CAPIPULO 33: Melissa
Ya ha pasado un mes desde que renuncié a Montenegros S.A. Paula trató de hablarme de él, pero no quiero saber cómo está, cómo fue su boda o cualquier cosa relacionada con Alex. De hecho, le advertí que si volvía a tocar el tema de Alex, no le atendería la llamada de nuevo.
Lo último que supe de él es que, en la semana siguiente a mi renuncia, estuvo algo distraído. No es para menos: entre el matrimonio y el embarazo, debe de... estar feliz.
—Ya deja de pensar en él —digo en voz alta para reprenderme.
Suena mi teléfono.
—¡Hola, Pau! ¿Cómo estás?
—Aquí, extrañando a mi mejor amiga, la cual decidió abandonarme y dejarme sola —dice ella con melodrama.
—Gracias por lo que me toca. Ya veo que no soy nadie para ti —se oye la voz de Lucas al fondo.
—No es que no seas nadie, es que contigo no puedo hablar de moda ni de chicos —le responde Paula.
—Claro que puedes, pero no me preguntes si tiene bonitos ojos porque no puedo opinar de eso —dice Lucas, y algo me dice que se lo ha preguntado en el pasado—. ¿Y tú, Mel? ¿Cómo estás?
—Bien, dentro de lo que cabe.
—¿Cómo no vas a estarlo? Trabajas desde tu habitación y con ese paisaje. Y en cambio, yo tengo que estar sola en esa oficina que cada día se me hace más grande —sé que debe de estar haciendo malas caras—. Y para colmo, tener que verle la cara a...
—No llamamos a Mel para hablarle de trabajo, ¿verdad? —Lucas la cortó. Supongo que iba a decir algo de Alex.
—Es verdad. Si los dos me están llamando, me imagino que es para contarme algo bueno.
—La verdad es que sí. Estábamos pensando en ir para allá, pero tendríamos que esperar a que Lucas agarre sus vacaciones —dice Paula.
—Yo no tengo problema. Pero, Pau, ¿y tú cómo vas a hacer con el trabajo? Tus vacaciones no son sino hasta casi dentro de un año.
—No te preocupes, para ese momento ya yo resolveré.
—¡Sí, claro! Su solución es renunciar —grita Lucas.
—Estás loca. No debes renunciar, y menos ahora que te está yendo tan bien.
—Lo mismo le he dicho yo, pero las dos son tan tercas como una mula.
Luego de hablar con mis amigos, salgo a caminar un rato por la orilla de la playa. Estoy muy agradecida con mis padrinos por haberme prestado la casa por un tiempo. Tenía que alejarme de todo y de todos. No he sabido nada de Alexter, y la verdad no sé si quiera saber.
La primera semana fue dura. No me hallaba en ningún sitio. De día, los recuerdos me atormentaban, y de noche, los sueños. He seguido soñando con ese niño de mirada tan triste. Luego de hablar con mi papá, supe que era... cómo decirlo, un sueño de un recuerdo, porque resulta que sí pasó, pero no lo recordaba. ¿Quién sería? ¿Dónde estará? ¿Por qué estaba tan triste?
Logré conseguir un trabajo a distancia, lo cual, en mi situación, es beneficioso. Como dijo Pau, trabajo con un paisaje increíble, sin contar que, al no tener vecinos, no hay mucho ruido que me distraiga. Solo los fines de semana, cuando gente de otras partes viene a disfrutar de la playa.
Luego de trabajar un poco, decido descansar. No es que esté cansada físicamente, pero mi mente necesita un respiro.