CAPÍTULO 35: Melissa
Han pasado casi dos años desde que me alejé de todo lo que me recordaba a Alexter. Decidí quedarme en la casa de playa de mis padrinos, quienes me dijeron que me quedara el tiempo que quisiera. Este ambiente tranquilo, con el sonido constante de las olas y la brisa marina, me ha ayudado a sobrellevar las cosas un poco mejor. Aunque los recuerdos siguen ahí, ya no me ahogan como antes.
El sonido constante de las olas rompiendo contra la orilla se ha convertido en mi compañía más fiel. Hay algo en su ritmo constante, en su incesante ir y venir, que me recuerda que la vida sigue, incluso cuando todo parece detenerse. Los atardeceres aquí son mágicos; el cielo se pinta de tonos naranjas y rosados, y por un momento, el mundo parece perfecto.
Sigo teniendo aquellos sueños con el muchacho de mirada triste, pero ya no son tan frecuentes. Cada vez que despierto, me pregunto quién era y por qué su mirada me persigue. Hoy sé que es un sueño de un recuerdo de cuando era pequeña y no tenía mayores preocupaciones más que ser feliz. Tal vez sea un eco de mi infancia, una parte de mí que aún busca esa inocencia perdida.
He visitado varias veces a mis padres, pero no he podido coincidir con mis amigos. Sé por Paula que Paul empezó una relación con una chica que conoció en su taller. Me alegra saber que siguió adelante. Paula, por su parte, me dijo que sigue soltera. El trabajo consume gran parte de su día, y no tiene tiempo para enamorarse. A veces pienso que es su manera de protegerse, como no lo hice yo en su momento.
También me enteré que Lucas ahora es el asistente del Sr. Swan. Alexter se fue del país y ahora trabaja en la sucursal de Madrid. El año pasado, Lucas me contó, casi a regañadientes y empujado por Paula, que Alexter nunca se casó con Melina y que ella nunca estuvo embarazada. Paula pensó que tal vez yo iría a buscarlo al enterarme, pero para cuando me enteré, ya había pasado un año. Es probable que yo no ocupe un lugar ni en su mente ni en su corazón.
Aunque sigo pensando en él, ya no duele tanto como al principio. No digo que lo haya superado del todo, pero he aprendido a convivir con el dolor de un amor fugaz que nunca fue nada más allá de un beso. Hay noches, como esta, en las que me pregunto cómo pude enamorarme de alguien sin conocer absolutamente nada de él. ¿Fue real lo que sentí? Claro que sí.
Alexter fue como un huracán en mi vida: intenso, fugaz y devastador. Aprendí que el amor no siempre es suficiente, que a veces las circunstancias y el tiempo juegan en contra. Pero también aprendí que el dolor, por más profundo que sea, no es eterno. Ahora sé que el amor no se trata de aferrarse, sino de soltar cuando es necesario.
Creo que saldré a caminar un poco. La brisa marina y el sonido de las olas se han vuelto parte de mi terapia. Me dan paz, me ayudan a ordenar mis pensamientos y a recordar que, a pesar de todo, la vida sigue.
En eso, suena mi móvil. Es un mensaje de Paula:
Ya falta solo una semana y estamos allá. ¿Estás lista para recibirnos?
Le respondo rápidamente, emocionada por la idea de tenerlos aquí pronto:
¡Claro que sí! Los estoy esperando con ansias. Me hacen mucha falta.
Paula me responde casi de inmediato:
Paul no podrá ir. Irán a conocer a los padres de su novia en otra ciudad.
Eso me alegra mucho. Saber que Paul no se quedó llorando mi partida, como yo lo hice con Alexter, me da una sensación de alivio. Es reconfortante ver que las personas que quiero han seguido adelante, incluso cuando yo misma he tardado tanto en hacerlo.
Mientras camino por la playa, siento la arena fría bajo mis pies y el viento acariciando mi rostro. El cielo está lleno de estrellas, y por un momento, me pregunto si Alexter estará mirando el mismo cielo en Madrid. Pero rápidamente sacudo esa idea. Él debe de haber seguido adelante con su vida, y yo tengo que seguir adelante con la mía.
He construido una vida aquí, lejos del ruido de la ciudad y de los recuerdos que tanto me atormentaban. Aún hay días difíciles, pero son menos frecuentes. He aprendido a vivir con el dolor, a convertirlo en una parte de mí que ya no me controla.
Y aunque a veces me pregunto qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes, sé que no tiene sentido darle vueltas al pasado. A veces recuerdo aquel documental sobre leyendas asiáticas que vi una vez y me pregunto si algún día nos volveremos a ver. Permito creer que quizás el destino nos pueda unir en otro tiempo o espacio, quizás en otra vida. Pero sacudo esas ideas fantasiosas que solo son cuentos de hadas. Lo único que importa es el presente, y en este momento, estoy aquí, respirando el aire salado del mar, sintiendo que, poco a poco, estoy sanando.