Dos Vidas ,un Camino

Parte 43

CAPÍTULO 43: Melissa

Dos años. Dos años lejos de todo, de la ciudad, de los recuerdos, de él. Y sin embargo, aquí estoy, de vuelta. Anoche lo vi. Alexter. Después de tanto tiempo, sus ojos se encontraron con los míos, y por un instante, sentí que el tiempo retrocedía. Él me sujetó cuando aquel muchacho me tropezó, y su contacto, aunque breve, me quemó más que cualquier cosa que haya sentido en estos dos años. Su voz, temblorosa, preguntándome si estaba bien. ¿Estaba bien? Claro que no. ¿Cómo podría estarlo cuando su presencia despierta todo lo que he intentado enterrar?

Me fui de allí lo más rápido que pude. No podía quedarme, no podía permitir que él me viera vulnerable otra vez. Pero ahora, sentada en mi habitación, con la luz tenue de la luna filtrándose por la ventana, no puedo evitar preguntarme si todo este tiempo lejos ha sido en vano. Dos años intentando olvidar, intentando reconstruirme, y en cuestión de segundos, todo se desmorona. ¿De qué sirvió alejarme si un solo encuentro con él es suficiente para hacerme sentir que nunca he dejado de amarlo?

Recuerdo la leyenda del hilo rojo del destino, esa creencia de que las personas destinadas a estar juntas están unidas por un hilo invisible que ni el tiempo ni la distancia pueden romper. ¿Será que Alexter y yo estamos unidos por ese hilo? ¿O será solo una ilusión, una forma de justificar este dolor que no parece tener fin? Pero, ¿en qué estoy pensando? ¿Cómo voy a creer en esas cosas?

Mis amigos me han dicho que debería quedarme, que debería enfrentar mis miedos y darle una oportunidad a lo que pueda surgir entre nosotros. Pero yo no estoy segura. Decido que es mejor irme. Antes de que él vuelva a buscarme, antes de que tenga la oportunidad de decirme todas las cosas que quiero oír. Empiezo a hacer las maletas, metiendo mis pertenencias de manera mecánica, como si cada prenda que guardo fuera un pedazo de mi corazón que intento proteger.

Mi madre entra en mi habitación y me mira con preocupación.

—¿Qué estás haciendo, Melissa? —pregunta, cruzando los brazos.

—Me voy —respondo sin mirarla, concentrada en doblar una blusa.

—¿Otra vez? ¿Y qué crees que vas a lograr con eso? ¿Correr toda tu vida?

—No es correr, mamá. Es protegerme.
—¿De qué? ¿De él? ¿O de ti misma?

Sus palabras me golpean como un puñetazo. Me detengo y la miro, sintiendo cómo las lágrimas comienzan a nublar mi vista.

—No lo entiendes —digo, mi voz temblorosa.

—Claro que lo entiendo —responde, acercándose y tomándome de las manos—. Lo que no entiendes tú es que no puedes seguir huyendo. El dolor no se va porque te vayas, Melissa. Se va cuando lo enfrentas.

Pero yo no estoy lista para enfrentarlo. No estoy lista para verlo a los ojos y escuchar sus explicaciones, para descubrir si todo lo que sentí fue real o solo una ilusión. Termino de hacer las maletas y miro por última vez mi habitación. Mi madre me abraza fuerte, susurrándome que todo va a estar bien, aunque ninguna de las dos estamos seguras de eso.

Apenas sale el sol, salgo de la casa y me dirijo al aeropuerto, con un billete de avión hacia un destino que no sé si será mi refugio o mi prisión. Mientras el avión despega, miro por la ventana y pienso en Alexter. Pienso en aquel niño que lloraba en mi sueño, y yo de niña que le decía que llorar era bueno para sanar el alma. ¿Será que el destino nos une, o será que el hilo rojo es solo una ilusión que nos mantiene atados a un amor que nunca fue?

Si el destino está metido en esto, ¿qué cruel es? ¿Por qué ponerlo en mi camino cuando no podía estar con él? ¿Y por qué quitarlo y alejarme de él durante tanto tiempo? ¿Por qué aparece cuando empezaba a sentir que había sanado?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.