi madre.
—¿Y eso? ¿Tú tan temprano en casa? —pregunta mi madre, mientras seca sus manos en un paño.
Agarro suficiente aire y suelto un suspiro antes de responder.
—Es que tengo que hablar contigo. Todo se me complicó aún más y creo... —me quedo pensando, sin saber cómo continuar.
—Yo creo que mejor me retiro —dice Albita, haciendo ademán de salir.
—No, Albita, quédate. De todas maneras te vas a enterar, y además ya eres de la familia. Por cierto, felicitaciones. Antonio me contó lo de Clara.
—¿Y qué es lo de Clara? —pregunta mi madre, confundida.
—Pues que dentro de poco voy a ser abuela —responde Albita, con una sonrisa de oreja a oreja.
Mi madre se levanta y le da un fuerte abrazo.
—Aprovechen el abrazo y celebren juntas —digo, casi en un susurro. No quiero que piensen que no estoy feliz porque voy a ser padre. Lo estoy, pero no voy a ser políticamente correcto. No era con Melina con quien me había empezado a imaginar teniendo hijos, y menos todavía. No sé si seré un buen padre. El mío partió de este mundo cuando yo tenía alrededor de catorce años, y aunque estuvo presente en mi niñez, no lo estuvo en mi adolescencia. Por esa misma razón es que decidí que me quedaría al lado de Melina, solo para que mi hijo o hija no crezca sin su padre, aunque eso signifique perder cualquier oportunidad con Melissa.
—¿Qué dijiste, hijo? —mi madre me saca de mis pensamientos.
—Bueno, mejor que sea de mi boca. Melina está embarazada —suelto de una vez, sin rodeos.
Albita vuelve a abrazar a mi madre, y ella le devuelve el abrazo. Ambas se acercan a mí y me abrazan, felicitándome.
Luego de que la emoción pasa un poco, mi madre se acerca a mí.
—¿Y ahora qué piensas hacer? —pregunta, con una mirada que me hace pensar que ya cayó en cuenta de mi dilema.
—¿Qué voy a hacer? No voy a hacer nada. No puedo dejar a Melina en este momento. Tampoco es justo con Melissa que yo siga intentando algo con ella.
—Alex, no estoy entendiendo nada —dice Albita, confundida.
Caigo en cuenta de que ella no sabe nada de lo que ha pasado últimamente, así que le empiezo a contar todo desde el principio.
—Y justo ayer, cuando me disponía a terminar mi noviazgo con Melina, ella me confiesa que está esperando un hijo mío —concluyo, sintiendo el peso de mis propias palabras.
—¿Y tú estás seguro de que es amor lo que sientes por esta muchacha? —pregunta mi madre, con una mirada penetrante.
—Sí —respondo sin titubear.
—Sabes, hace unos años trabajé con una familia asiática, tiempo antes de empezar aquí. Ellos tenían muchos libros en español, ya que sus hijos eran pequeños e iban a empezar la primaria. Pero había uno que la madre siempre les contaba antes de dormir. No recuerdo bien la historia, pero sí el final, ya que siempre me pareció que dejaba una reflexión sobre la espera y la paciencia. Iba algo así: “Hay un hilo rojo que conecta a dos personas. Este hilo los va a unir en cualquier momento de sus vidas. No importa el lugar, el momento o el tiempo. Es un hilo imposible de romper. Se puede estirar mucho e incluso enredarse, pero nunca jamás se va a romper”. No recuerdo ya, creo que estoy vieja —se echa a reír.
No quiero decirle que ya conozco la leyenda y que no creo en cuentos de hadas ni en ninguna de esas tonterías. Son solo eso: cuentos que se les leen a los niños para que crean en príncipes, princesas, hadas y demás.
UNAS SEMANAS DESPUES...
—Vamos, hombre. Tenemos días que no salimos a divertirnos —dice Daniel, con esa insistencia que lo caracteriza. Cuando se le cruza algo por la cabeza, no hay quien pueda con él. No puedo negar que es hermano de Melina.
—No tengo ganas —les hago saber, con cara de fastidio.
—Yo sí me anoto —dice Antonio, algo que no me esperaba.
—¿Vas a dejar a Clara sola? —pregunto, con cara de asombro.
—No, ella también viene. ¿Verdad, amor?
—Claro —responde Clara, muy animada.
—Pero estás embarazada.
—Pero no inutilizada. Además, he estado investigando, y el baile es beneficioso durante el embarazo. Ayuda a fortalecer los músculos, reduce el dolor de espalda —y aquí empieza a enumerar todo lo que ha investigado—, mejora el ánimo, ayuda a dormir mejor, fortalece el suelo pélvico, ayuda al bebé a acomodarse para el momento del parto...