Dos Vidas ,un Camino

Parte 44

CAPÍTULO 44: Erika De Montenegro y Sasha Villanueva

Erika:

Ya no puedo seguir viendo a mi hijo así. Toda su vida se ha reducido al trabajo. Desde que tomó las riendas de la empresa, no ha hecho más que sumergirse en responsabilidades, como si el mundo entero dependiera de él. Pero yo sé que detrás de esa fachada de hombre fuerte y decidido, hay un corazón roto. Aunque no lo diga, sé que sigue enamorado de esa muchacha, Melissa. En estos dos años, he respetado su espacio, he intentado no involucrarme demasiado. Después de todo, ya es un hombre. Pero tengo miedo. Miedo de perderlo algún día, tal como perdí a su padre.

Anoche fue la gota que rebosó el vaso. Pasé por la puerta de su habitación y lo oí sollozar. No eran lágrimas silenciosas, sino un llanto desgarrador, como el de aquel niño que perdía a su padre. Me partió el corazón. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi hijo se consume en la soledad y el dolor.

Decidida a hacer algo, llamo a Antonio. Él siempre ha sido como un segundo hijo para mí, y sé que si alguien conoce la verdad sobre lo que está pasando, es él. Después de que Alba y yo lo presionamos un poco, Antonio finalmente nos cuenta lo que sucedió anoche. Melissa apareció en el Redmoon, y desde entonces, Alexter no ha sido el mismo. No conozco a la chica, pero Antonio me dice que es dulce, amable, y que, aunque solo la trató un mes, esa fue su impresión. También me confiesa que ella pareció afectada por el encuentro con Alexter.

—Antonio, necesito su dirección —le digo, decidida.

—Señora Erika, ¿está segura de que es buena idea? —pregunta, con cierta reticencia.

—No tengo otra opción. Mi hijo se está consumiendo, y no voy a permitir que desperdicie su vida por un malentendido. La vida es demasiado corta y fugaz para perderla en terquedades.

Antonio finalmente accede y me da la dirección. Agarro mi bolso, mis llaves y me dirijo a su casa. Mientras conduzco, no puedo evitar pensar en todo lo que ha pasado. Alexter ha sido tan fuerte durante tanto tiempo, pero ahora veo cuánto ha sufrido en silencio. No quiero que termine como su padre, atrapado en una vida de responsabilidades.

Llego a la casa de Melissa y toco el timbre. Una mujer mayor abre la puerta, con una expresión de curiosidad y sorpresa.

—Buenos días, soy Erika De Montenegro. ¿Melissa está en casa? —pregunto con calma, aunque mi corazón late con fuerza.

—No, Melissa ya se fue. Soy Sasha, su madre. ¿En qué puedo ayudarla? —responde, con una mezcla de cortesía y cautela.

Sasha:

Cuando escucho el timbre, no espero a nadie. Melissa ya se ha ido, rumbo a la casa de la playa, con el corazón hecho pedazos otra vez. Abro la puerta y me encuentro con una mujer elegante, de mirada firme pero llena de preocupación.

—Buenos días, soy Erika De Montenegro. ¿Melissa está en casa? —pregunta.

—No, Melissa ya se fue. Soy Sasha, su madre. ¿En qué puedo ayudarla? —respondo, intentando mantener la compostura.

La invito a pasar, y nos sentamos en el salón. Por un momento, el silencio se apodera de la habitación. Finalmente, Erika rompe el hielo.

—Sé que esto puede parecer extraño, pero necesito saber qué pasó entre Melissa y mi hijo. Alexter no ha sido el mismo desde que ella se fue, y anoche, después de verla, volvió a caer en un pozo del que no sé cómo sacarlo.

Sus palabras me golpean como un puñetazo. Melissa también ha estado sufriendo estos dos años.

—Señora Erika, mi hija ha estado muy triste estos últimos dos años. Cuando decidió irse, pensaba que su hijo se iba a casar y que había jugado con ella. Su padre, enojado, era quien atendía a Alexter cuando venía a buscarla, y por ese mismo enojo no lo dejaba explicar.

Erika asiente, y en sus ojos veo el mismo dolor que he visto en los míos por ver sufrir tanto a mi hija.

—Entiendo —dice, con voz suave—. Yo también he cometido errores. Aunque le dije a Alexter que terminara a tiempo su relación con Melina, de algún modo lo presionaba en un principio para que formara una familia con ella. Ahora veo que solo lo alejé más de la felicidad.

—La vida es muy corta —digo, sintiendo cómo nuestras palabras resuenan en el aire—. Y no vale la pena desperdiciarla por un malentendido. Melissa también ha estado apagada, como si algo en ella se hubiera roto.

Erika me toma de la mano, y en su gesto veo una mezcla de determinación y esperanza.
—Entonces, hagamos algo. No podemos permitir que nuestros hijos sigan sufriendo. Si hay algo que todavía sienten el uno por el otro, debemos ayudarlos a encontrarse.

Asiento, sintiendo cómo una pequeña luz de esperanza se enciende en mi corazón. Tal vez, después de todo, no sea demasiado tarde.

Erika:

—Alexter está vendiendo la casa de playa que tenemos cerca de la costa, luego se ira de nuevo a Madrid, no se cuando vuelva de nuevo—digo, con un suspiro.

Sasha:

—Qué coincidencia —respondo, con una sonrisa triste—. Melissa está en una casa de playa en esa misma zona. Se fue hace unas horas, buscando paz. Tal vez el destino está jugando a su favor, aunque ellos no lo sepan.

Erika:

Le digo con una sonrisa melancólica—. Dicen que las personas destinadas a estar juntas están unidas por un hilo invisible.

Sasha:

—Sí, conozco la historia —respondo, asintiendo—. Y creo que nuestros hijos están unidos por ese hilo. Solo necesitan encontrarse de nuevo.




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